Entendemos, pues, que el sujeto completo no existe. Cualquier intento por reflejar esta completud en el arte caerá dentro de lo que vulgarmente se llama propaganda. No será más que una manera, consciente o inconsciente, de imponer un canon, una tipología hegemónica. De esto bien sabe el nacionalismo, y por eso hoy en día el arte ocupa un lugar privilegiado en los Estados-nación, tanto en los actuales como en los posibles.
Por tanto, un arte realmente realista tiene que obviar la ilusión de completud, abstraerse del espejismo de la totalidad ontológica del sujeto, y aceptar la verdadera realidad, que no es más que un continuo hacerse, un estado preontológico perpetuo en el que el sujeto se asume como algo no totalmente constituido, un aunténtico zoon politikon aristotélico que necesita crear y organizar su propia vida con y por los demás.
Por tanto, un arte realmente realista tiene que obviar la ilusión de completud, abstraerse del espejismo de la totalidad ontológica del sujeto, y aceptar la verdadera realidad, que no es más que un continuo hacerse, un estado preontológico perpetuo en el que el sujeto se asume como algo no totalmente constituido, un aunténtico zoon politikon aristotélico que necesita crear y organizar su propia vida con y por los demás.
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