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Mostrando entradas de abril, 2012

Sobre el después y otros temas

El culto a la persona es uno de los rasgos identificativos de la sociedad en la que estamos inmersos. Hoy, especialmente, el culto al atleta de élite es sin duda uno de los casos más paradigmáticos. Esta idolatría asume el carácter de admiración que, como forma de autoengaño que ve en el atleta cosas que del todo no le pertenecen, o sea, la completud ontológica, está encaminada a lograr un tipo de satisfacción y de felicidad. Lo cierto es que, a través del ídolo, la masa -sé que el término políticamente correcto es el de afición- descubre la posibilidad de llevar a cabo parte de sus sueños. No hablamos, desde la vulgaridad, de la imperiosa necesidad de fama o dinero, sino de algo más sencillo, más humano, de la necesidad de ser reconocido, de la identidad, del ser alguien. Es así que podemos entender la idolatría como una forma de deseo de reconocimiento caracterizado por la pasividad. Yo me reconozco en el atleta, el cual es el encargado de someterse a una dura disciplina, lo a

De la estética formal a la hiperformal

Lo mismo que en política, la evolución de la estética en los últimos dos siglos es la historia del vaciamiento progresivo del arte, de su desvinculación con el horizonte de sentido en el que se sitúa el hombre y con el que trata de superarse, vencer, hacer suya la vida. Este horizonte, el ámbito sustantivo de la estética, es el espacio donde se produce la interacción entre los hombres y el mundo. El producto de esa interacción genera un continuo abastecimiento de medios homogéneos cuyo cometido es el de dar cuenta de las necesidades específicas de los hombres: afecto, subsistencia, identidad, participación, protección, creación, etc. El proceso de reducción o limitación de esas necesidades específicas es lo que podemos llamar como formalización estética . A bote pronto, los efectos de esta formalización se pueden mostrar en lo extraño que nos puede resultar el vincular la obra de arte a necesidades tan humanas como la afectividad, la protección, etc. Este, pienso, es el centro de a

En conversación... (con mi amigo Antonio José)

Uno de los problemas del arte en la actualidad es su cosificación. Museos, salas de concierto, teatros... pueden ser considerados como los zoológicos o parques naturales del arte. Son lugares donde se protege la obra aislándola de toda contingencia externa, de toda vinculación con la vida histórica del hombre. En este sentido, es lógico, sobre todo en tiempo de crisis económica, que la obra de arte vea peligrar su estatuto ontológico como objeto privilegiado de culto. Y es que el coste que supone la salvaguarda o profilaxis de ésta se topa con la cruda realidad: comer o morir. Es así que, como músico de calle, me sonría, por ejemplo, ante la cacareada muerte del cine español a causa de la inminente pérdida de subvenciones o ayudas económicas. Si bien es cierto que no hay que reírse del mal ajeno, si me permito decir que muchos artistas se han auto-proclamado como “representantes de la cultura”, en mi opinión, de una manera ilegítima. Y lo más preocupante, diciéndose gente de izquie