Último Campeonato de España de 50 km, Montijo (Portugal) |
Anda preocupado un entrenador de marcha de élite por el espectacular ascenso de lo que se viene a llamar “el running”. Entiendo, por sus palabras, que “el running” es, además de amateur, ajeno al supremo organismo atlético que es, en nuestro caso, la RFEA y sus correspondientes federaciones territoriales. El “runner”, por tanto, no está federado, es lo podríamos llamar en términos “westerianos” un “fuera de la ley”. A primera vista, parece absurdo plantearse el peligro que supone que a la gente le haya dado por correr, por llevar, como dice mi amigo Óscar, una vida sana, o plantearse retos personales como lograr terminar un maratón, o lo que sea, pero, ciertamente, aquí lo que nos interesa es comprobar que toda esta gente, como aquel que dice, no cotiza y, por lo tanto, el atletismo legalmente conformado, el de las federaciones, el de los mundiales y europeos, el de los controles y campeonatos de menores, el de los atletas de élite y sus becas, el de las medallas internacionales, etcétera, pierde una importante fuente de ingresos económicos, ingresos que, convenientemente invertidos, sirven para desarrollar todas las actividades, y algunas más, anteriormente citadas. Por tanto, es muy razonable la gran preocupación de nuestro entrenador ante la realidad que nos acucia y a la que, como no puede ser de otra manera, debemos hacer frente para poder defender lo que consideramos que es digno de ser salvado, de ser mantenido, o sea, “el atletismo”.
Hace unos años asistía a un curso de la Universidad en la que estudio. La clausura de dicho curso consistía en una mesa redonda donde 4 o 5 ponentes proponían, opinaban, o simplemente comentaban, sobre el tema del curso, todo esto abierto a las intervenciones del público. Recuerdo que intervino un profesor de psicología de una Universidad cualquiera, que además era sindicalista, en definitiva, un hombre comprometido con los problemas de la sociedad actual. Explicaba el buen hombre sobre no se que de la creación de una revista de espíritu crítico y los problemas que tenía para que los jóvenes, y no tan jóvenes, se involucraran en ese proyecto. Su visión de la realidad social era muy pesimista: “la gente pasa de todo y no quiere involucrarse en los grandes proyectos emancipatorios”. Personalmente, esos discursos me vienen cansando desde hace tiempo, pero no porque no crea en que sea posible que el hombre aspire a una vida mejor, sino por la insistencia en unir la pasividad de la gente con la posibilidad de cambiar las cosas. Es así que le pregunté a ese hombre una vez llegado mi turno de intervención: ¿y no ha pensado que la fórmula que usted propone como medio para despertar a la gente no es precisamente lo que la gente tiene en la cabeza? ¿No ha pensado -vistos lo avances tecnológicos, el creciente papel de las redes sociales- que una revista dirigida, articulada desde un sindicato, se ha convertido en un modelo en el que ya nadie cree?
Desde este punto de vista, el problema ya no estaría en la propia gente, en ese “runner” que decide ir a correr -ya sea por moda, ya por salud, o por vete tu a saber por que reto personal a superar-, sino en ese “algo que se nos ha ido de las manos”, algo que no hemos tenido en cuenta y que, ciertamente, ahora pasa su factura. En cualquier caso, parece claro que lo que toca es ponernos manos a la obra, lo cual conlleva el no congratularse con uno mismo, es decir, que poco aporta a la causa el sentirse una persona especialmente virtuosa. No, no es suficiente con señalar lo que nos diferencia, ellos los “runners” malos y nosotros los buenos, esos “locos” del atletismo federado que nos mantenemos en la brecha, esos garantes de la verdadera esencia del atletismo, porque ¿“locos”, a qué locos nos referimos, incluso los que no nos sentimos especialmente acogidos por ese “atletismo federado”?
Todo esto, que sirve como preámbulo, viene al caso porque, y para no andar con rodeos, me siento especialmente molesto por la decisión de convertir el campeonato de España de Marcha de 50 km en un 35 km. Evidentemente, puede pasar esta reivindicación como una cuestión personal, pero quizás sabiendo que somos muy pocas personas las que practicamos esta disciplina y, evidentemente, el recurso de “la gran mayoría” puede sonar hasta ridículo, ese personalismo adquiere otro matiz, y es que lo mismo que son muy pocos los que optan a ocupar una plaza en la selección -y, de la misma manera, una reivindicación sobre unos criterios de selección puede catalogarse como un asunto personal-, también somos muy pocos los que, por lo que sea, nos enfrentamos a esa prueba, la de los 50 kms, bajo la forma del reto personal, nos la tomamos como un simple asunto de superación sin mas miras que la satisfacción por el trabajo bien hecho.
Es significativo, pues, que en el contexto de los “locos del atletismo federado”, y más concretamente en el de la marcha, existen clases y clases, porque, si había algo que nos unía a todos los “locos de la marcha federada” -sí, esos que pagamos religiosamente la licencia- es que teníamos la posibilidad de poder competir -siempre que cumplieran unas normas, evidentemente, como es preceptivo- en una prueba oficial del programa del atletismo, el 50 kms marcha. Hoy en día, en España, y un año después en Portugal, esa posibilidad ha quedado extinguida, aniquilada por decreto. Poco importan las razones que se han puesto sobre la mesa, pero lo que no cabe lugar a dudas es que se obvia lo más elemental, es decir, eso por el que los “locos del atletismo federado” luchan, por el programa atlético oficial en toda su riqueza de pruebas. Se obvia lo que ya el viejo Kant denominaba como el elemento a priori de toda construcción, es decir, aquello por lo que el atletismo es atletismo y no otra cosa, y a partir de lo cual se articula un mundo más o menos estable en el que se mueven personas con motivaciones, en muchos casos, diametralmente opuestas. Porque, y siguiendo con Kant, todo esto significa que ese horizonte común ha sido apropiado por unos pocos, ya sean los jóvenes que se muestran indecisos a la hora de saltar a una prueba como la de los 50 kms marcha, ya sean los atletas internacionales que así se encuentran más descansados, etcétera. Pero sería injusto personalizar de esta manera. ¿En verdad son los jóvenes los que se apropian de ese horizonte? ¿En verdad son los atletas internacionales los que se apropian de ese lugar común? No, amigo lector.
¡No!, me mostraría extremadamente injusto personalizando en unos y otros. Incluso este texto, aunque da comienzo a partir de un pensamiento de un compañero, no va dirigido contra él -por eso ni siquiera lo he citado. Todo lo contrario, ya se sabe que en un tweet cabe lo que cabe, yo simplemente lo he desarrollado, libremente, a mi manera, para poder comunicar mis ideas. Lo que trato de decir es que esa norma es injusta, porque convierte un fin, una prueba concreta como los 50 kms marcha, en un medio para no se que otro fin, es decir, que esa prueba ya no es horizonte en el cual cada atleta, sea cual sea el nivel atlético, poder alzar la mirada, sino que esa prueba se convierte en un medio para conseguir X medallas, para hacer un equipo para la Copa potencialmente competitivo, y esos objetivos, perdonadme que insista, SIEMPRE SON PERSONALES, pertenecen a un atleta en concreto, el atleta que entrena día a día, pero que hay otros objetivos que se mueven en ese mismo horizonte, también loables, y no hablo de poner zancadillas a los atletas de élite. Por tanto, si ese el el fin que busca la RFEA, bienvenidos los “runners” y toda esa variopinta fauna de andarines, “saltabalates” y demás “cabras locas” que llenan las carreteras y montañas en las distintas variedades de carreras.
Y todo esto, amigo lector, sin acritud.
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