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Sobre la categoría de particularidad y... a vueltas con el paisaje



La discusión en torno al ritmo me ha hecho reflexionar sobre las leyes categoriales de retorno y de variación. La ley del retorno nos dice que una categoría de un estrato inferior puede retornar al superior, y no a la inversa. La de la variación, que se une a la anterior, nos dice que las categorías que retornan a estratos superiores lo hacen variadas, distintas. Bien, a partir de ahí, como ya traté de hacer ver en relación al ritmo, he estado observando cómo Lukács pone de manifiesto esos saltos cualitativos entre los estratos en una categoría como la de particularidad.

Bien, Lukács define la categoría de particularidad como una mediación necesaria -producida por la esencia de la realidad objetiva e impuesta por ella al pensamiento- entre la singularidad y la generalidad que cobra una significación sustantiva. Entendemos por singularidad a todo lo que se nos da de manera inmediata. Según Lukács, no es algo irreal o que muestre una existencia falsa, sino que es una especie de invitación a reconocer en ella, en los objetos singulares, las relaciones entre los objetos que conducen a la particularidad y la generalidad. Por generalidad nos referimos a un proceso de determinación no sólo de lo específico del objeto, sino de sus relaciones y conexiones con otros objetos.

En este contexto, es determinante un concepto como el de emergencia entendida como superación de la inmediatez, de la singularidad sensible, en una inmediatez superior y puesta. Lo singular se convierte en pensamiento pero sin perder su especificidad. Bien, es aquí donde asoma la categoría de particularidad, cuya función básica es ser creadora de determinación. En su relación con la singularidad, tal como apunta Lukács, hace que se manifiesten con claridad cada vez mayor sus relaciones con grupos de objetos emparentados y lejanos, desarrolla las cualidades fugazmente presentes en la instantánea inmediatez, hasta hacer de ellas determinaciones firmes y duraderas, despliega en su aparente copresencia anárquica una jerarquía de la persistencia y la fugacidad, de lo esencial y lo aparente, etc., y realiza todo eso sin destruir la estructura de lo singular o individual como tal.[1]  Esta determinación no debe ser entendida como un proceso de eliminación de todo lo accesorio, sino más bien como un punto o un lugar de mediación entre esos dos extremos, la singularidad y la generalidad. No es ninguna frontera entre dos modos de ver las cosas, sino que es el lugar donde sólo pueden darse ambas. Por tanto, la particularidad es una tierra central, un campo de mediaciones entre aquéllas –se refiere a la singularidad y generalidad-, cuyos límites en ambas direcciones son siempre imprecisos y a veces se hacen imperceptibles[2].

Ese proceso de emergencia en la categoría de particularidad puede presentarse de dos formas:

1.    Como una ampliación del ámbito de eficacia. A esto lo llamo yo emergencia vertical, y tiene que ver con el aumento de complejidad que lleva consigo una ampliación de la eficacia del conocimiento, o sea, podemos conocer las cosas con mayor detalle. La ampliación del ámbito de eficacia pasa por el alejamiento de los puntos finales, la singularidad y la generalidad. Este alejamiento lleva consigo el enriquecimiento en determinaciones maduras y fieles a la verdad[3], y ese enriquecimiento sucede en el ámbito de la particularidad.

2.    Ampliación del mundo objetivo captado por el conocimiento. A esto lo llamo yo emergencia horizontal, y tiene que ver con el aumento de objetivación que lleva consigo una ampliación del mundo objetivo captado por el conocimiento, o sea, que podemos conocer más cosas. La ampliación del mundo objetivo captado por el conocimiento pasa por las cada vez más amplias y ramificadas mediaciones que se desarrollan en el ámbito de la particularidad.

Es hora de ver cómo la categoría de particularidad se manifiesta en los diferentes estratos. En un primer momento hemos hablado de la particularidad como mediación. Para Lukács, la mediación es una manera de vincular los objetos del mundo externo. La característica de la mediación es que si en algún momento ocupa una posición central es del todo eventual, porque está frecuentemente sometida a cambio. Como dice Lukács, sería un error idealista, subjetivista y antropomorfizador[4] pensar lo contrario. En este caso, intuyo que podemos suponer que la particularidad como categoría adquiere la forma de mediación en los estratos inferiores como el inorgánico y el orgánico, y si asumimos que la mediación ocupa cierta centralidad en esta categoría estaremos aplicando las leyes de otro estrato superior, el psicológico, donde la mediación ya si adquiere ese carácter de centro.

Con la aparición del hombre (aunque según los experimentos de Pavlov los animales también manifiestan este nivel) el centro cobra una posición particular en el sistema dinámico de las mediaciones. (…) El cuerpo es el centro o punto medio por el cual me puedo unir con el mundo externo. Por eso, si quiero realizar mis fines, tengo que hacer a mi cuerpo capaz de transponer ese elemento subjetivo en la objetividad externa[5]. Entraríamos en el tercer estrato hartmaniano, el psicológico, en el que el cuerpo adquiere una importancia decisiva en su relación con el mundo exterior, ya que éste muestra ciertas habilidades para adaptarse al medio que lo circunda. Observamos, pues, un salto cualitativo, de mediación a centro mediador. Como dice Lukács: aunque el centro no pierde el carácter de mediación, cobra un tal predominio material sobre los extremos por él mediados que su posición central deja de ser meramente posicional, lógica o incluso metodológica concreta, para convertirse realmente en punto central objetivo del complejo fenómeno[6]. Según Lukács, el trabajo es fundamental para este salto cualitativo. Aquí lo que se quiere decir es que en el hombre, y en los animales superiores, hay una direccionalidad en la acción que es dada gracias a la utilización de unas herramientas concretas, de unos repertorios concretos, por muy básicos que sean.

Más adelante, en relación a la ética, Lukács ve otro salto cualitativo, el que supongo que se refiere al 4º estrato. Aquí ya habla en términos de acentuación, de intensificación cualitativa. Él caracteriza ese salto cualitativo, ese poner, como un poner antropomorfizador, autocéntrico. Es la construcción autoritaria de un mundo cuyos elementos están sin duda tomados de la realidad objetiva, pero ordenados, reunidos y estructurados luego de acuerdo con necesidades antropocéntricas, con lo que la actividad positiva rebasa su función consciente refiguradora e inserta la posibilidad dada al hombre en un contexto construido que transciende la realidad objetiva[7]. La particularidad es ya un campo, un ámbito de juego. Ahora el centro pasa a ser una ética, una estética, como formas de armonía de carácter pluralista: cada singularidad tiene que poseer su modo propio de cumplimiento armonioso, pero realizando siempre, si es un real cumplimiento, la posición de centro. Sólo así puede preservarse su singularidad en el ascenso a lo particular, y levantarse al mismo tiempo verdaderamente a un nivel superior[8]. En este sentido, la categoría de particularidad parece concretarse en este 4º estrato en lo que hemos quedado en llamar como paisaje. Y ya de paso podemos hacer lo mismo con las demás categorías vinculadas: la generalidad haría referencia a la repertorialidad, mientras que la singularidad a la disposicionalidad. Los repertorios y disposiciones, que se articulan en una ética, en una estética, en una política, conformarían un paisaje, un mundo concreto establemente precario. Establemente, porque insinúa un lugar, un campo de juego concreto, y precario, porque como campo de juego está abierto a  nuevos modos de relación, a nuevas variantes que hacen que el paisaje pueda modular, cubrir nuevos espacios y deshacer inservibles o poco operativas relaciones.

Con todo esto, podemos ampliar la noción de paisaje hablando ya no sólo de un paisaje humano, sino también de paisajes orgánicos, como el que todo totalitarismo parece querer ofrecer donde cada elemento social debe ocupar su sitio y cumplir fielmente con su función, o los típicos paisajes psíquicos[9], esos en los que se trata de sustentar a naciones tanto reales como imaginadas  desarrollados a partir de argumentos basados en la adaptación al clima, a la tierra, a una circunstancia externa. Incluso podemos hablar de un paisaje inorgánico, ¡qué peligro!…

La importancia de esta relación (particularidad/paisaje) estaría en poder estudiar el tipo de repertorios y disposiciones que dan lugar a un paisaje concreto. Me refiero al tipo de singularidad y de generalidad que es afín a cada estrato. Como muestra Lukács, conforme vamos subiendo en los distintos niveles, la distancia que separa tanto a una como otra se hace cada vez más grande, no me refiero a distancia física, sino a la complejidad de relaciones que las separa. Así, los diferentes tipos de paisajes vienen dados por el tipo de relaciones entre los distintos repertorios y disposiciones puestos en juego, es decir, que si cierto tipo de relación entre repertorios y disposiciones pertenece a un estrato como el orgánico, evidentemente no podemos esperar otra cosa que un paisaje de ese mismo estrato.

En definitiva, la estética, como esfera del 4º estrato, el socio-cultural, debe de guardarse de este tipo de peligros, de desenvolverse en paisajes orgánicos o psíquicos, que no son los suyos.



[1] Lukács, Georg. Estética I. Tomo tercero. Barcelona: Grijalbo, 1965, Pg. 209.
[2] Ibid. Pg. 212.
[3] Ibid. Pg. 211.
[4] Ibid. Pg. 213.
[5] Ibid. Pg. 214.
[6]  Ibid. Pg. 216.
[7]  Ibid. Pg. 218.
[8]  Ibid. Pg. 230.
[9] Intuyo que en este tipo de paisajes psíquicos es donde podríamos insertar la crítica que hace Lukács al subjetivismo.

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