Al igual que la obra de arte, la libertad no es más que un acto humano que interviene en un contexto socio-simbólico concreto. Este contexto, entendido como un amplio sistema modal, como maneras -repertorios siempre limitantes- de ponernos a jugar a la vida, nunca puede ser cerrado, sino que presenta mutaciones. La historia a si lo demuestra. La cerrazón suele vincularse hoy en día a un universo sagrado de carácter revelado, como pueden ser las sagradas escrituras o la propia razón moderna, sobre todo en el momento en que, tanto una como otra, reniegan de la intervención humana con el fin de mantener cierta -y necesaria- estabilidad vital. Suele pasar que el interés que se muestra en minimizar la intervención del hombre oculta la intervención partidista de unos pocos, de una élite. Porque, no cabe duda, de que es imprescindible la interpretación de los símbolos puestos en juego.
Y mi amor fue tomando forma, igual que una sonrisa tímida.