Lo típico es la
forma en la que se realiza la particularidad en la esfera de lo estético. La
tipicidad es una esencial forma de manifestación de la realidad misma. En
relación con el arte:
1. El arte no crea lo típico, sino
que el arte refleja meramente hechos de la realidad que existen con independencia
del arte.
2. El arte realiza ese reflejo
típico de acuerdo con las necesidades sociales a las que sirven.
Diferencias de lo típico en los
diferentes reflejos:
1. Reflejo desantropomorfizador, como la ciencia:
la tipicidad es mínima.
2. Reflejo antropomorfizador, como en el arte y en la ética: la
tipicidad es plural.
a. En
la ética y en la vida cotidiana:
el conocimiento de lo típico es siempre una ayuda para la práctica. Moverse en el mundo. Lo típico viene
a servir como modelo, como norma de actuación, que nos evita la tarea de tener
que pensar mucho el cómo debemos actuar ante una situación.
b. En
la estética:
lo típico se articula en una refiguración de la realidad para que, en el
conjunto allí conformado de hombres y situaciones, de objetos, relaciones y
movimientos, refleje y conforme artísticamente un "mundo" humano
particular y unitario. Hacer un mundo.
La tipicidad constituye en toda esfera una
conexión sistemática, una jerarquía. En el arte, cuyo cometido es el de
conformar un mundo, una totalidad intensiva, esa jerarquía de tipos se utiliza
con fines evocadores.
Bien, ¿en qué consiste esa jerarquía?
Entiendo que lo típico en la obra de arte, como reflejo antropomorfizador de la
realidad concreta de la que surge, se muestra como una pluralidad de tipos en
los que todos ellos no están simplemente colocados ordenadamente en un escenario
concreto. Evidentemente, no son meros actores con un guión que interpretar. Más
bien, un tipo (a la manera de un agente) es entonces un conjunto de relaciones y una serie de modos
específicos de organizar y producir esas relaciones en un determinado paisaje[1]. Siguiendo lo reseñado en la entrada anterior, el nivel de esas relaciones y de esos modos de generar relaciones
determinará el paisaje típico en el que se desenvuelven los diferentes tipos en
juego. En este sentido, podemos decir
que cada uno de esos paisajes dará lugar a ciertos tipos, los cuales, unos
pueden ocupar una posición preeminente, hegemónica, mientras que otros asumen
una posición secundaria, apenas marginal. A pesar de ello, todos están relacionados,
conectados con mayor o menor fuerza, y son reflejo de la realidad concreta más
allá de que los propios individuos sean
conscientes o no de ello. Es aquí donde situaríamos los conceptos de
acoplamiento y desacoplamiento con todas sus variantes o gradaciones.
Lo interesante del
arte es el uso que hace el creador de esa jerarquización de la tipicidad
concreta. Lukács pone como ejemplo la importancia de las parejas
Horacio-Hamlet, Orange-Egmont... Cada pareja viaja en el mismo barco pero las
circunstancias, la realidad histórica, determinan qué tipo es el que va a salir
victorioso. Así, el tipo que ha quedado anclado en un mundo que ya parece que
no es el que era (Egmont y Hamlet), en cierto modo un sujeto desacoplado,
aunque él mismo no sea consciente de su desacoplamiento, termina sucumbiendo,
mientras que el personaje que ocupa un lugar secundario (Orange y Horacio),
acaba por ser el tipo hegemónico, el que sale victorioso, o sea, el encargado
de decantar una nueva repertorialidad capaz de
dar cuenta de las nuevas sensibilidades, de las nuevas
necesidades que se han puesto de manifiesto, quizás de la mano de uno u otro
héroe de la disposicionalidad desacoplada…[2] Este hecho,
esta contradicción puesta en la misma obra de arte, como dice Lukács, refuerza
la singularidad de la obra como totalidad intensiva.
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