PENSAMIENTOS
MARGINALES EN TORNO A LA MARCHA ATLÉTICA
Es
lugar común considerar la marcha atlética como una disciplina
sometida a los rigores de la subjetividad. Y es que son unos jueces,
hombres y mujeres de carne y hueso, los que tienen que decidir sobre
el correcto marchar del atleta a riesgo de ser descalificado. Pero,
desde nuestro punto de vista dialéctico, el que la marcha necesite
de unos sujetos que determinen el buen o mal marchar de un atleta, no
implica el pecado de la “subjetividad”. Nosotros suponemos que el
hecho subjetivo es anterior al acto de juzgar, es decir, que la
marcha es subjetiva precisamente en el momento en el que un sujeto,
el marchador, decide entregarse a unas reglas objetivas, las reglas
de la marcha. Y en esto la marcha no se diferencia de cualquier otra
disciplina “objetiva”.
Así,
el problema de la marcha no estaría precisamente en la subjetividad,
o sea, el hecho de que un sujeto, el juez, determine el buen o mal
marchar de otro sujeto, el atleta, porque ese acto estaría inscrito
en la propia objetividad de la prueba, su reglamentación. El
problema estaría, por tanto, el la propia objetividad, mejor aún,
en la propia incapacidad del sujeto de “objetivizar” totalmente
la realidad humana. La marcha atlética, como disciplina, no es
grande porque se emparente con una de los grandes acciones humanas,
la del caminar, sino que pone encima de la mesa lo Real del hombre,
su menesterosidad, su incapacidad para dominar totalmente la
naturaleza. En este sentido, la marcha muestra el cómo siempre hay
algo que al hombre se le escapa de las manos, que no controla. La
lucha del marchador es una lucha de carácter ontológico, no es la
lucha de carácter exclusivo del propio YO contra el crono, contra el
rival, contra algo exterior (cuestión que comparte con otras
disciplinas), sino la lucha del YO contra sí mismo, contra su propia
limitación como ser humano, es decir, el marchador no sólo tiene
que contar con los rivales, con el cronómetro, con su estado de
forma, etc., sino que su propio gesto subjetivo, el entregarse a la
norma, debe ser corroborado por una instancia objetiva inexistente,
imposible.

Llegado
a este punto, la pregunta que nos planteamos tiene que ver con la
actitud que debemos mantener ante esa “fantasía objetivista”.
Aquí se presentan dos soluciones: por un lado, la ilustrada por los
hermanos Marx en aquella escena de ¡más madera!, es decir, ¡más
objetividad!, con lo que la fantasía objetivista se presenta como un
agujero negro que traga todo tipo de materia. La fantasía nunca se
sacia, exige más y más contenidos, más y más objetividad. Por
otro lado, nos quedaría el volvernos hacia la subjetividad, el
arrogarse a la propia particularidad de la marcha, el asumirla como
un acto de libertad (subjetivo), un acto de lucha, de independencia.
La marcha es la marcha, que diría Rajoy, y no necesita que ninguna
instancia objetiva venga a determinar su existencia, a decidir su
derecho a existir como disciplina.
Digo
esto a raíz de unas breve conversación con Luis Maroto, la cabeza
visible de AEMA, exmarchador y juez, entre otras cosas, en relación
a los 50 km marcha. La conversación, por facebook, fue esta:
YO: no se a qué están esperando lo
de la iaff para poner el 50 femenino...
AEMA: Sería lo lógico, pero a lo
mejor debemos dar gracias que no hayan quitado el 50km masculino.
YO: Por ahí no paso, son dos cosas
distintas... Eso de no despertar a la bestia, si hay que despertarla
se despierta, con todas las consecuencias...
El
pasado domingo vivimos uno de esos deliciosos momentos subjetivos
cuando tres marchadoras se enfrentaron a una nueva distancia, los 30
km. Queda ahora aprovechar ese movimiento o ahogarse, como viene
siendo habitual, en la objetividad. Seguimos...
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