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Apuntes dialécticos: Multiculturalismo y su reverso, el fundamentalismo


Apuntes dialécticos: Multiculturalismo y su reverso, el fundamentalismo
Unos de los reproches más destacados a la sociedad actual postmoderna vienen de la mano de los ataques de los fundamentalistas religiosos. Europa, se dice, está dejando atrás sus raíces y, en su apertura a otras culturas, está viendo como su mundo está entrando en un vertiginoso declive moral, político y social. Y los Otros, que no entienden de toda esa cultura liberal-democrática que nos hemos ido labrando a lo largo de tanto tiempo, aprovechan esa apertura para lanzar un ataque demoledor. Nosotros, desde el punto de vista dialéctico, nos vemos tentados a pensar en el carácter complementario del “multiculturalismo” y el “fundamentalismo religioso”, entendidos como reflejos de una contradicción fundamental, la del Capital.
Pero, ¿en qué medida son complementarios el “multiculturalismo” y el “fundamentalismo religioso”? Como las dos caras de una misma moneda, uno representa el anverso y otro el reverso de un mismo fenómeno, el capitalismo monopolista. ¿Y cómo se relacionan? El “multiculturalismo” tiene dos formas de darse. Por un lado, como una multiplicidad de discursos que invaden nuestras vidas, y por otro, como la manera en la que las discrepancias entre esa multiplicidad de discursos se resuelven, en este caso, recurriendo a lo que llamamos “fundamentalismo”. Y lo mismo podríamos decir del “fundamentalismo”, también tendría dos formas de darse. Por un lado, la cerrazón de los discursos, y por otro, la manera en la que esa cerrazón resuelve sus discrepancias internas, es decir, su homogeneidad, recurriendo a mecanismos multiculturales.
Cuando hablamos de una sociedad fundamentalista, cerrada, orgánica, nos referimos a aquella que vive en la ilusión del cerramiento, de la unidad. En ella, al dar por hecho la unidad de la sociedad, el encuentro con el otro se vive de manera traumática, es decir, que ese encuentro desestabiliza los dos mundos, el del Uno y el del Otro. La solución pasa por la muerte (mi mundo, o su mundo, debe morir) o por la transformación (tanto el uno como el otro se ven obligados a perder su pureza, su organicidad).
Por el contrario, cuando una sociedad es multicultural, como la nuestra, vive del mismo estado ilusorio, aunque esa ilusión sea multicultural, no “monocultural”. En este caso, la sociedad multicultural da por echo la diferencia entre las personas y, por ello, los problemas que acarrea la relación con el Otro son de otra naturaleza, es decir, los que tienen que ver con lo que nos une. En otras palabras, al asumir la diferencia, perdemos de vista lo común, y esa búsqueda de la unidad es lo que se vive de forma traumática. Vemos, por lo pronto, que parece operarse un cambio de perspectiva. Desde una u otra posición, o multicultural u orgánica, los problemas se nos aparecerán de una u otra manera.
Aquí podríamos ayudarnos de la distinción entre forma y contenido. Así, la ideología se nos puede presentar de dos maneras, por un lado, como un contenido ideológico, contenido que vendría a determinar las características de una sociedad, y desde el punto de vista formal, que vendría a determinar las formas en las que una sociedad, con todas sus diferencias, se estructuraría. Así, desde el punto de vista formal, la ideología estaría más allá de los contenidos específicos de las creencias de cada uno de los sujetos inmersos en un determinado cuerpo social. Desde el punto de vista del contenido, la ideología se sumerge en contenidos concretos que se organizan de forma polar en torno a una forma determinada. Un ejemplo es nuestra diferencia entre izquierda y derecha.
Pero todo más allá debe ser concretado en maneras reales de hacer, es decir, que toda forma no es más que unos contenidos conformados. Por ello, cuando hablamos de ideología, no debemos centrarnos simplemente en los contenidos, sino en cómo esos contenidos funcionan en la “forma ideológica” hegemónica, y esta forma en la actualidad viene reflejada por dos polos, el “multicultural” y el “fundamentalista”. Y digo reflejada, porque esos polos no son más que lo que la ideología hegemónica deja ver, o sea, lo que en “apariencia” aparece, pero en realidad no es más que una falsa contradicción, un señuelo que “tapa” la verdadera contradicción formal.
En otras palabras, la ideología hegemónica, y en eso consiste la hegemonía, debe ocultar la verdadera contradicción -o “lucha de clases” en términos marxistas- que pone en marcha al cuerpo social, y para ello utiliza otra contradicción que, en apariencia, hace la función de contradicción fundamental.. Así pues, en la sociedad actual, con una clara ideología hegemónica, el sujeto siente el vértigo del cambio social, y con él la necesidad de actuar para cambiar las cosas, pero las actuaciones que lleva a cabo están abocadas al fracaso en la medida de que la forma impuesta por la ideología hegemónica es una forma “falsa”. Así, toda acción que se realiza en ese marco es una acción que no consigue superar la contradicción fundamental, o más aún, la perpetúa. [Por ejemplo, y en el contexto del mundo occidental, el multiculturalismo, para unos, es el culpable del avance del fundamentalismo religioso, y para otros, el fundamentalismo eurocéntrico -¿quién nos mandó entrar en Irak?- es el culpable de la reacción desbocada de otras formas de cultura, en este caso, del islam].
En este sentido, una auténtica intervención en contra de la ideología hegemónica tendrá que tener un carácter transversal, es decir, tenderá a socavar los cimientos de esa falsa contradicción -¿Cómo?, atravesándola-, y enfrentarse a la verdadera contradicción, la del Capital. ¿En qué consiste esa contradicción? Según Sohn-Rethel, en la división mente y mano, la división entre trabajo intelectual y trabajo manual. Pero los detalles de esto en otro momento.

Comentarios

Antonio José ha dicho que…
Me cuesta leer la letra tan pequeña y más aún seguir tu discurso... Los procesos no los comprendo: no sé qué quieres decir con algunos efectos y con algunas causas y qué relación se establece entre ellos. Lo siento. Reconozco tu modo de argumentación, pero no lo sigo, me pierdo. Me ocurre algo así cuando intento seguir las instrucciones de programa informático: al no comprender los significados que toman ciertos términos... me pierdo, insisto. Limitaciones de uno. Un abrazo.

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