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Mostrando entradas de noviembre, 2012

¡Autonomía!... y 4

La cuestión es que no queremos renunciar a la autonomía del arte pero vemos como necesariamente la obra de arte no puede permitirse el no intervenir en el contexto socio-cultural en el que estamos inmersos. Pero esa intervención no consiste en decir simplemente lo mal que están las cosas, como hoy en día nuestros "representantes culturales" hacen desde sus cómodas poltronas. El Capital, que todo lo puede, es capaz de dejarles, ¡ah! esos representantes, un lugar propio dentro de la maquinaria propagandística para que ellos protesten y den rienda suelta a sus ideales y todo siga igual. Ciertamente, ante esta situación, la mayoría nos encontramos ante cierta impotancia a la hora de hacer frente a los problemas que nos abruman. Se supone que herramientas como la huelga y otras expresiones al uso son los modos de poder revindicar nuestra autonomía artística cuando vemos que está siendo acosada o neutralizada por estamentos ajenos. Quizás convenga seguir la reflexión por esto, por

¡Autonomía!... (continuación)... 3

Resumen de lo tratado:  El Capital estimula en el mundo del arte, y no sólo en el arte, un tipo de autonomía centrada en la cosificación de cualquier cosa que pueda ser vendida y comprada como objeto artístico, y como parece demostrarse con el paso de los años, absolutamente todo parece, en potencia, ser considerado un objeto artístico. Es el mismo Capital, para limitar la siempre inevitable violencia antropológica que subyace en todo acto de cosificación, el que incorpora una especie de corrección, la ética del "tú debes", que actúa a la manera de cualquier seguro de vida que va unido a una hipoteca. Continuación: Hoy este tipo de autonomía ha devenido inviable. No hay ética del "tú debes" que logre solucionar la ejemplar desigualdad entre el desorbitado precio de un cuadro de Rothko y la inapetencia cultural de la juventud actual, sobre todo cuando las políticas de culturización a base de talonario han resultado, cuanto menos, inviables, por no decir cata

¡Autonomía!... pero Tirso, ¿que te he hecho yo para que me des esta tabarra?... 2

El capital necesita de "tús", de individuos concretos autónomos, de números. Por eso siempre me he mostrado disconforme con los que dicen que la música es matemática -¡estos pitagóricos! El Capital necesita de ti, de mi, de todo lo que pueda consumir y lo que pueda consumirse, porque uno mismo consume y es a la vez objeto de consumo, de ahí lo pornográfico del asunto del Capital. Entonces, ¿el arte debe renunciar a la cacareada autonomía? ¿Es necesario que el artista se someta a una autoridad moral superior a la que sus obras se deber rendir, o en términos más estéticos, ser reflejo fiel de una ética asumida como dogma de fe? El problema del tú debes, como ya he dicho antes, es que implica a alguien que actúa como el Yo ordenante, y en este caso, ese yo, para que el invento no se venga abajo, debe asumirse de manera axiomática. Así, muchas veces, sabiendo que ciertas cosas no son verdad, actuamos como si éstas lo fueran. Esto es el Capital: tú sabes que no es tan bonito

¡Autonomía!... del arte, por supuesto... 1

Quizás uno de los grandes del arte en la modernidad haya sido para alcanzar su propia autonomía con respecto a otras facetas o ámbitos de quehacer humano, como la moral, la política. Como dice Furtwängler esta mañana , el arte no tiene que ver con los mercados, la democracia, el comunismo, el FMI, el IVA, las políticas de austeridad, etc.  La pregunta que nos hacemos después de escuchar las palabras de Furtwängler es la siguiente: ¿cómo desvincular todas estas circunstancias que rodean actualmente al mundo del arte de la propia obra de arte? A este respecto, ¿qué pueden pensar los músicos, los de atril, sobre la autonomía del arte cuando ven peligrar sus puestos de trabajo ? Pero hablar hoy en España de autonomía es sinónimo de meterse en líos, porque no sólo el arte busca la autonomía, sino hasta el propio individuo, pasando por la patria... Quizás convenga repensar el concepto de autonomía para ver si podemos salir de este atolladero. Y en primer lugar, deshacernos de cualqu

¿Ves el futuro? ¿No?... ¡Y mis cojones treinta y tres!

Pasa el tiempo y parece que seguimos en el mismo lugar. Hoy parece finiquitada toda posibilidad de ilustración, de un mundo mejor, donde primen las relaciones de libertad, fraternidad e igualdad entre las personas. El futuro, como la casa, hipotecado.  En esas estamos. Seguimos creyendo en el futuro, ese mesianismo que nos va a lanzar, por obra y gracia de nuestra naturaleza humana, más allá, a un paraíso terrenal. Y esa parece ser nuestra desazón, nos dejan sin futuro . Pero conviene volver a plantearse el qué entendemos por futuro, si bien esa categoría, hoy tan en boca de todo el mundo, no es más que una palabra huera, un pasatiempo, un "mira ese elefante volando". El futuro: el vacío, la mierda, pero eso depende del estado de ánimo, porque ambos adjetivos remiten a lo mismo, a una misma sustancia amorfa. La fisiología de la palabra futuro, su absoluta negatividad, se muestra en el propio uso que se hace de ella. Como la plastilina, puede ser modelada al antojo de

¿No vas a la huelga?... No, si ya va mi representante

Como dice mi amigo Antonio, uno ya no sabe en que bando está, si con los indios, si con los americanos. Ni unos ni otros parecen merecer esa otrora simpatía o empática condescendencia. Y es que en la actualidad, la crisis de la representatividad ha llegado a cotas antes insospechadas: ni el dinero representa la riqueza, ni los políticos a sus votantes, y que decir del arte, ¡ah el arte!, ni la obra de arte representa ninguna realidad. Pero, lo que son las cosas, cuanto más se afana la realidad en mostrar que esa representatividad es un vulgar muñeco de paja, vacío, mera apariencia, el periodismo sigue "dale que te dale" con lo mismo: que si los representantes de esto dicen,  que si las personalidades de aquello nos aconsejan. Hoy son los representantes de la cultura los que nos piden que secundemos la huelga. Bien. Se me puede reprochar que es el propio diario el que incorpora ese sesgo, vamos, la muletilla de "los representantes de la cultura", y que vete tú a

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Diccionario para músic os pobres Mecenazgo:

No se si me entiende... me importa un carajo

Leyendo un artículo sobre el qué supondría el hallazgo de la partícula de Dios me ha venido esta anécdota sobre Shostakovich. Esto ya lo conté otro día, pero merece la pena copiar y pegar: Oliver Sacks en su E l hombre que confundió a su mujer con un sombrero , cuenta que una de sus pacientes estaba afectada por una extraña dolencia. Oía melodías prevenientes de su cabeza. Sacks continúa de esta manera:  " Un mes después de que yo viese a la señora O'M. salió un artículo en el New York Times titulado «¿Tenía Shostakovich un secreto?». El «secreto» de Shostakovich, se decía (lo decía un neurólogo chino, el doctor Dajue Wang), era la presencia de una esquirla metálica, un fragmento de bomba móvil, en su cerebro, en el cuerno temporal del ventrículo izquierdo. Al parecer Shostakovich se mostraba muy reacio a que le extrajesen aquella esquirla: Desde que tenía alojado allí el fragmento, decía, cada vez que inclinaba la cabeza hacia un lado podía oír música. Tenía

¿Eres ateo? No me jodas, tu eres un friki

Hace tiempo que los ateos han dejado de ser un problema para la iglesia. Las críticas a la religión de los Feuerbach o Marx, entre otros, parecen haber pasado de moda o, cuanto menos, han dejado de ser tan relevantes como en su día. En cualquier caso, como muestra el ¿descubridor? o ¿inventor?  del bosón -no me queda claro esto-, parece que el ataque a lo sagrado, a la religiosidad de la vida, viene por otro lado: la secularización, en la forma políticamente correcta de no mezclar las churras con las merinas. La ciencia actual, como el arte, parece asumir a pies puntillas la tesis de Yukuhama del fin de la historia, o sea, del fin de las ideologías. Y es que, una vez muerto Dios y finiquitada la versión teosófica para "comunistillas" del socialismo realmente existente, los diferentes ámbitos de la vida humana parecen renegar de ese plus de religiosidad o metafísica. Es lógico que Higgs se sienta ruborizado ante el paso por la pila bautismal de su bosón . Pero ese gesto,

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Hablábamos sobre el juego en el contexto de la obra de arte. Lo que nos diferencia de la animalidad, y por extensión, todo el mundo natural, es nuestro nivel de reflexibidad. Somos seres pensantes y ello nos obliga a tomar decisiones sobre el camino que queremos tomar. Si en los animales este “a dónde” ya está determinado en su propia “genética”, en el hombre ese “a dónde” tiene que ser pensado. Es por ello que cualquier actividad humana, no sólo la del trabajo, venga aparejada de una especie de plusvalía. Ciertamente, no sólo trabajamos para mantenernos vivos, en el sentido de obtener alimento y el resguardo necesario contra la climatología adversa y los depredadores, sino que hay un algo más, algo que dignifica al hombre, un direccionalidad, un rumbo, un fin. En términos éticos, esa dirección sólo puede alcanzarse por medio de la virtud. Lo contrario de esta, el vicio, consistiría en obviar la imperiosa necesidad de tomar partido, en definitiva, el encanallamiento.

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Seguimos con Tarantino y su tratamiento de la crueldad como espectáculo: Cuando se ponen en cima de la mesa todas las cartas lo más sencillo es mirar para otro lado. El cuento de la rata y la ardilla muestra muy a las claras como funciona nuestra psiqué , la humana me refiero. El asesino asume esta verdad como parte de su naturaleza, mientras que los más la escondemos en lo más profundo de nuestro ser -lo sagrado asoma de nuevo- (¡Uf, que esto es una miniatura!). Pero como el amor, espera ahí escondida... Esto ya lo dije otro día, hace tiempo...   Invención 11 Ves, esa es la llama De nuestro fuego. Está dormida, allá En la penumbra, Y aguarda ansiosa Ese viento fuerte Que la avive O la apague Para siempre.

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Dice José Ovejero, premio Anagrama de ensayo , en una entrevista en el programa -"quitao de'n medio"- Carne Cruda de Radio 3 , que las películas de Tarantino son un ejemplo de tratamiento de la crueldad como espectáculo.  Veamos un ejemplo: Pistola en mano, resumimos: El malo es el Otro. El malo es la sociedad. El malo soy yo. Esto da que pensar...

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Muchas veces conviene quedarse quietecito, nunca se sabe lo que se esconde en ciertos tipos de exhibiciones. La sociedad capitalista actual gusta de que el personal se posicione. ¿Ante qué? Me temo que en todo este asunto pone encima de la mesa "el miedo" al Otro. Ciertamente, somos una sociedad miedosa, por eso necesitamos que el Otro ocupe un lugar, para poder tomar medidas, para poder tomar distancia, sobre todo en un ¡vestuario masculino!. Es el amor al prójimo multicultural. También es un pretexto para no sentirse culpable. Mientras que los energúmenos encuentran "el blanco" perfecto para desatar su odio, los miedosos despliegan el típico paternalismo tolerante: "todos somos iguales". Bien, si todos somos iguales, ¿dónde está el imperioso interés en que el personal salga del armario?

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En cierto modo, a nuestros políticos actuales, fieles defensores de la democracia representativa, les sucede lo mismo que a los personajes de la película de Buñuel, el ángel exterminador. Tanto llenarseles la boca con lo de la fiesta de la democracia que al final terminan no sabiendo como salir de ella, de transcenderla. Mientras, se consumen, se corrompen, se encanallan, se envilecen... Pero, ¿qué hay detrás de la democracia, representativa en nuestro caso? El vacío, la nada. En este sentido, el eslogan "democracia real ya" también carece de sentido, porque trae a la realidad lo que nunca puede ser real. Sí bien ponen en un primer plano la necesidad de traspasar aquella puerta, la que no son capaces de traspasar nuestros políticos.