3.
Podríamos
afirmar, por lo expuesto en las anteriores entradas dedicadas a este
asunto (ver: Aprox.
1 y Aprox.
2), que el artista creador encarna la eterna lucha entre la
comunidad y la ley, entre la particularidad y la universalidad, bajo
la forma de la apropiación. El artista creador, por un lado, se
apropia de los contenidos sedimentados de la comunidad, y por otro,
es expropiado por la ley universal, es decir, por los circuitos de
baja y alta cultura.
Pero
sería injusto, desde el punto de vista dialéctico, obviar el
reverso de esa relación triádica (comunidad/creador/ley). Ese
reverso, efectivamente, hace cambiar la dirección de dicha relación
triádica, tal como la hemos expresado en las anteriores entradas, y
por ello, por invertir la dirección, el proceso creativo asume la
forma de lo que podríamos llamar el proceso de estabilización de
una tradición. Lo que quiero decir es que el compositor no sólo
crea algo nuevo, sino que, además, en ese crear, estabiliza,
consolida, una tradición.
Bajo
esta nueva direccionalidad, el compositor se apropia del plusvalor
que produce la propia ley y lo ofrece a la comunidad. Pero, ¿qué
tipo de plusvalor es el que ofrece la ley? Evidentemente, la
estabilidad, la seguridad de no verse acuciado por las necesidades
materiales más básicas. La ley, por lo tanto, si por un lado se
apropia del plusvalor de la comunidad a través del compositor,
también produce un plusvalor del que la propia comunidad se
aprovecha a través del compositor. Por lo tanto, si el valor de la
ley sería lo objetivo de la ley (las normatividades), el plusvalor o
sería más que la seguridad que esas normatividades generan y que
van más allá de lo objetivo, o sea, de lo que la propia ley dice.
Es por ello que consideremos que el compositor, el Yo, al entregarse
a los circuitos de alta o baja cultura actuales no sólo es fiel a
esa normatividad, sino que se aprovecha de la seguridad de esos
circuitos culturales procura. La fidelidad a la ley implica algo más
que hacer las cosas de acuerdo con la ley, es decir, implica la
seguridad que aporta la propia ley.
Por
lo dicho, tanto los populismos de izquierda como los de derecha
pueden ser descritos desde esta teoría del plusvalor en la medida en
que representan sendas direccionalidades antes descritas. Así, el
populismo de izquierda se caracterizaría por considerar
exclusivamente la apropiación que realiza la ley sobre el plusvalor
generado por la comunidad, mientras que el populismo de derecha se
caracterizaría por considerar exclusivamente la apropiación que
realiza la comunidad sobre el plusvalor generado por la ley. En ambos
casos, es el sujeto el lugar donde se realiza esa transferencia del
plusvalor.
El
sujeto, pues, como encarnación de la contradicción básica
(comunidad/ley) es pieza clave a la hora de determinar los problemas
estéticos en los que está sumergido un cuerpo social concreto. Y
esos problemas estéticos no serían más que las manifestaciones,
los síntomas, gracias a los cuales se manifiestan esas
transferencias de plusvalor (hablamos de los trasvases de plusvalor
entre la comunidad y la ley y viceversa) y que no son todo fluidas
que deberían ser. En este sentido, el sujeto es, utilizando términos
eléctricos, una especie de “resistencia” que regula los
trasvases de plusvalor, de tal manera que si, por ejemplo, el
plusvalor que recoge de la comunidad no se restituye bajo la forma
del plusvalor generado por la ley, es decir, que el sujeto se apropia
de la plusvalía generada por la ley, la comunidad poco a poco iría
perdiendo riqueza o valor. Por otro lado, si el sujeto no restituye
el plusvalor que recoge de la ley por el plusvalor generado por la
comunidad, es la propia ley la que sufre la merma de riqueza, de
valor.
Como
vemos, entramos en el momento en el que los cada uno de los
populismos se enfrenta a su contrario. El
populismo de derecha echa en cara al populismo de izquierda que la
ley pierda todo el valor, ya que la comunidad es la que acumula toda
la riqueza, mientras que el populismo de izquierda echa en cara al
populismo de derecha que la comunidad pierda todo el valor, ya que la
ley es la que acumula todo el Capital. En cierto modo, los dos
populismos dicen parte de la verdad, lo que no saben es que su verdad
sólo se completa junto/acoplada con la verdad del Otro, o sea, mi
verdad pasa por la verdad del Otro.
Desde
el punto de vista musical, los callejones sin salida en los que están
abocados sendos populismos pueden ser descritos eficazmente gracias a
los compositores Schönberg y Stravinsky, siguiendo las
caracterizaciones que ya hiciera, desde otro punto de vista, T. W.
Adorno en su Filosofía de la Nueva Música (ver entradas dedicadas a
este libro en este mismo blog). Según lo dicho, Schönberg
representaría el populismo de izquierda en la medida de que rompería
la conexión de la comunidad con la ley, es decir, la apropiación
que realiza Schönberg de los contenidos sedimentados de la comunidad
no la trasvasaría a la ley, quedaría bloqueada en él mismo, hecho
que le llevaría, poco a poco, a la incomprensión más absoluta, al
cerramiento subjetivista. Ese cerramiento subjetivista obliga al
propio compositor a imponerse, él mismo, las normas, de ahí el
tener que crear su propio sistema, el dodecafónico.
El
populismo de derecha viene representado por Stravinsky. Él
ejemplifica al compositor que rompe la conexión de la ley con la
comunidad, es decir, que la apropiación del plusvalor de la ley no
la trasvasaría a la comunidad, quedaría bloqueada en él mismo,
hecho que le llevaría, poco a poco, al cerramiento objetivista. Ese
cerramiento objetivista obliga al propio compositor a someterse, él
mismo, a cualquier legalidad, sea la que sea, ya Barroca, Clásica,
Post-romántica.
Comentarios
Opino parecido aunque no creo que siempre sea así en esa relación triádica. Muchas veces el problema es la comunicación entre comunidad-creador-ley puesto que en la propia tradición, está la consolidación y ruptura de ella misma, basada en la ley, y la propia ley, se va amoldando a los cambios de la comunidad, ambas a través de la figura del creador. Por eso, creo que el problema es la comunicación entre esa tríada.
En referencia a Stravinsky, no estoy de acuerdo en que no trasvasa a la comunidad el plusvalor, en todo caso en algunas de sus obras no, pero en la mayoría, en mi humilde opinión sí, ahí está la "hemeroteca"...
Cuando hablas de los circuitos de baja y alta cultura, a que te refieres más exactamente?
"El sujeto, pues, como encarnación de la contradicción básica (comunidad/ley) es pieza clave a la hora de determinar los problemas estéticos en los que está sumergido un cuerpo social concreto. Y esos problemas estéticos no serían más que las manifestaciones, los síntomas, gracias a los cuales se manifiestan esas transferencias de plusvalor (hablamos de los trasvases de plusvalor entre la comunidad y la ley y viceversa) y que no son todo fluidas que deberían ser. En este sentido, el sujeto es, utilizando términos eléctricos, una especie de “resistencia” que regula los trasvases de plusvalor, de tal manera que si, por ejemplo, el plusvalor que recoge de la comunidad no se restituye bajo la forma del plusvalor generado por la ley, es decir, que el sujeto se apropia de la plusvalía generada por la ley, la comunidad poco a poco iría perdiendo riqueza o valor. Por otro lado, si el sujeto no restituye el plusvalor que recoge de la ley por el plusvalor generado por la comunidad, es la propia ley la que sufre la merma de riqueza, de valor."
En relación a Stravisnky, he tomado como referencia el texto de T. W. Adorno Filosofía de la Nueva Música. Como bien dices, la adaptación de un marco teórico necesita un análisis fenomenológico mucho más completo, aspecto que, ciertamente, me interesa muchísimo. Valga esta entrada como un pistoletazo para ese análisis... y si tenemos que taparle la boca a Adorno, se la tapa, por supuesto.
Un abrazo, y muchas gracias por tus palabras.