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En conversación... (con mi amigo Antonio José)


Uno de los problemas del arte en la actualidad es su cosificación. Museos, salas de concierto, teatros... pueden ser considerados como los zoológicos o parques naturales del arte. Son lugares donde se protege la obra aislándola de toda contingencia externa, de toda vinculación con la vida histórica del hombre. En este sentido, es lógico, sobre todo en tiempo de crisis económica, que la obra de arte vea peligrar su estatuto ontológico como objeto privilegiado de culto. Y es que el coste que supone la salvaguarda o profilaxis de ésta se topa con la cruda realidad: comer o morir. Es así que, como músico de calle, me sonría, por ejemplo, ante la cacareada muerte del cine español a causa de la inminente pérdida de subvenciones o ayudas económicas. Si bien es cierto que no hay que reírse del mal ajeno, si me permito decir que muchos artistas se han auto-proclamado como “representantes de la cultura”, en mi opinión, de una manera ilegítima. Y lo más preocupante, diciéndose gente de izquierdas. Aquí nos puede valer las reflexiones de G. Lukács sobre lo atractivas que resultaban a los intelectuales y artistas “burgueses” del siglo XIX las ideas socialistas, pero que, a la hora de la verdad, éstos sentían un miedo terrible ante la insinuación de que se llevaban a cabo al 100 %: sus preciadas obras podrían convertirse en papel para envolver las castañas[1].

Esto, creo, les sigue pasando a la mayoría de los artistas de izquierda liberales de hoy en día. Las ideas progresistas les son atractivas prima facie, como eslóganes grandilocuentes, quizás porque saben que no hay nadie en la actualidad que se atreva o pueda llevarlas a cabo, y me refiero a alguien cercano. Como bien dice Zizek, haciendo hablar a un izquierdista liberal imaginario: “Siendo realistas, nosotros, la izquierda académica, queremos parecer críticos y, simultáneamente, disfrutar de los privilegios que nos ofrece el sistema. Así que bombardeemos el sistema con demandas imposibles: todos sabemos que estas demandas no se cumplirán, así que podremos estar seguros de que nada cambiará realmente y podremos seguir manteniendo nuestra condición de privilegiados[2]”.

Y no lo digo por envidia, pero me gustaría ver, con la que está cayendo, a Baremboim dirigiendo a una orquesta de jóvenes provincianos, gente sencilla, con sus problemas, con sus cosas, en vez de esa espectacular orquesta islámico-judeo-cristiana, la “alianza de civilizaciones” hecha carne, eso si, a base de talonario. Pero, no nos engañemos, lo que nos encontramos en realidad en la vida cotidiana, en nuestro quehacer diario, es el choque, el enfrentamiento en el seno de una misma civilización, la civilización europea. Y eso se siente especialmente en los lugares de frontera, por ejemplo España. Este enfrentamiento no es más que el síntoma de un proceso de vaciamiento de la política, y esto no sólo incumbe a España. Este vaciamiento de la política consiste en el proceso de postergación de decisiones cruciales que afectan a nuestra vida. La vida, tal como apunta Ortega, consiste en una perenne toma de decisiones ante unas circunstancias acuciantes. Esta incapacidad que mostramos ante la toma de decisiones vitales se solapa con movimientos grandilocuentes, con los brindis al sol, con las ridículas posturas vacías, en palabras de Zizek. ¿No es la alianza de civilizaciones, o choque de civilizaciones para los ideólogos de derechas, ese mirar hacia otro lado ante los problemas que me abruman y no soy capaz resolver o asumir?

Decía Ortega que hay que asumir la realidad que nos ha tocado vivir, y que esta, en lo político, está marcada ya por el libre mercado mundial. La globalización, pues, no es una opción, es el camino que hemos querido seguir. Y la globalización implica la multiculturalidad. ¿Por qué no asumimos que no hay civilizaciones sino una única civilización y que los problemas con los que nos enfrentamos son los que hemos decidido tener, los problemas que traen consigo el mundialización de la vida, el tener que tratar con el Otro, el diferente, el distinto? Otra cosa no es el libre mercado. Pero, ¿el Estado moderno está preparado para esto?

Ortega titulaba el capítulo XIII de la primera parte de “La Rebelión de las masas[3]”: EL MAYOR PELIGRO, EL ESTADO. Ese peligro venía, como bien apuntaba en capítulos anteriores en relación a la ciencia, de la especialización. Yo lo llamaría cosificación, pero lo mismo da, que da lo mismo. Como ves, vuelvo al principio, si me permites este giro  estético-político: Este es el mayor peligro que hoy amenaza a la civilización: la estatificación de la vida, el intervencionismo del Estado, la absorción de toda espontaneidad social por el Estado; es decir, la anulación de la espontaneidad histórica, que en definitiva sostiene, nutre y empuja los destinos humanos[4]. Ciertamente, y esto no es un problema solo español, el Estado moderno europeo está sufriendo este anquilosamiento que le ha llevado a la crisis. En este sentido, la comunidad europea puede ser entendida como esa ridícula postura vacía –no hay más que escuchar las palabras de Sarkozy con respecto a España en estos días. ¿No es el problema de España un problema europeo? La mano a cuello. Las dos Españas, las dos Europas, los dos hemisferios, etc. Recuerdo al cuerpo de profesores: funcionarios vs interinos, los del pueblo vs los de fuera, los interinos con tiempo de servicio vs los interinos sin tiempo de servicio, los funcionarios pata negra vs los funcionario nuevos, etc. El cuento de nunca acabar. El peligro de la especialización, que diría Ortega.


[1]     Cfr. G. Lukács, Significación actual del realismo crítico, Biblioteca ERA, México 1984
[2]     S. Zizek, Bienvenidos al desierto de lo real, Akal, Madrid, 2005, pg 53.
[3]     Jose Ortega y Gasset, La rebelión de las masas, Espasa-Calpe, Madrid, 1994
[4]     Op. Cit., pg. 166.

Comentarios

José Osvaldo Fernández ha dicho que…
Hola!

Reflexiones francamente interesantes, que voy a leer y desmenuzar, coma por coma, unas cuantas veces más.

Un abrazo,
Antonio José ha dicho que…
¡NI SIQUIERA LO HABÍA LEÍDO! Me cambiaron el formato de esto de blogger o como se llame y que tan bien me iba y me he despistado y las GUERRILLAS... ¡YA SABES!
PERDONA, RAFA, VUELVO CON PAZ TAMBIÉN SOBRE ESTE ASUNTO, INTERESANTE, SEGURO...
OTRO ABRAZO.
Unknown ha dicho que…
Rafa: no contestar es reducir al emisor a la condición de cosa, inadmisible. CONTESTO LO QUE PUEDO a cuanto aquí me escribes en RAFA, ESCRIBO A CIEGAS (http://antoniojosealcalavique.blogspot.com.es/). Abres muchas brechas y no sé cerrarlas, lo siento. Hay que tener más conocimiento y capacidad de las que tengo. Es así. Un abrazo.
Anónimo ha dicho que…
mira el maestro como corre k pasa trom q tkeres acer famoso noooooo jejejeje

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