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Sinfonía nº 11 de Dimitri Shostakovich y el realismo socialista

Tal como apunta Krzysztof Meyer en su libro Shostakovich, su vida, su obra, su época (Alianza Música), la sinfonía nº 11 de Shostakovich ha sido considerada como uno de los ejemplos más característicos del realismo socialista del periodo de deshielo iniciado por Jruschov. Contemporánea a esta composición es el libro de Lukács Significación actual del realismo crítico. Sirvan esta audición, final del 4º movimiento, subtitulado el toque de rebato -esta expresión se utilizaba para expresar el peligro de una incursión repentina del enemigo sobre el pueblo, al cual se avisaba tocando aprisa las campanas para que se pusiese en defensa- y los siguientes apuntes sobre este libro de Lukács como una invitación a la comprensión del realismo socialista como propuesta estética.

En el prólogo de su libro Significación actual del realismo crítico, ante la caída de Stalin y el consiguiente replanteamiento de su obra, Lukács quiere dejar claro que esta revista no tiene que llevar implícita una revisión de la doctrina de Marx y Lenin. Para ello, según el, es necesario romper sin miramientos con el dogmatismo de Stalin y del periodo stalinista1. Pero romper con ese dogmatismo no significa obviar, lo que Lukács considera, lo positivo de la obra de Stalin2. Pero ¿Qué es eso positivo? Sin duda, el realismo socialista. Para Lukács sería un error rechazar el realismo socialista, o sea, toda la crítica marxista dirigida contra la cultura, por él denominada, de decadencia, al considerarlo simplemente como un obstáculo para la expansión y el progreso del arte. Todo lo contrario, es necesario realizar un análisis riguroso de lo que significa el realismo para así comprender las positividades de esta estética socialista. Y esto tiene una importancia capital ya que, tal como dice Lukacs, la verdadera coexistencia en el campo de la cultura, el diálogo eficaz entre representantes de distintas culturas, solo puede surgir sobre la base de una mutua comprensión3. Así, muy al contrario de lo que se puede pensar a primera vista y, mucho más, después de la caída del muro de Berlín, el realismo que propone Lukács parece tener una perspectiva mucho más respetuosa con otras tendencias y, lo que es también muy interesante, tiene un espíritu autocrítico. No se puede interpretar esto de otro modo: Y forma parte de la verdad acerca del realismo socialista el hecho de que, durante el periodo stalinista su contenido y su forma fueron muchas veces seriamente deformados a causa de graves errores4.

En este análisis crítico que realiza sobre el realismo comienza examinando el fenómeno del vanguardismo, al que considera como antirrealismo. El parámetro que toma en cuenta en primer lugar es el elemento histórico y social. Para la vanguardia, según Lukács, el hombre, el individuo, existe esencialmente solo por toda la eternidad, ontológicamente independiente de toda relación humana y, con mayor razón, de toda relación social5. Para él, como paradigma de esta visión del hombre se encuentra el pensamiento de Heidegger. Éste define la existencia humana como un haber sido lanzado a la vida, dando así la mejor descripción de esta soledad ontológica del individuo humano6. La esencia de este hombre aparece desprovista de toda historicidad, de toda historia interior. Ese hombre no puede desarrollar una relación vital con el mundo que le rodea. En otras palabras, Lukács supone que el hombre así entendido mantiene una posición pasiva ante el mundo que le ha tocado vivir, el que le viene dado, y, por lo tanto, su capacidad para cambiar las cosas quedan neutralizadas.

Siguiendo con el propio Lukács, este concepto de esencia del hombre, al penetrar en todos los ámbitos de la vida artística en una forma peculiar, había de influir profundamente en todos los principios de la creación artística7. Esto se manifiesta en la exaltación de la subjetividad, del individuo solitario y sus temas: la cotidianidad y excentricismo de las obras de vanguardia. Lukács pone como ejemplo las creaciones literarias de Joice y Kafka, entre otros. Todas ellas muestran a unos sujetos descentrados, subsumidos en la propia soledad de sus pensamientos, sus miedos, sus locuras, alejados de la realidad que les rodea. Esto tiene como premisa ideológica la negación de toda racionalidad en la existencia y de toda relación entre los hombres8.

Este exceso de subjetividad lleva acarreado la pérdida de perspectiva entendida ésta como principio de selección. Esta pérdida, en cierto modo, neutraliza al sujeto, lo paraliza lo convierte en un sujeto pasivo, estático. Esta estaticidad se manifiesta en la pérdida de objetivo, la pérdida de esperanza del hombre. Como ejemplo, Lukács utiliza las palabras de Dostoievsky: “Cuando el hombre pierde el objetivo y la esperanza no es raro que, ante el tedio, se transforme en un monstruo...9.

Las consecuencias en el mundo del arte de esta pérdida de objetividad y de su movimiento en la realidad y el excesivo énfasis en la subjetividad el mundo creado se disgrega en mundos parciales heterogéneos y opuestos entre sí10, en lo que Lukács llama el antirrealismo.

A pesar de este dualismo entre realismo y vanguardia, Lukács manifiesta que los límites que separan ambas tendencias no son tan claros como parecen. En cierto modo, esta división tajante la realiza por motivos analíticos y críticos. El caso es que, como él mismo apunta, las artes de vanguardia contienen importantes elementos del reflejo de la realidad actual, de las cualidades típicas, de la singularidad del hombre de hoy, de su relación con la realidad, etc.11 El arte de vanguardia, así entendido, surge de una realidad concreta, la edad del periodo imperialista. Por lo tanto, la vanguardia es fiel reflejo de una época concreta y tiene como cometido la toma de partido frente a tendencias políticas, como el nacionalsocialismo hitleriano y el dogmatismo stalinista, que violaban o limitaban la libertad del artista creador. El problema para Lukács es que la vanguardia se enfrenta a esto de un modo inmediato y no crítico12. Es decir, que frente a las objetivaciones dogmáticas impuestas por las circunstancias político-sociales, la vanguardia ataca con su contrario, la subjetivación más exacerbada haciendo de las experiencias subjetivas la esencia de la realidad13. Sin embargo, como apunta Lukács, si bien es cierto que existe una fisura entre lo subjetivo y lo objetivo, ésta no es definitiva ni radical, sino que debe entenderse, a la manera hegeliana, como un elemento de un proceso de despliegue dialéctico de la subjetividad creadora, de acceso a la esencia de la realidad histórico-social14. Por lo tanto, la objetividad que trata de recuperar Lukács, en esencia la misma que recoge de las enseñanzas de Marx, es esa en la que todo lo que en el escritor tiene que ver con su propia vida, todo lo que como hombre y como artista experimenta ha de tener ese carácter histórico-social concreto15.

Es así que todo reflejo artístico que se adecua a la realidad tiene que tener ese carácter dinámico concreto, esa direccionalidad concreta y determinada, ese ¿de dónde? y ¿adónde?, porque la realidad es en esencia dinámica.

Llegamos ahora al problema del ¿adónde? Lukács es valiente y da el paso decisivo: entiende que el artista, desde hace un siglo, le resulta difícil sustraerse del objetivo de la vida humana sin tomar una posición concreta con respecto al socialismo. Si quiere pensar el ¿adónde?, necesariamente tiene que pasar por el socialismo. Es en este punto crítico donde el miedo ante el socialismo como solución a los problemas que estaba dando el capitalismo transforma al hombre en un ser perdido. Como dice Lukács, el rechazo del socialismo se convierte en una ideología de cruzada, y si bien se ha hecho una consigna de la salvación y mantenimiento de la democracia, surge el temor, que crece de día en día, de que la “rebelión de las masas” ponga en creciente peligro la soberanía de las élites16. Es así, que lo que Lukács reprocha a los artistas de la corriente vanguardista, a los cuales no pretende ligarlos por su decadencia con la política hitleriana o de la guerra fría, es esa falta de toma de posición ante la imagen del mundo que tenían a la vista. En cierto modo podemos hablar de un proceso de des-humanización, entendida como negación de todo contenido humano a través de la huida ante la realidad del presente.

Es así que el realismo, para Lukács, supone la posibilidad de un mínimo de vida con sentido (o por lo menos de una esperanza de esta vida) en la sociedad burguesa, mientras que en el vanguardismo desaparece tal perspectiva17. Como vemos, la idea de esperanza es clave en esta reflexión. Tiene que haber alguna manera de superar este clima de desesperación, de angustia, de desconfianza, que provoca la propia sociedad capitalista. Es por ello que en Lukács encontramos una convergencia entre el realismo crítico, ese que se coloca críticamente ante su circunstancia y contexto, y las ideas socialistas, o sea la lucha por la emancipación humana y por la paz. El realismo, y pone como ejemplo a Kafka, que sólo se limita a expresar lo más fidedignamente el sentimiento ante la vida es un realismo que no participa de la verdadera esencia de ésta, o sea, de su ¿de dónde? y su ¿adónde? No existe, pues, un mundo, una realidad, una condición humana eterna, intemporal o supra-histórica. Todo lo contrario, de lo que se trata es de las potencialidades humanas, de ese poder del hombre para transformar la naturaleza con su fuerza de trabajo, ese, como diría Marx, hacer del objeto de la naturaleza un objeto humano que implica la adopción de una direccionalidad, de una perspectiva.

Por tanto, para Lukács, la pregunta sobre el arte, no tiene que ver con asuntos formales o de contenido, sino que va dirigida a la conducta del hombre hacia la vida18, que se manifiesta en toda creación artística. Así pues, ¿debe concebirse al hombre como víctima indefensa de fuerzas trascendentes, incomprensibles e invencibles, o como miembro de una sociedad humana en la cual su actividad tiene cierto papel, mayor o menor, pero en todo caso codeterminante de su destino?19

Esta pregunta no debe entenderse como una disyuntiva entre asumir la desesperación y la angustia o escapar de ella. Para Lukács, y en esto supera cualquier dogmatismo, aunque no la problemática de la dialéctica, esta alternativa abre muchas posibilidades, abre infinitas aplicaciones, pues ninguna creación artística deja de tomar partido, a favor o en contra, consciente o inconscientemente, de la realidad de la que surge, del momento histórico del que brota. Por lo tanto, y desde el punto de vista político, no se trata de la elección entre capitalismo o socialismo, sino de la elección entre la guerra y la paz, se trata, en definitiva, del esfuerzo de toda la humanidad por su propia salvación20.

Es así que el realismo socialista, entendido como superación del realismo crítico, busca en las cualidades del hombre todo lo que hay de voluntad y capacidad para crear una sociedad mejor y lo más justa posible. La protesta contra el capitalismo, aspectos comunes en los dos realismos, adquiere concreción con el realismo socialista al definir claramente cual es el camino. Para Lukács, el realismo socialista sería como la actualización del realismo crítico ante los nuevos ojos marxistas que ven el camino del socialismo como el curso mismo de la realidad social. Es por ello por lo que no hay más camino que la descripción de una imagen auténtica de la realidad sea, lo quiera o no el autor, un apoyo real a la crítica marxista del mundo capitalista, y que contribuya a la construcción del socialismo. En este sentido, es difícil llevar a cabo las ideas del realismo socialista sin asumir en primera instancia el realismo crítico. Es por ello que Lukács toma como modelos a seguir a los grandes representantes de la literatura realista como Thomas Mann, Goethe o Tolstoi.

Con esto llegamos a la crítica que realiza a la estética socialista dogmatizada en el periodo stalinista. Para Lukács, en cierto modo, el realismo crítico se creyó superado en la época de Stalin. Ya no hacía falta una actitud crítica por la sencilla razón de que el socialismo se creía sólidamente asumido por el pueblo soviético, circunstancia nada más alejada de la realidad. Como dice Lukács, la instauración de la dictadura del proletariado no puede crear inmediatamente, salvo en determinados campos, formas expresas de existencia socialista; (…) las formas de existencia socialista, estatales y sociales, funcionarán largo tiempo de tal modo que los hombres que en ella vivan cumplirán ciertamente con sus preceptos, pero lo harán todavía, en gran medida, con una conciencia que en muchos casos seguirá siendo burguesa21. Si el socialismo realmente no está instaurado en las complejas relaciones de la sociedad y si obviamos la única fuerza crítica que desentraña la verdad de la existencia de un momento concreto, es fácil que las fuerzas subjetivas afloren irremisiblemente en las formas de dogmatismo y practicismo. Es por ello que Lukács mantenga cierta predilección por las formas del realismo crítico del pasado a las que considera como un vehículo todavía necesario para superar la problemática burguesa.

1Lukács, Georg, Op. cit. Pg, 10.

2Ibid, Pg, 10.

3Ibid, Pg, 174.

4Ibid. Pg 174.

5Ibid. Pg. 21-22.

6Ibid. Pg. 23.

7Ibid. Pg. 24

8Ibid. Pg, 37

9Ibid. Pg, 43-44

10Ibid. Pg, 48.

11Ibid. Pg, 61.

12Ibid. Pg 63.

13Ibid. Pg 63.

14Ibid. Pg 68.

15Ibid. Pg 69.

16Ibid. Pg 80.

17Ibid. Pg, 88.

18Ibid. Pg. 105

19Ibid. Pg, 105.

20Ibid. Pg, 112.

21Ibid, Pg, 144.

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