En otros contextos (Prolegómenos-para-una-lucha-de-clases-8.html), venimos diciendo que la lucha de clases parte de la premisa de que una clase es la hegemónica, pero esa hegemonía no se actualiza como un interés de clase explícito, objetivado, sino que esa actualización puede y debe rastrearse entre las diferentes objetivaciones (clases) y sus relaciones. La idea es la siguiente: la clase hegemónica impone un tipo o modo de relación entre clase. Por lo tanto, lo que nos aparece como la lucha entre dos clases, la de los Jets (hijos estadounidenses de padres europeos), clase más o menos privilegiada, y la de los Sharks (los portorriqueños), la no privilegiada, debe leerse como el resultado del dominio de una clase hegemónica (que no se objetiviza en ningún contenido de clase explícito) sobre el resto (que se objetiviza en diferentes ideologías concretas).

Si parte del interés de la ideología hegemónica es que cada clase se mantenga en sus límites de clase, desde el punto de vista de la lucha de clases, lo mejor que puede pasar es que haya un acontecimiento que haga desdibujar esos límites. María y Tony cumplen esa función. Y así es como funciona el amor, rompiendo cualquier límite. Pero pecaríamos de románticos si no añadiéramos que eso no es suficiente. Efectivamente, el amor siempre parece venir acompañado de su contrario, y, en este caso, de la muerte de los dos líderes ideológicos de las bandas. Ese es, por tanto, el primer paso de toda lucha de clases, romper con los vínculos de clase que perpetúan el poder hegemónico.
Este acontecimiento, en su doble faceta, genera cierto caos en las bandas. Se abre el espacio perfecto para poder cambiar las cosas. Pero, ¿están todos los chavales preparados para ese reto? Aquí ya nos situaríamos en la escena de la calma: "sobre todo, lo que necesitamos es calma", que expresa perfectamente el momento en el que, una vez que se han roto todos los lazos que nos mantenían unidos, nos damos cuenta de que no hay ningún Gran Otro que avale nuestros actos: nadie está para ayudarnos, y menos nuestros instintos.
De golpe y porrazo el sujeto se sitúa en lo que Kant llamaría la mayoría de edad y su problemática:Así pues, resulta difícil para cualquier individuo el zafarse de una minoría de edad que casi se ha convertido en algo connatural. Incluso se ha encariñado con ella y eso le hace sentirse realmente incapaz de utilizar su propio entendimiento, dado que nunca se le ha dejado hacer ese intento.

[Este es otro ejemplo de cómo la ideología hegemónica no se hace patente de forma explícita sino a través de las relaciones entre las diferentes clases.]

Ahora, yo también puedo matar, porque he aprendido a odiar.
Y es que el sujeto revolucionario tiene que estar dispuesto a todo. Pero eso ya es otra historia.
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