La lucha es desigual: Unos, en el púlpito de los oradores, acechan y juzgan, sin tregua, el comportamiento de sus engendros creados a partir del engaño y la frustración. Otros, en el campo de batalla, sufren y mueren, sin comprender, por una causa apenas existente brotada del odio y la mentira. Los más, tumbados en el sofá, gozamos y saciamos, sin piedad, nuestras propias ansias de muerte y destrucción.
Y mi amor fue tomando forma, igual que una sonrisa tímida.