En las reflexiones sobre estética de Theodor Wiesengrund Adorno la música ocupa un lugar fundamental. En cierto modo, y utilizando terminología hegeliana, su vida fue una continua disputa dialéctica entre las dos disciplinas que trabajó y dominó, la filosofía y la música, y a las que en ningún momento renunció a lo largo de toda su vida. Es así como en su pensamiento encontramos numerosas y valiosas reflexiones sobre la música que nos hacen suponer que ésta se halla en el centro de sus pensamientos y sobre cuya estructura parece haber elaborado su teoría estética general. En concreto, en atención a la música, escribió numerosos ensayos que culminaron en su síntesis teórica: Teoría Estética 1 , publicada incompleta y póstumamente en 1970. La Teoría Estética es una reflexión sobre la propia estética como disciplina y en la que Adorno se plantea la posibilidad de salvarla de la precaria situación en la que se encuentra en una época concreta, la de las vanguardias históricas, los mass-medi...
Y mi amor fue tomando forma, igual que una sonrisa tímida.
Comentarios
en la conclusión de su ensayo: «Quizá
pueda comparársele un tanto provocadoramente
con Mendelssohn, cuyo
uso consciente de su prodigioso talento
era escribir música que afirmara
una serie de valores éticos y espirituales.
Mendelssohn cultivó la accesibilidad
y la franqueza y al hacerlo así se granjeó el afecto de las clases medias
educadas de Europa y América en el
siglo XIX. A finales del siglo XX y comienzos
del siglo XXI Shostakovich
atrae, con la franqueza y la accesibilidad
mendelssohnianas, a los hastiados,
si es que no cínicos, sucesores de los
oyentes del siglo XIX, a un público que
ya no encuentra razonables las expectativas
utópicas incondicionales. Si
reaccionamos ante Shostakovich como
algo más intenso, personal y profundo
es porque en nuestro tiempo parece
difícil hacer acopio de la capacidad
para el optimismo, la generosidad, la
tolerancia y la confianza que Mendelssohn
tenía tanto interés en profundizar
por medio de la experiencia de la
música. Puede que por eso prefiramos,
por tanto, subordinar o despolitizar la
fuerza y la franqueza de la brillantez
afirmativa en la música de Shostakovich
» (p. 378).*