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Mostrando entradas de junio, 2011

Sobre el realismo en el arte...3

Entendemos, pues, que el sujeto completo no existe. Cualquier intento por reflejar esta completud en el arte caerá dentro de lo que vulgarmente se llama propaganda. No será más que una manera, consciente o inconsciente, de imponer un canon, una tipología hegemónica. De esto bien sabe el nacionalismo, y por eso hoy en día el arte ocupa un lugar privilegiado en los Estados-nación, tanto en los actuales como en los posibles. Por tanto, un arte realmente realista tiene que obviar la ilusión de completud, abstraerse del espejismo de la totalidad ontológica del sujeto, y aceptar la verdadera realidad, que no es más que un continuo hacerse, un estado preontológico perpetuo en el que el sujeto se asume como algo no totalmente constituido, un aunténtico zoon politikon aristotélico que necesita crear y organizar su propia vida con y por los demás.

Sobre el realismo en el arte...2

Supongo que uno de los dilemas del realismo en la actualidad es la incorporación de lo subjetivo en el medio homogéneo de cada una de las artes. Pensemos un momento en el sujeto y la manera de darse a conocer. Parto de la idea de que el ser humano no es una realidad acabada, completa. Si bien presenta aspectos formados, identificables, por otro lado hay zonas inconclusas, oscuras, no actualizadas o no asumidas como partes o elementos de la realidad. El realismo más sofisticado , ante la situación de dar cuenta del sujeto y encontrarse ante un ser parcialmente visible, parcialmente identificable, trata de llenar ese vacío proyectando en esa parte oscura del sujeto aspectos de la personalidad imaginarios. El objetivo es conseguir ver algo del todo imposible, la totalidad ontológica del sujeto. Esa proyección asume, prima facie, la función de una búsqueda en lo más profundo del ser. En esto, aparecen en primer plano los recursos psicológicos, sociológicos, antropológicos tan e

Sobre el realismo en el arte...1

Hoy domina en el cine una especie de realismo aséptico donde la subjetividad , lejos de ser anulada, es analizada, diseccionada, depurada para después ser reconstruida. En esa reconstrucción, la subjetividad pierde su propia esencia, su propio aliento vital. Es una reconstrucción idealizadora en la que desaparece lo diferente, lo Otro, lo que enturbia, para ofrecer lo Uno, lo igual. Los personajes, entonces, presentan comportamientos casi objetivos, representan formas ideales de comportarse, modelos, tipologías. Es por ello que la subjetividad reconstituida necesita ese toque de humanidad que haga verosímil la historia que se quiere contar, que haga reales a los personajes dentro de los límites de lo permitido. Ante esto, el realismo cree superar la potencial frialdad del ethos ideal enfrentando al personaje a una inmensidad de acontecimientos externos, unos imaginables y otros imposibles, unos históricos y otros fantásticos. En ese ajetreo, entre esa cantidad de situa

El blanco y dulce cisne de Jacobs Arcadelt

El Renacimiento musical trajo consigo el encumbramiento de la armonía. Bien es cierto que aún le quedará algún tiempo hasta que tome la fisonomía de una estructura perfecta, plenamente articulada bajo una reglas racionalmente conseguidas, tanto en lo teórico como en lo práctico. En cualquier caso, la tarea del teórico renacentista Gioseffo Zarlino fue la de dar sustento teórico a algo que ya estaba plenamente asumido por los oídos y plumas de aquella época, la nueva armonía basada en dos modos, el mayor y el menor. En este sentido, el acorde tríada, aunque no existía como entidad teórica, emergía en el fluir de las distintas voces que integraban el entremado polifónico. Zarlino, como buen renacentista, encontró su sustento racional en el mundo griego, cuna de nuestra racionalidad. En concreto, en el pitagorismo y en las relaciones numericas de la música mundana, aquella música producida por los astros que giran en el cosmos conforme a unas leyes numéricas y a proporciones armónic

Invención 23

Sin tiempo para reaccionar, Tus pasos, ajenos, Marcaban el tiempo, Del olvido, de la muerte. Y la lluvia, acompasada, Caía inevitablemente Sobre mi alma Ya enmohecida. -Soy la nada- decía, soy la nada.