Como
venimos diciendo, el lugar del antagonismo social fundamental es el
reino de las necesidades privadas y se sostiene a través de un tipo de organización
social de producción concreto. En un segundo momento, ese
antagonismo social fundamental se desborda, decanta, en los demás
niveles de la sociedad, el cultural, el estético, el religioso,
abriendo la dimensión de lo público. Y la forma en la que se da ese
desbordamiento/decantación es lo que llamamos lo político.
Pero,
la pregunta que se nos plantea es la siguiente, ¿cómo, y en qué
sentido, una cuestión económica, que se refleja a través del
antagonismo fundamental, puede dar lugar a ese espacio de lo
político? En primer lugar, habría que diferenciar dos sentidos de
lo económico. Por un lado, (1) lo económico haría referencia al
hecho de que el hombre es un ser menesteroso, un ser obligado a
satisfacer unas necesidades, en fin, un ser que necesita de un hogar;
y por otro lado, (2) lo económico haría referencia a la cadena
causal de la productividad, o sea, el cómo está organizada la
sociedad para producir los elementos que cubren esas necesidades, en
otras palabras, de qué manera está organizado ese hogar para cubrir
esas necesidades humanas.
En
segundo lugar, lo político no sería más que la distancia que se
abre entre los dos sentidos de la economía. Pero, ¿cómo se abre
esa distancia? Se abre en el momento en el que la cadena causal de la
productividad no lo es todo en la totalidad social, es decir, que no
todo es comer, cobijarse y reproducirse, sino que hay algo más en el
hombre, por ejemplo, el disfrutar de una buena sinfonía de
Shostakovich. Lo público, por tanto, como el lugar donde se inscribe
la política, sería la grieta abierta entre las dos dimensiones de
lo económico, grieta abierta en el sentido de que es la propia
economía la que se distancia de sí misma.
En la medida en que esa necesidad humana es aplacada, sin duda
porque la segunda dimensión de lo económico, el desarrollo de la
cadena causal de la productividad, satisface esas necesidades, se
abre y florece la dimensión de lo público en todas sus formas
culturales, estéticas, religiosas, etc. Pero, ¿qué sucede cuando
una forma social entra en crisis? Evidentemente, la cadena causal de
la productividad no satisface las necesidades de los sujetos, o sólo
cubre las necesidades de unos pocos, con lo cual emerge lo económico
como menesterosidad del hombre, y emerge por el único lugar posible,
por la grieta. El menesteroso llama a la puerta de lo público y,
como no puede ser de otra manera, reclama su cuota de poder político.
La crisis, por tanto, hay que entenderla como el retorno de la
menesterosidad del hombre, y ese retorno se da a través de los
fenómenos de la dimensión pública, tales como lucha cultural, la
lucha religiosa, etc.
Llegados
a este punto hay que ser extremadamente cuidadosos. Esa
menesterosidad nunca emerge de una manera directa a través de los
fenómenos políticos, sino de forma desplazada. ¿Es qué sentido
hay que entender ese desplazamiento? (1) La menesterosidad del hombre
tiene un carácter estrictamente subjetivo, es la necesidad de un
sujeto que siente y padece, y que, al tratar de emerger al dominio de
lo público, necesita de cierta objetivación. Esa objetivación de
la subjetividad sólo se puede llevar a cabo a través de las
categorías hegemónicas que se imponen en el espacio público donde
el sujeto trata de hacerse visible. En otras palabras, la lucha
económica, entendida como menesterosidad, es una lucha que se
realiza en el ámbito de la política, y por ello, no es nunca una
lucha estrictamente económica, sino que se realiza a través de
categorías políticas. (2) En el momento en el que el carácter
subjetivo/privado de la lucha económica asciende al mundo objetivo
de lo público, ese mismo espacio público queda desfigurado,
transformado. Las categorías políticas que antes
nos brindaban cierta seguridad en nuestra relación con la realidad
circundante, por el hecho del ascenso de la subjetividad, han dejado
de ser tan seguras y, por ello, deben ser sustituidas.
Es
por todo esto que hablamos de una doble tarea. En primer lugar, la
tarea de ascender al espacio político, es decir, que el sujeto se
haga visible, y esa ascensión es sólo posible a través de la
objetivación de la subjetividad, es decir, el “acoplarse” a las
categorías hegemónicas. En segundo lugar, lograr desembarazarse de
la “ilusión categorial”. En el momento en el
sujeto menesteroso se acopla a cualquier categoría hegemónica corre
el riesgo de quedar atrapado en el mismo movimiento objetivo causante
de su menesterosidad. La lucha política, por tanto, supone no sólo
el acoplamiento, sino la apropiación subjetiva de dichas categorías,
o lo que es lo mismo, imponer unas nuevas.
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josefernandez@pepechiringo.es
Un abrazo!