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Poética Musical de Igor Stravinsky


Las aportaciones teóricas de Igor Stravinsky se encuentran desarrolladas en su Poética Musical, considerada como una de las mejores introducciones a la estética musical, y que recoge un ciclo de seis conferencias que el mismo compositor realizó, dentro de la cátedra de Poética, en la Universidad de Harvard.
Ya en el comienzo, y siguiendo las ideas de P. Valery1, Stravinsky deja claro cual es el sentido del término poética: Poética, en el sentido exacto de la palabra, quiere decir el estudio de la obra que va a realizarse. El verbo poein, del cual proviene, no significa otra cosa que hacer2.
Evidentemente, su trabajo va orientado al quehacer musical, al análisis de los materiales musicales, mediante los cuales el compositor, concebido como un artesano, trata de crear un objeto artístico. Y es que el arte para Stravinsky no es más que: una manera de hacer obras según ciertos métodos obtenidos, sea por aprendizaje o por invención. Y los métodos son los estrictos y determinados que aseguran la rectitud de nuestra operación3.
Desde este punto de vista, la obra de arte es fruto de la especulación del artista que ordena, con más o menos maestría, los elementos propios de cada materia artística de acuerdo con unas determinadas reglas validadas a lo largo de la historia. Stravinsky pretende afirmar, en un intento por superar cualquier presencia de sentimentalismo o expresión romántica, el lado artesanal de la actividad artística, y en este sentido los valores constructivos, más que los expresivos, de la obra de arte.
Podríamos pensar que las normas a las que se somete el compositor serían esas reglas de carácter dogmático que acaban minando la libertad creadora del compositor. Pienso que el formalismo de Stravinsky no va por esa senda. Esas normas son necesarias y forman parte de la cultura y de la tradición, y deben ser asumidas de forma consciente y deliberada por el artista. Así, para Stravinsky, una tradición verdadera no es el testimonio de un pasado muerto; es una fuerza viva que anima e informa el presente4. Esta fuerza viva sería la imaginación creadora que daría forma, según las nuevas circunstancias, a la tradición. De manera que la tradición asegura la continuidad de la creación5, a sabiendas de que utilizar unos procedimientos, unas reglas, unas determinaciones culturales o tradicionales no tiene nada que ver con la sumisión a una tradición, más bien, se produce una re-actualización de los procedimientos con el fin de mantenerla viva.
Por lo tanto, la tarea del compositor, del creador, del inventor, supone tanto la observancia de reglas impuestas por la tradición y la cultura como la imaginación. Pero Stravinsky quiere dejar claro que esa imaginación no debe ser confundida con la creación. Imaginar no es necesariamente crear, lo que imaginamos, en cambio, no debe tomar obligatoriamente una forma concreta y puede quedarse en su estado virtual6.
En este sentido, Stravinsky habla de una imaginación creadora, que es la que ayuda a pasar del plano de la concepción al plano de la realización. Tanto la imaginación como la observación, aplicados al ámbito del arte, serían los principios constitutivos fundamentales de todo proceso creativo. La observación se refiere al sometimiento hacia unas reglas concretas impuestas por cada uno de los estilos artísticos catalogadas como hechos objetivos. La imitación de estas reglas no supone el crear. Es necesaria la imaginación del artista, la subjetividad de éste para que el proceso creativo se consuma en la obra de arte. Esa consumación significa dar vida a la tradición, a la cultura.
Por lo tanto, Stravinsky no niega los elementos inesperados que puedan surgir en cualquier momento del proceso creativo, aunque matiza el que estos tengan que venir siempre de la misma dirección, la del propio sujeto, tal como dominó en el romanticismo. Todo lo contrario, la realidad es capaz de poner ante tus propios ojos7 elementos inesperados no presentes en lo que hemos denominado tradición o cultura y que llaman a la puerta del artista. Estos elementos imprevistos, quizás en una especie de voluntad de poder nietzscheana, se intentan acomodar a las estructuras preexistentes a las que se somete el artista. Se produce pues una especie de apertura a lo otro. Stravisky quiere dejar claro que no se puede confundir este aporte de lo fortuito con ese capricho de la imaginación llamado comúnmente fantasía8, esa loca fantasía o Schwärmerei romántica. Como he dicho antes, esto no es más que un intento en Stravinsky de limitar el poder del sujeto que tan decisivo fue en el pensamiento del romanticismo decimonónico.
Para Stravinsky es un error del artista abandonarse a los caprichos de la imaginación. Él, personalmente, se siente paralizado ante la infinidad de posibilidades que se le ofrecen si no se impone unos límites. Si todo me está permitido, si ninguna resistencia se me ofrece, todo esfuerzo es inconcebible: donde todo vale es porque nada vale. Solo se vence ese terror cuando se le imponen las reglas: que me den lo finito, lo definido, la materia que puede servir a mi operación, en tanto esté al alcance de mis posibilidades. (…) Mi libertad consiste, pues, en mis movimientos dentro del estrecho marco que yo mismo me he asignado para cada una de mis empresas9.
En cierto sentido, Stravinsky cree en la necesidad de dogmatizar, porque en realidad las reglas no son tiranías inventadas arbitrariamente, sino un corolario de preceptos reclamados por la organización misma del ser espiritual. Las reglas nunca han impedido que la originalidad se reproduzca libremente.
La obra musical de Stravinsky se mantuvo fiel a estas ideas de dar continuidad a la tradición musical occidental. Recuperó estilos ya caducos, como el clasicismo, gregoriano, barroco, que le llevaron a ser catalogado como un compositor Neo-clásico, pero no dejó de otorgarles un estilo propio y original. Por todo esto, y ya en el ámbito del pensamiento estético, le llevó a ser calificado como formalista.

1 Valery, Paul, Op. Cit. Cfr. Craft, Robert, Conversaciones con Igor Stravinsky, Madrid, Alianza Música, 1991. Valery fue una honda fuente de apoyo intelectual y moral para Stravinsky. Éste le pidió que leyese y criticara su Poética Musical antes de publicarla, sobre todo en lo concerniente al estilo literario, ya que había escrito las conferencias en francés y no en su lengua materna, el ruso, hecho que no le hacía sentirse muy seguro. Valery le sugirió diversos cambios en la elección y el orden de las palabras, aunque, para gran alivio del propio compositor, aprobó el estilo sin reservas.
2 Stravinsky, Igor, Op. Cit. p. 15-16.
3 Ibídem, p. 32.
4 Ibídem, p. 59.
5 Ibídem, p. 60.
6 Ibídem, p. 56.
7 Entiéndase sentidos.
8Stravinsky, Igor, Op. Cit. p. 57.
9 Ibídem, p. 66.

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