Es posible considerar que el contexto de esta película esté marcado por la guerra fría, entendida como un enfrentamiento de dos modelos ideológicos claramente delimitados: el bien y el mal, cada uno con su topos, su lugar.
Este contexto de guerra fría, de negación de cualquier tipo de comunicación con lo otro, de conexión con lo diferente, exige, no la reflexión y el acuerdo entre iguales dentro de un entorno de
diálogo abierto, sino la asunción incondicional a uno de los dos credos o bandos en lucha. Se necesitan, pues adeptos, no ciudadanos libres. Hablamos, pues, de un movimiento de repliegue cultural y político similar al producido en la segunda mitad del siglo XX con las dos potencias, el Occidente capitalista y el Este comunista, como protagonistas. Los países debían observar obediencia a cualquiera de los dos maneras de entender el mundo. Esto tuvo consecuencias importantes en el proceso democratización de la mayoría de los países pertenecientes a cada una de las órbitas de dichos bloques. Si el interés se centraba en la anexión a tal o cual ideario, se obviaba la importancia que supone el proceso, siempre incompleto, de construcción de un verdadero horizonte democrático en y entre cada uno de los países.
Pero, ¿en qué consiste ese movimiento de repliegue? Fundamentalmente, en la cosificación de unas determinadas maneras de concebir la política. Por ejemplo, en Occidente, la democracia pasa a considerarse como un modelo de gestión capitalista basado en la representatividad, donde las elecciones se convierten en el eje fundamental de ésta, es el momento democrático del ciudadano. Hablamos, pues, de un proceso de atenuación del momento constructivo de la democracia, la verdadera política como proceso de socialización perpetuo que trata de resolver los conflictos entre lo uno y múltiple.
Así, una vez consumada la caída de uno de los bloques, sale a la luz la precariedad en la que estaba sumida la democracia en cada uno de los estados. Si, en un primer momento, fueron los estados del Este los que evidenciaron dicha inconsistencia, poco a poco, el Occidente ha ido asumiendo el progresivo deterioro que ha venido sufriendo la política como construcción social y cultural.
Pero, ¿en qué consiste ese movimiento de repliegue? Fundamentalmente, en la cosificación de unas determinadas maneras de concebir la política. Por ejemplo, en Occidente, la democracia pasa a considerarse como un modelo de gestión capitalista basado en la representatividad, donde las elecciones se convierten en el eje fundamental de ésta, es el momento democrático del ciudadano. Hablamos, pues, de un proceso de atenuación del momento constructivo de la democracia, la verdadera política como proceso de socialización perpetuo que trata de resolver los conflictos entre lo uno y múltiple.
Así, una vez consumada la caída de uno de los bloques, sale a la luz la precariedad en la que estaba sumida la democracia en cada uno de los estados. Si, en un primer momento, fueron los estados del Este los que evidenciaron dicha inconsistencia, poco a poco, el Occidente ha ido asumiendo el progresivo deterioro que ha venido sufriendo la política como construcción social y cultural.
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