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Nacionalismo Musical: Isaac Albéniz, Enrique Granados y Manuel de Falla


La presente entrada trata sobre el nacionalismo musical español de principios del siglo XX, y más concretamente, sobre la obra de Isaac Albéniz, Enrique Granados  y Manuel de Falla. Nos acercaremos a ellos desde el punto de vista estético-filosófico, desde el cual expondremos los elementos o momentos sobre los cuales se articularía su nacionalismo musical.

El primer momento tiene un carácter objetivo.  El compositor toma consciencia de cuáles son los materiales que va a utilizar en su obra. En este sentido, el nacionalismo musical español toma como fuente las melodías, ritmos y armonías típicas de su cultura. En algunos casos, esa consciencia llega de la mano de una recopilación exhaustiva de materiales de la música patria popular, y en otros, menos comprometidos en cierto modo, lo resuelven con una simple cita de algún elemento material y la consiguiente adaptación a los medios o procedimientos interpretativos hegemónicos del periodo. Este momento tiene un carácter objetivo en el sentido de que el compositor experimenta esos materiales que va a utilizar en su obra como externos a él. Hablamos de una objetividad externalizada ya que no es sostenida por un sujeto de carne y hueso, sino por un Universal o Idea, como lo es “el pueblo”, “la patria”, “la democracia”, “la comunidad”, etc…

El segundo momento da un brusco viraje a la subjetividad. Este desvío se produce cuando nos hacemos conscientes de que esos materiales asumidos no terminan de funcionar, es decir, de hegemonizar el espacio musical. Esa frustración puede generar en el sujeto la necesidad de afrontar directamente el problema, el de asumir que hay que conquistar a pulso ese área hegemónica. El ser consciente de la necesidad de lucha es algo plenamente subjetivo, es decir, no está arraigado en elementos objetivos, pero sí anhela esa objetividad. En este sentido, encontramos un profundo interés en los compositores en encontrar los fundamentos últimos de los recursos materiales que quiere utilizar, su origen, evolución, con el fin de encontrar en ellos un soporte sólido que legitime, en cierto modo, su apuesta. También en este caso, el compositor experimenta esa objetividad como externa pero, en vez de la objetividad de los recursos materiales como en el primer momento, ahora hablamos de la legitimación (subjetiva) de estos: alguien, la autoridad (la historia, la ciencia, Dios…) certifica la autenticidad de estos recursos materiales, por lo tanto, sería más preciso hablar de una subjetivación externalizada.

El tercer momento se inicia con un proceso, ahora sí, de internalización de la objetividad por parte del sujeto. Los nuevos materiales ya no están ahí fuera al alcance del que quiera tomarlos, sino que son nuevos materiales mediados por un sujeto, es decir, que tienen nombre y apellidos. Esos nuevos materiales remiten a un compositor que es el que los ha elaborado y, en cierta medida, tratan de integrarse en el espacio musical hegemónico para completarlo. Por tanto, la internalización de la objetividad supone que ésta se la nombra como a un sujeto concreto, que es precisamente el que la sostiene[1]. Esta fase suele considerarse como relativista, y es por eso, porque son los sujetos los que sostienen esa objetividad, y esto da pie a que cada sujeto soporte tipos diferentes de objetividad.

El cuarto momento cierra el círculo de los cuatro elementos sobre los que se articularía un estilo artístico, o en nuestro caso, el estilo del nacionalismo musical español de principios de siglo XX. En este momento, el compositor toma partido por una o varias objetividades internalizadas, o sea, subjetiviza la objetividad internalizada, pero trasponiéndola en un nivel superior, un universal, una idea o estilo. Sin esa transposición la objetividad internalizada no podría ser subjetivizada, sino sólo reiterada, repetida. Por ejemplo, Manuel de Falla toma a Debussy no para hacer música como Debusssy, sino para conformar un estilo que va más allá de Debussy y de él mismo, un estilo musical propio, lo que venimos en llamar nacionalismo musical español de principios de siglo XX. Manuel de Falla no podría ser nunca otra vez Debusssy. Pero para ello se necesita la mediación del Universal, de la Idea, del Estilo. En este sentido, hablamos de subjetivación internalizada en la medida de que el compositor actúa en nombre de un Universal o Idea que es la que lo va a sostener como sujeto autónomo.


[1] La objetividad externalizada, como hemos dicho antes, no la sostiene un sujeto de carne y hueso, sino un Universal o Idea, como lo es “el pueblo”, “la patria”, “la democracia”, “la comunidad”, etc…

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