Para Julián Marías, e l pensamiento de Occidente va a oscilar entre el idealismo que entiende al hombre como res cogitans o puro yo y un biologismo que ve al hombre como algo que emerge evolutivamente y sin diferencia radical de la animalidad [1] . Y es que estas dos visiones, aunque en cierto mantienen su parte de verdad, sí que muestran un punto de vista que puede resultar parcial. Para el idealismo, el hombre no es el hombre de carne y hueso, sino el "yo". Mientras que el punto de vista biológico cuando habla del hombre habla de su carne y su hueso. La tarea de Marías, a partir de las elaboraciones de su maestro, Ortega, es la de trascender las dificultades que plantean las anteriores visiones, y en esto inicia una superación de la visión trágica de la vida de Unamuno que, como vimos en el primer capítulo, se quedó anclado en esta disyuntiva. Para ello, Marías propone, siguiendo la estela de su maestro, el situarse en el punto de vista de las realidades radicadas, es...
Y mi amor fue tomando forma, igual que una sonrisa tímida.