Supongo que el objeto de toda confesión es el perdón. Pero, ¿qué confesamos? Pienso que tras toda acción, toda institución o todo acontecimiento, ya sea pasear con tu familia, un parlamento democrático o una olimpiada, hay un sustrato amorfo, una fuerza indomable, un obsceno ser que lo sustenta. Que toda esa nada, por inenarrable, quede ahí, oculta, retenida, no debe hacernos olvidar de su existencia. Es así que el hombre no es bueno, o malo, por naturaleza, sino que más bien su naturaleza está hecha del bien y del mal. Toda confesión, por tanto, supone la asunción de esa radical alteralidad humana. Uno de los casos que más me han llamado la atención fue la confesión de Alex Schwazer, marchador que dio positivo por EPO antes de las pasadas olimpiadas y que finalmente ha sido sancionado con 4 años: " No siento ya el placer de entrenarme 35 horas a la semana haciendo siempre la misma cosa. He hecho jornadas enteras a duras penas, me entraban náuseas. Cuando haces una cosa...