"Pornografía de la imagen en tres o cuatro dimensiones, de la música en tres o cuatro o cuarenta y ocho pistas, y más: siempre que se recarga lo real, siempre que se agrega lo real a lo real con miras a una ilusión perfecta (la de la semejanza, la del estereotipo realista), se da muerte a la ilusión en profundidad".
Jean Baudrillard
El complot del arte. Ilusión y desilusión estéticas
Cuando asumimos la incompletud del objeto, sujeto, acontecimiento o acción se nos incorporan, o más bien nos asaltan, una serie de conceptos prima facie indeterminados. Uno de ellos es el de ilusión. La ilusión, en un mundo dominado por la racionalidad científico-técnica, mantiene cierto tono peyorativo en el sentido de que remite a algo sin verdadera realidad, bien una idea u objeto evocado por la imaginación o encumbrado gracias al engaño de los sentidos. Imaginación y realidad pasan a considerarse conceptos contrapuestos, el uno niega al otro, así hasta el infinito.
La ilusión, desde el punto de vista de una racionalidad ampliada que tenga en cuenta la incompletud del sujeto, adquiere un estatuto determinante en el proceso creativo de la obra de arte. La ilusión pasa a entenderse como un conjunto de posibilidades y perspectivas que se le ofrecen al artista y que, en el acto de creación, adquieren una significación abierta, incompleta, necesitada de lo Otro.
El exceso de realidad en determinadas obras de arte actúa rompiendo esa necesidad mediante el recurso de la acumulación de información. El receptor, ante la avalancha de datos, termina sucumbiendo, es decir, adoptando una actitud pasiva con respecto a la obra, lo que conduce, inevitablemente, a la muerte del arte.
La ilusión, desde el punto de vista de una racionalidad ampliada que tenga en cuenta la incompletud del sujeto, adquiere un estatuto determinante en el proceso creativo de la obra de arte. La ilusión pasa a entenderse como un conjunto de posibilidades y perspectivas que se le ofrecen al artista y que, en el acto de creación, adquieren una significación abierta, incompleta, necesitada de lo Otro.
El exceso de realidad en determinadas obras de arte actúa rompiendo esa necesidad mediante el recurso de la acumulación de información. El receptor, ante la avalancha de datos, termina sucumbiendo, es decir, adoptando una actitud pasiva con respecto a la obra, lo que conduce, inevitablemente, a la muerte del arte.
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