La relación entre el Estado y sus artistas siempre ha sido estrecha. Uno de los ejemplos más paradigmáticos es Shostakovich y la Unión Soviética. Como nos cuenta Krzystof Meyer, por los años 40 Shostakovich fue obligado a tomar parte en el concurso de composición de un nuevo himno nacional de la Unión Soviética. En ese concurso participaron 40 escritores y 165 compositores. Un día, mientras el tribunal escuchaba algunas de las propuestas, Stalin ordenó que dos de los más reputados compositores soviéticos, el propio Shostakovich y Aram Jachaturiam, compusiesen juntos un himno. Poco importa como se las ingeniaron para llevar a cabo el proyecto ordenado por Stalin. El caso es que finalmente cinco propuestas llegaron a la final, entre ellas estaba la conjunta entre Shostakovich y Jachaturiam. Y esa es la que gustaba a Stalin, aunque pensaba que debían hacerse algunas correcciones. ¿Les basta con tres meses?- les preguntó Stalin a los dos, a lo que Shostakovich respondió: ¡con sólo cinco días es suficiente!
Stalin, que pensaba que un asunto tan importante requería más tiempo, parece que se enfadó. Al final el himno elegido fue el de Alexandrov, que así sigue sonando en la actualidad:
Stalin, que pensaba que un asunto tan importante requería más tiempo, parece que se enfadó. Al final el himno elegido fue el de Alexandrov, que así sigue sonando en la actualidad:
El pobre Jachaturiam, que al parecer quería triunfar en ese concurso, reprochó durante mucho tiempo la torpeza a Shostakovich. Se podrá uno imaginar al par de compositores saliendo por la puerta... Ya te vale shosta, este viaje pagas tu el vodka.
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