Converso con mi amigo Isidoro Villena sobre la responsabilidad del artista en relación a su obra. ¿Existe un compromiso tácito entre el artista y la sociedad en que se mueve en el sentido que toda creación debe servir para mejorar a los miembros de esa sociedad o grupo humano? Este es uno de los asuntos en los que estamos enfangados a propósito de la 7ª Sinfonía de Shostakovich.
Me topo con Nietzsche y su Crepúsculo de los ídolos (Alianza Editorial,1973). Es claro al respecto: la lucha contra la finalidad en el arte es siempre una lucha contra la tendencia moralizante en el arte, contra su subordinación a la moral (pg. 101). Lo que Nietzsche trata de hacernos ver es que cualquier intento de hacer mejorar al hombre mediante el arte, hacerlo más bueno, más amable, más humano, es un sinsentido que oculta el adoctrinamiento más soez y vulgar. Además, el que no mejore al hombre no puede significar nunca que el arte no tenga ninguna otra finalidad. Así pues, l'art pour l'art lo que nos trata de transmitir es que ¡es preferible ninguna finalidad a una finalidad moral! (pg. 102). Pero, ¿cuál es la finalidad del arte? Servir como estímulo para la vida, nos dice Nietzsche, como la manera de enfrentarnos a lo terrible y problemático de la vida, es una modo de decidir, de escoger, de tomar una decisión ante lo que nos atenaza...
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El pobre murió en 1988 en un accidente de helicóptero.