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A mi amigo Antonio José Alcalá...
Dice
Zubiri en La
dimensión histórica del ser humano
que las acciones humanas pueden pertenecer a la historia, pero
pertenecen a ella sólo impersonalmente. ¿Qué puede eso significar?
Para Zubiri un acto impersonal es
un modo de ser y de actuar personal,
pero reducido a ser y actuar de
la persona.
(pg. 30) Pero, ¿qué es un actuar personal? Una acción entendida
como momento de la vida personal, de autoposesión de la realidad
física "mía", por ejemplo yo me como una manzana, yo
escribo una carta... Por otro lado, puedo considerar la acción
dejando en suspenso mi vida personal, es entonces cuando la acción
no es personal,
sino de la
persona.
Así, aunque la acción siga siendo realizada por la persona, se hace
de forma impersonal.
Podemos acercarnos a esto
desde el prisma del arte. Podemos suponer
que las obras de arte, como obras de actos impersonales, tengan la capacidad
de sobrevivir más allá de la vida personal del creador. En cierto
modo, el hecho de que Mozart se comiera una manzana, murió con el
mismo Mozart, acabó junto a él en la misma fosa de lo común. Pero ha sucedido lo
contrario con sus composiciones que aún siguen dando que
hablar.
Para Zubiri, esta
impersonalidad no es algo que reste “personalidad” a la persona,
no es algo que no deje de pertenecer a ella. Las sinfonías de Mozart
son de Mozart, no de otra persona, a menos que venga alguien y
demuestre que fue obra de su vecino del 5º Derecha, sino que es una
modalidad de la propia persona. Por lo tanto, podemos decir que en el
momento impersonal de la persona, y utilizando
términos lukacsianos, se produce un estrechamiento y concentración
en torno al medio homogéneo de su arte. Así, Mozart, en vez de
realizarse en la totalidad de la realidad cotidiana, o sea,
comiéndose una manzana, tomándose unos tintos con los amigos... se
realiza en torno al medio homogéneo de la música. Que ese abandono
de la realidad cotidiana no sea definitivo es fundamental.
Evidentemente, el propio Mozart, el propio artista, tiene que volver
a su vida cotidiana, esa que le da sustento y hace posible cualquier
acto impersonal.
Es posible suponer que ese acto impersonal no es más que un proceso de transcendencia que no sólo puede ser percibido en el ámbito artístico, y por extensión, en el estético, sino también en la ética. Así entendido, el arte, o la ética, tiene un carácter emergente, en el sentido de que sólo es posible, sólo puede producirse, a partir del mundo de la vida cotidiana y sus servidumbres, en definitiva, el ámbito de la necesidad de alimento, de cobijo. No obstante, esta emergencia no implica que el ámbito transcendente pueda ser explicado con las leyes de la vida cotidiana, sino que tiene su propia legislación. Lo que sucede es que la legislación estética, o ética, no se sustenta sobre ningún tipo de mundo irreal o idea transcendente, sino que emerge de la propia vida cotidiana del hombre, vamos, de su quehacer en la circunstancia que le ha tocado vivir, con su repertorialidad heredada y su disposición o capacidad de dar cuenta de esos repertorios. La unión de todos estos elementos daría lugar a una especie de paisaje, de totalidad reconocible y coherentemente conformada.
Es posible suponer que ese acto impersonal no es más que un proceso de transcendencia que no sólo puede ser percibido en el ámbito artístico, y por extensión, en el estético, sino también en la ética. Así entendido, el arte, o la ética, tiene un carácter emergente, en el sentido de que sólo es posible, sólo puede producirse, a partir del mundo de la vida cotidiana y sus servidumbres, en definitiva, el ámbito de la necesidad de alimento, de cobijo. No obstante, esta emergencia no implica que el ámbito transcendente pueda ser explicado con las leyes de la vida cotidiana, sino que tiene su propia legislación. Lo que sucede es que la legislación estética, o ética, no se sustenta sobre ningún tipo de mundo irreal o idea transcendente, sino que emerge de la propia vida cotidiana del hombre, vamos, de su quehacer en la circunstancia que le ha tocado vivir, con su repertorialidad heredada y su disposición o capacidad de dar cuenta de esos repertorios. La unión de todos estos elementos daría lugar a una especie de paisaje, de totalidad reconocible y coherentemente conformada.
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