¿Cabe referir la armonía en el ámbito de otras artes que no sea la música? Ciertamente, hay que distinguir varios usos de este término que, en el ámbito de la música, a adquirido un carácter muy restrictivo: el que hace referencia al estudio de la percepción del sonido en forma «vertical» o «simultánea» que se lleva a cabo mediante los acordes. Así, la armonía se refiere a una técnica, a un instrumento mediante el cual podemos organizar, articular, los sonidos. Implica un conjunto de reglas objetivas que explican el qué y cómo de los acordes. Queda al margen el posible estudio de las posibles relaciones entre otras objetivaciones de la música, sobre todo el ritmo, el timbre. Pienso, que la música se ha apropiado de la palabra armonía para designar a una técnica, un instrumento, un modo de organizar los materiales estrictamente musicales. En este sentido, la armonía no tiene relación con la pintura, ni con la escultura, ni con ninguna de las artes, por lo específicamente musical de su función.
Existe otro sentido de la palabra armonía, mucho más englobante, que se refiere al modo en el que están dispuestas las diferentes objetividades de cada una de las artes. Habrá armonía cuando esas objetividades estén bien dispuestas, bien organizadas formando un conjunto homogéneo, una totalidad bien formada, equilibrada. A todo esto Lukács le llamará el medio homogéneo de cada una de las artes. En la música, hablamos de cómo están relacionados el ritmo, la melodía, la armonía, el timbre, ... y el resultado de esa interrelación es la obra en sí. Se suele calificar a las obras armónicamente conformadas como bellas, por la capacidad para diluir las diferencias entre las diferentes objetividades en pos de un espíritu de conjunto. Este concepto de armonía, pienso, es común a todas las artes y suele referirse a él con el adjetivo de clásico.
Existe otro sentido de la palabra armonía, mucho más englobante, que se refiere al modo en el que están dispuestas las diferentes objetividades de cada una de las artes. Habrá armonía cuando esas objetividades estén bien dispuestas, bien organizadas formando un conjunto homogéneo, una totalidad bien formada, equilibrada. A todo esto Lukács le llamará el medio homogéneo de cada una de las artes. En la música, hablamos de cómo están relacionados el ritmo, la melodía, la armonía, el timbre, ... y el resultado de esa interrelación es la obra en sí. Se suele calificar a las obras armónicamente conformadas como bellas, por la capacidad para diluir las diferencias entre las diferentes objetividades en pos de un espíritu de conjunto. Este concepto de armonía, pienso, es común a todas las artes y suele referirse a él con el adjetivo de clásico.
Pero, ciertamente, nuestro objetivo no es, como diría Ortega, estudiar al hombre por su sombra, o al rábano por las hojas, y por ello es necesario ampliar el horizonte de significado de la palabra armonía y volver la mirada a lo que entendían los filósofos griegos, horizonte que a lo largo de la modernidad parece haber sufrido un proceso de minimización. Armonía, o diosa de la concordia, refiere a la unificación de muchos términos que se hallan en confusión, o sea, al acuerdo entre elementos discordantes. No hace referencia exclusiva a la obra de arte y, por lo tanto, debe ser aplicado a la totalidad del universo. Hablamos de la armonía del cosmos, o de la música de las esferas que gustaba decir a los pitagóricos. Con ello, es fácil que los aspectos morales y éticos de la armonía saltaran al ruedo en esa época y se desarrollase una ética musical. La mousiké, o el arte de las musas, pues, estaba vinculada a la vida en sociedad, a la moral. ¿En qué sentido?
En términos de la praxis, del quehacer humano, de la poiesis aristotélica, cualquier manifestación artística está inserta en un mundo de vida compartido por todos. En este sentido, la obra de arte no puede considerarse un objeto, sino que viene determinada por un conjunto de relaciones intersubjetivas, piénsese en el creador y en el receptor, que hacen de ésta algo más que una vulgar cosa, sino que más bien adquiere la forma de un horizonte de significación en el cual los sujetos se van haciendo, conformando.
Ese nivel de significación, de normatividad, se pierde cuando la obra de arte queda desvinculada, vaciada, de toda relación con el mundo de la vida, y esa pérdida nos deja desnudos ante la realidad, la cruda realidad. Whitney Houston, y tantos otros artistas talentosos, nos vienen a la mente y nos hacen preguntar una y otra vez que es lo que falla en este invento. En esto, Platón y Aristóteles fueron radicales: la obra en sí no nos lleva a ninguna parte, más aún, nos dirige irremisiblemente a la perdición. ¿Culto a la voz, culto a la persona, culto a la obra de arte? ¿Armonía o sumisión?
Ese nivel de significación, de normatividad, se pierde cuando la obra de arte queda desvinculada, vaciada, de toda relación con el mundo de la vida, y esa pérdida nos deja desnudos ante la realidad, la cruda realidad. Whitney Houston, y tantos otros artistas talentosos, nos vienen a la mente y nos hacen preguntar una y otra vez que es lo que falla en este invento. En esto, Platón y Aristóteles fueron radicales: la obra en sí no nos lleva a ninguna parte, más aún, nos dirige irremisiblemente a la perdición. ¿Culto a la voz, culto a la persona, culto a la obra de arte? ¿Armonía o sumisión?
Comentarios
Como dijo Goethe... CLARIDAD, CLARIDAD. Me he perdido. Lo siento. No logramos centrar el diálogo. Lo siento. ¿Tienes alguna solución?