Los tres modelos de arte popular: de masas, folclórico y de compromiso, deben entenderse no como compartimentos estanco, sino como polos de atracción a donde se desplazan las diferentes manifestaciones artísticas. Atracción, desplazamiento, advierten del carácter vivo de la obra de arte, que, por una parte, escapa de las redes del autor, se independiza, y por otro, cae en las mallas de la sociedad, que la acomoda, le da cobijo. El autor, muy a su pesar, no determina, por lo menos necesariamente, el futuro de su obra. No me refiero a éxito, sino al lugar que ocupará en la sociedad. Aun así, el creador, incluido el anónimo, siente ese recelo ante lo que le puede suceder a su creación, el mismo del padre por sus hijos, y ello fija, ciertamente, el cómo y el para qué de su obra, su fisonomía, su genética. En este sentido, conviene registrar la crítica que realiza T. W. Adorno a la idea de compromiso de B. Brecht: "El arte es una figura de la praxis y no tiene que pedir perdón...