El otro día un periódico nacional tuvo a bien el sorprenderme con una noticia sustanciosa . Lejos de afirmar cosas baladíes, el citado príncipe cargaba los cañones contra la vieja Europa y, como no, su realeza exigía como rival a un gran caballero. Es verdad, Galileo no es un cualquiera. Pero obviando la cita a este gran personaje de la historia -esto no es más que una mera cuestión estética- en estas declaraciones subyace una disputa añeja que, aún hoy, deja de estar resuelta. Sí, es como esa almorrana que siempre está ahí y que de pronto, en el peor momento, asoma y toma su protagonismo. Siguiendo con el tema, esta disputa viene enfrentando a dos concepciones del mundo, visiones no sólo físicas sino también teológicas: la neoplatónica y la mecanicista. La primera consideraba que las interacciones de los cuerpos del universo, seres humanos incluidos, tenían una causa espiritual. Un Dios voluntarista y providente es el que determinaba, como le viniera en gana, el movimiento de las c...