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Es conocida la cita
bíblica “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de
Dios”. Me servirá para matizar mis palabras en relación al
perdón. Con ellas no pretendo justificar una posible reducción de
sanción a aquellos atletas que hayan cometido el error de
involucrarse en el dopaje y que, por sus muestras de arrepentimiento,
o incluso simpatías encontradas, considere que merezcan tal
reducción. En este sentido, como diría el castizo, que cada palo
aguante su vela, o en términos concretos, si tiene cuatros años de
sanción, que los cumpla, en el caso de Italia claro está, por que
lo que es en España la cosa está aquejada de cierta liviana
candidez, y no tengo que dar nombres, y no sólo en el ámbito del
deporte, ¡ah! ¡como está la política!- que diría el sereno de la
Verbena de la Paloma.
Volviendo al grano, y
basta ya de tanta paja, eso en relación a lo del César, a las
leyes terrenales que vamos construyendo y que tienen fiel reflejo en
constituciones, reglamentos y demás documentos. Y este es un tema en
el que no pretendía meterme, o por lo menos en esa entrada, aunque
tenga, ciertamente, mi opinión. Por desgracia, el tema de las
sanciones, supongo que por los intereses encontrados, y no
precisamente hablo de los intereses de los atletas, sino de
instituciones, jerarquías y demás parásitos vividores, que diría mi madre, quedan siempre ocultos
en algún cajón con llave.
La cuestión del perdón
es algo más personal y afecta, por lo tanto, al propio individuo que
perdona. Cuando perdono no pretendo quedar bien con el perdonado,
todo lo contrario, pretendo estar bien conmigo mismo. Perdonando me
puedo levantar todos los días e ir a trabajo, lugar donde cada día
me encuentro con casos más graves que el dopaje de fulano o mengano.
Perdonando me puedo levantar todos los días y seguir con la
educación de mis hijos, sin desfallecer. Y supongo, que perdonando,
un atleta de élite que no se dopa puede seguir haciendo series para
seguir mejorando. Sí, jodido, pero con la cabeza bien alta. El
perdón, por ello, pertenece a Dios, y Dios nos lo entregó para que
hiciéramos buen uso de él. Los temas del César tratan de restituir
al hombre concreto de los posibles agravios sufridos en el seno de
una comunidad concreta, por ejemplo, la comunidad de los atletas,
mientras que los temas de Dios tratan de restituir al hombre concreto
de los posibles agravios sufridos por su propia humanidad.
Y para terminar, que
Lance no merezca el perdón es por la sencilla razón de que su
confesión no ha sido tal confesión, más bien una farsa, mero
teatro de marionetas. La mentira sigue rampante desfilando de
televisión en televisión. Más mentira para tapar la mentira. Con
Alex, la mentira fue redimida en el mismo acto de la confesión,
despojada de todo su poder maléfico, de ahí su liberación cuando
la agencia antidopaje toco la puerta de su casa. Y me reitero, sobre su castigo, eso ya es otro cantar que merezca la pena ser tratado en otra ocasión.
Comentarios
Cierto es que perdonar es algo que los seres humanos tenemos la posibilidad de conceder ante una afrenta y que, en cierto modo, nos alivia la conciencia ya que ese "comedero de tarro" que nos provoca una situación conflictiva nos afecta, a veces seriamente.
Perdonar es una tarea dificil pues algunos consideran que perdonar es dejarse vencer y de ahí que muchos ni lo intenten. Igualmente, el que se perdone a alguien no significa que tan amigos.
Siempre que me pongo ante estos casos me imagino que somos los menos afectados, y me pongo en la piel del atleta 4º, que se ha quedado fuera del equipo, que ha perdido la oportunidad de ser internacional y que ha perdido la beca y puede que la posibilidad de seguir practicando atletismo. ¿Que contestaría el?
Pasando a un campo que me toca a mi, pillan a 5 "personas que trabajan en mi mismo puesto" (porque esos no pueden llamarse compañeros) con un coche patrulla cargado con 150 kilos de droga. Uno no tiene nada que ver, todo lo contrario, trabaja para evitarlo, pero a uno lo señalan por la calle y lo llaman corrupto y delincuente metiéndonos a todos en el mismo saco. 3 años sufriéndolo y ahora volvemos con más intensidad porque salen a la calle por un "error del juez". ¿Tengo que acercarme y saludarles como si nada?¿Tengo que patrullar con ellos para que me insulten más aun? En este caso concreto, para mi perdonar es imposible.
¿Tu como lo ves?
Ante los hechos que comentas, o similares que podamos poner encima de la mesa, hay poco que comentar. Difícilmente yo me acercaría a saludar a una persona que me hubiera causado algún mal. Pero lo que no dejaría de hacer es dejar de trabajar por el hecho de que ellos compartan el trabajo conmigo. En estos casos, el poder de los sin poder es siempre la denuncia, como tu has hecho, en tu caso, o como hizo Miguel Ángel en Benicassim, y esperar a que el sistema consiga enderezar las desigualdades que se producen día a día. Sí, es desesperante, pero es así.