Partimos de la premisa de que la realidad está marcada por una contradicción fundamental. Esto significa que la realidad es “no toda”, que no puede ser totalizada, no porque seamos incapaces, nosotros seres finitos e imperfectos, de encontrar o descubrir sus leyes últimas (por cierto, qué sería entonces de nuestro libre albedrío si conocemos esas leyes y nuestra libertad se reduce al ser enteramente conscientes y consecuentes del camino que nos espera en nuestro quehacer), sino porque la propia realidad es parcial, quebrada. Pero, a pesar de que, desde el punto de vista ontológico, la realidad está atravesada por la espada, en definitiva, está herida, la totalización es posible en la medida que ella misma, la realidad me refiero, cierra la herida, la oculta, y ese cerramiento se produce de manera inmanente, es decir, es la propia contradicción la que genera su propia totalización. Es el prefijo “auto-“ el que pone nombre a esa capacidad de actuar por sí mismo en sus dife...