
Decía
Nietzsche que “el hombre ama dos cosas: el peligro y el juego. Por
eso ama a la mujer, el más peligroso de los juegos”. Pues, a la
luz del artículo, podríamos concluir que el pobre filósofo fue el
más torpe de los jugadores, y esa torpeza acabara por hacer derivar
al propio filósofo por la senda misógina. Que su carácter misógino
esté relacionado con su filosofía, sobre todo con su idea de
superhombre, o sobrehombre como se ha llegado a traducir, es un tema
bastante complejo que, sin duda, no puede ser resuelto con una simple
vuelta a las circunstancias familiares, sociales, etc., tal como
parece pretender el autor del artículo.
Desde
mi modesta opinión, lo que está en juego es la relación de YO con
el OTRO, y aquí un punto de vista dialéctico ayudaría sobremanera.
En este sentido, Zizek nos brinda un buen ejemplo en varios de sus
textos. Me refiero a un chiste, el chiste del judío Soviético
Ravinovitch que se presenta al funcionario de la oficina de
migraciones para declarar que quiere emigrar. El funcionario le pide
una explicación, y él habla de dos razones. “La primera es que
tengo miedo de que el poder comunista en la Unión Soviética se
derrumbe y que cuando la reacción llegue al poder le eche la culpa
de todos los errores del socialismo a los judíos, los chivos
emisarios habituales. Entonces habrá nuevos pogroms...”. A
esto que el funcionario trata de calmarlo: “pero eso es absurdo, el
poder comunista en la Unión Soviética es invencible, durará
siempre; nada puede cambiar en la Unión Soviética...”. “Ahí
tiene la segunda razón”, termina respondiendo Ravinovitch.
Traslademos
este ejemplo a una relación de pareja cualquiera. Quién no se ha
enfrentado a la situación en la que la pareja (da igual el sexo) te
dice: “tengo miedo de que ya no me quieras, de que ya no te guste,
etc...”, y uno responde: “pero cariño, después de tantos años,
tanto como hemos pasado juntos, los buenos y malos momentos, no
puedes dudar de nuestro amor...”. La conversación suele terminar
ahí, pero si seguimos el mismo esquema del chiste, la
contra-respuesta de la pareja podría ser esta: “pero es eso
precisamente lo que me aterra, que la relación siga siendo igual,
día tras día, año tras año, que nada cambie, que no pase nada”.
Lo que está en juego no es tanto el amor de una persona hacia otra,
sino la propia relación entre la pareja. Hablo de la relación que
se vuelve monótona, vulgar, y es eso lo que está en juego, la
relación, no el amor, no esa idea abstracta.
Este
es el juego de la dialéctica. Como se ve, no se trata una sencilla
reconciliación entre contrarios siguiendo el esquema
tesis/antítesis/síntesis, sino que en la propia negación de la
tesis, la antítesis, se encuentra el resultado, la síntesis, pero
adoptando una perspectiva diferente. Es decir, que la solución ya
está, no es un mero acordar, ceder, como se pide/exige
habitualmente, sino en la capacidad de cambiar de perspectiva. Así,
esa falta de capacidad es la que nos puede dar la clave a la hora de
entender el carácter misónigo de Nietzsche y su derivación
filosófica. Incluso podríamos atrevernos a aplicar este mismo
esquema a una ficticia conversación entre Nietzsche y la mismísima
Lou von Salomé: “Querida Lou, qué destino tan maravilloso nos ha
unido hoy en este recóndito lugar, ¿estaremos hechos el uno para el
otro? (tesis)... a lo que Von Salomé le replica: “déjate de royos
Federico, como amigos que somos, hemos venido a tomarnos unas
cervezas con tapas, y a ver lo que surge, que por la noche todos los
gatos son pardos...” (antítesis). Y cómo síntesis: “compórtate
como un hombre y verás como el destino nos une como Dios manda”.
Lo
que comprobamos cuando nos relacionamos con el OTRO es el que nada
está escrito. Todo acercamiento es un golpe a ciegas, y lo que
importa no es el golpe en sí, o sea, si es certero o no, sino la
puerta que abre al entendimiento. Por eso hay algo de serio y
consistente en esa primera pregunta absurda del “estudias o
trabajas”. Esta pregunta, que hace las veces de tesis, desencadena
una antítesis que es a la que se agarra (la toma como síntesis) el
pretendiente, porque es precisamente esa antítesis donde surge el
“punto débil” del OTRO, el OTRO se abre y deja un flanco
abierto. Lo que es verdaderamente absurdo es el analizar el estado de
las cosas y el determinar de manera objetiva el “punto débil”
del OTRO y así atacar. Ese es precisamente el error de perspectiva.
No
se si tendrá algo que ver con todo esto la poca estima que tenía
Nietzsche hacia la dialéctica, vamos, que su incapacidad para tratar
a las mujeres como ellas quieren ser tratadas vaya de la mano de su
incapacidad a la hora de hacer un uso certero del proceder
dialéctico. Sea como fuere, aquí concluye esta entrada.
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