- A Lukács tampoco le gustan las vanguardias.
Quien escucha la ópera se queda asombrado desde el primer momento por un torrente de sonidos voluntariamente caóticos y carentes de armonía. Fragmentos de melodía, embriones de frases musicales se ven sumergidos, se liberan y desaparecen de nuevo entre el estruendo, gritos y chillidos. Es difícil seguir este tipo de “música” y es imposible recordarla1.
Con
estas palabras resumía el Pravda en su artículo Caos
en vez de música la
ópera Lady Macbeth
de Mzensk de
Shostakovich. En el horizonte planeaba, a la manera de leitmotif, la
gran bestia negra del realismo socialista, el formalismo
pequeño-burgués. Sin duda, para los concienzudos burócratas del
régimen, la vanguardia era fiel reflejo de la decadencia del mundo
burgués y por ello, debía ser perseguida a toda costa. Desde el
punto de vista estético, el debate en torno a lo acertado de las
medidas que tomaron los concienzudos burócratas socialistas está
fuera de todo lugar. Pero no podemos obviar un hecho: las
vanguardias, como reflejo de un momento histórico social
especialmente crítico, estaban abiertas a la novedad, a la ruptura
de normas, y en este sentido debemos pensar que no toda apertura o
ruptura podemos considerarla lícita. Ciertamente, no todo vale, y
como podemos suponer, la vanguardia también podía ser objeto de
crítica. Desde el punto de vista estrictamente estético, sin obviar
las repercusiones éticas y políticas relacionadas, esta tarea la
asumirá de manera clara y directa Georg Lukács. Este hecho le
acarreará numerosas e intensas críticas por el lado Occidental.
Pero sería injusto no percibir en sus escritos la misma actitud
crítica hacia el realismo socialista, lo que también le ocasionó
muchos problemas con el régimen que terminaron con la marginación
intelectual del filósofo. En su libro Significación
actual del realismo crítico2
nuestro autor examina la cuestión del realismo socialista en pleno
proceso de revisión de la obra de Stalin -no hay que obviar que este
texto vio la luz en alemán en el año 1957- y da cumplida cuenta de
las vanguardias y del propio realismo socialista. Veamos lo que dice.
Lukács deja claro
en la introducción que ese examen no tiene que llevar implícito un
ejercicio de superación de la doctrina de Marx y Lenin. Piensa
Lukács que en el realismo socialista hay cosas dignas de sacarlas a
la luz, como toda la crítica marxista dirigida contra la cultura por
él denominada de decadencia. Y es por eso que ve necesario realizar
un análisis riguroso de lo que significa el realismo para así
comprender las positividades de esta estética socialista.
Desde
un principio quiere dejar claro cuáles son las coordenadas en las
que se va a mover, y esta cuestión tendrá mucha más relevancia
cuando nos adentremos en la categoría de programa. Hablamos de su
intento de superar la dialéctica capitalismo-socialismo que desde la
2ª mitad del siglo XIX viene imponiéndose en las agendas políticas
mundiales. Según Lukács, si bien la lucha entre capitalismo y
socialismo fue un hecho incuestionable desde las jornadas de junio de
1848 con el levantamiento del proletariado parisino, con la segunda
guerra mundial la oposición dialéctica se desplazó a la antítesis
fascismo-antifascismo. Una vez consumada la derrota del Hitler, la
estrategia de la guerra fría fue la de volver a dividir el mundo en
dos bloques, el socialista y el capitalista. Lukács destaca que esa
dualidad ya no reflejaba las verdaderas fuerzas que estaban moviendo
al mundo, fuerzas cada vez más consientes y poderosas, que
se sublevaron contra el objetivo directo de la estrategia de los “dos
mundos”3.
Esas fuerzas eran los
movimientos por la paz, en los que participaban personas de todo tipo
de ideología. Y es aquí donde entraría el arte, que el propio
poder utiliza como un instrumento eficaz para consumar ese
desplazamiento, el intentar imponer una visión del mundo, en nuestro
caso, la división entre el bloque comunista y el bloque capitalista,
frente a la que, vistos los estragos de las guerras mundiales, se
estaba desarrollando en todos los pueblos, la división entre un
“mundo en guerra” y un “mundo en paz”. Desde este punto de
vista, el problema afecta a la manera de cómo las diferentes formas
o tendencias ayudan a la consecución de los fines propuestos, en
este caso, el de la paz. Este será su punto de arranque.
En
este análisis crítico que realiza sobre el realismo, Lukács
comienza examinando el fenómeno del vanguardismo, al que considera
como antirrealismo.
Desde el punto de vista antropológico, para la vanguardia, el
hombre, el individuo, existe esencialmente solo por toda la
eternidad, ontológicamente independiente de toda relación humana y,
con mayor razón, de toda relación social4.
Para él, como paradigma de esta visión del hombre se encuentra el
pensamiento de Heidegger. Éste define la existencia humana
como un haber sido lanzado a la vida, dando así la mejor descripción
de esta soledad ontológica del individuo humano5.
La esencia de este hombre aparece desprovista de toda historicidad,
de toda historia interior. Ese hombre no puede desarrollar una
relación vital con el mundo que le rodea. En otras palabras, Lukács
supone que el hombre así entendido mantiene una posición pasiva
ante el mundo que le ha tocado vivir, el que le viene dado, y, por lo
tanto, su capacidad para cambiar las cosas quedan neutralizadas. Y
esto es fundamental para Lukács, porque para él no es admisible que
la guerra sea, en cierto modo, inevitable. Esta actitud sería fruto
de una visión fatalista del mundo que tendría una influencia
importante en el propio arte y sus principios creativos. Esto se
manifiesta en la exaltación de la subjetividad, del individuo
solitario y sus temas: la cotidianidad y excentricismo de las obras
de vanguardia. Lukács pone como ejemplo las creaciones literarias de
Joice y Kafka, entre otros. Todas ellas muestran a unos sujetos
descentrados, subsumidos en la propia soledad de sus pensamientos,
sus miedos, sus locuras, alejados de la realidad que les rodea. Esto
tiene como premisa ideológica la negación de toda
racionalidad en la existencia y de toda relación entre los hombres6.
Este
exceso de subjetividad lleva acarreado la pérdida de perspectiva,
entendida ésta como principio de selección. Esta pérdida, en
cierto modo, neutraliza al sujeto, lo paraliza lo convierte en un
sujeto pasivo, estático. Esta estaticidad se manifiesta en la
pérdida de objetivo, la pérdida de esperanza del hombre. Como
ejemplo, Lukács utiliza las palabras de Dostoievsky: “Cuando
el hombre pierde el objetivo y la esperanza no es raro que, ante el
tedio, se transforme en un monstruo...”7.
Las consecuencias en el mundo
del arte de esta pérdida de objetividad y el excesivo énfasis en la
subjetividad serían, por tanto, la recreación de un mundo
constituido por pequeños mundos parciales heterogéneos y opuestos
entre sí, lo que Lukács llama un ejemplo de arte antirrealista,
porque no es fiel reflejo del mundo del que surge, de sus múltiples
relaciones y modos de darse a conocer.
A
pesar de este dualismo entre realismo y vanguardia, Lukács
manifiesta que los límites que separan ambas tendencias no son tan
claros como parecen. En cierto modo, esta división tajante la
realiza por motivos analíticos y críticos. El caso es que, como él
mismo apunta, las artes de vanguardia contienen importantes
elementos del reflejo de la realidad actual, de las cualidades
típicas, de la singularidad del hombre de hoy, de su relación con
la realidad, etc…8
El arte de
vanguardia, así entendido, surge de una realidad concreta, la edad
del periodo imperialista. Por lo tanto, la vanguardia es fiel reflejo
de una época concreta y tiene como cometido la toma de partido
frente a tendencias políticas, como el nacionalsocialismo hitleriano
y el dogmatismo stalinista, que violaban o limitaban la libertad del
artista creador. El problema para Lukács es que la vanguardia se
enfrenta a esto de un modo inmediato y no crítico9.
Es decir, que frente a las objetivaciones dogmáticas impuestas por
las circunstancias político-sociales la vanguardia ataca con su
contrario, la subjetivación más exacerbada haciendo de las
experiencias subjetivas la esencia de la realidad10.
Aquí, lo que achaca Lukács a las vanguardias es que su arte no se
convierte en un fiel reflejo de la realidad, que no se reflejen en
ellas las fuerzas que actúan en la realidad concreta y que hacen que
ésta tenga un carácter vivo, dinámico. Por tanto, Lukács asume
que en todo grupo social hay algo que actúa como centro mediador,
como lugar de encuentro en el que la subjetividad del artista y la
objetividad de la realidad histórico-social consiguen relacionarse,
imbricarse. Esa imbricación implica que la subjetividad no se mueva
en una esfera aislada del mundo concreto, de ahí su capacidad para
intervenir, de tomar partido, pero esa acción debe realizarse en el
contexto histórico-social concreto. Es por eso que todo reflejo
artístico que se adecua a la realidad tiene que tener ese carácter
dinámico concreto, esa direccionalidad concreta y determinada, ese
¿de dónde? y ¿adónde?, porque la realidad es en esencia dinámica
a consecuencia de la propia actividad del sujeto que interviene en
ella. Pero, no sólo el sujeto tiene deberes. La objetividad no puede
entenderse desde el punto de vista “dogmático”, no es algo
determinado por ninguna ley natural, ya sea la raza, la sangre o la
tierra como en el nacional-socialismo, o ley imaginada como el
comunismo, sino como el conjunto de repertorios o modos de hacer que
una sociedad concreta, y en un momento histórico concreto, poseen.
Desde este punto de vista, la objetividad tiene un carácter plural,
como plural es toda sociedad. Es en este contexto repertorial donde
el sujeto aplica o reacciona con sus disposiciones, sus capacidades o
competencias “subjetivas”, que le son suyas. Todo este movimiento
se realiza en lo que podemos llamar como “paisaje” que, como he
dicho antes, actuaría como centro mediador, como campo de juego de
la propia existencia humana. Mejor aún, el paisaje es el resultado
de esa interacción entre repertorios y disposiciones. El adónde,
pues, ya no remite a un lugar más allá, a ninguna idea metafísica,
sino a una necesidad concreta que afecta a los propios sujetos
inmersos en una realidad circunstancial.
Llegados
al problema del adónde,
Lukács entiende que el artista, desde hace un siglo, le resulta
difícil sustraerse del objetivo de la vida humana sin tomar una
posición concreta con respecto al socialismo. Si quiere pensar el
adónde,
necesariamente tiene que pasar por el socialismo. Es en este punto
crítico, donde el miedo ante el socialismo como solución a los
problemas que estaba dando el capitalismo transforma al hombre en un
ser perdido. Como dice Lukács, el rechazo del socialismo
se convierte en una ideología de cruzada, y si bien se ha hecho una
consigna de la salvación y mantenimiento de la democracia, surge el
temor, que crece de día en día, de que la “rebelión de las
masas” ponga en creciente peligro la soberanía de las élites11.
Es así, que lo que Lukács reprocha a los artistas de la corriente
vanguardista, a los cuales no pretende ligarlos por su decadencia con
la política hitleriana o de la guerra fría, es esa falta de toma de
posición ante la imagen del mundo que tenían a la vista. En cierto
modo podemos hablar de un proceso de des-humanización, entendida
como negación de todo contenido humano a través de la huida ante la
realidad del presente. Es así que el realismo, en contraposición a
la vanguardia, supone la posibilidad de un mínimo de vida
con sentido (o por lo menos de una esperanza de esta vida) en la
sociedad burguesa, mientras que en el vanguardismo desaparece tal
perspectiva12.
Como vemos, la idea de esperanza es clave en esta reflexión. Tiene
que haber alguna manera de superar este clima de desesperación, de
angustia, de desconfianza, que provoca la propia sociedad
capitalista. Es por ello que en Lukács encontramos una convergencia
entre el realismo crítico, ese que se coloca críticamente ante su
circunstancia y contexto, y las ideas socialistas, o sea la lucha por
la emancipación humana y por la paz. El realismo, y pone como
ejemplo a Kafka, que sólo se limita a expresar lo más
fidedignamente el sentimiento ante la vida es un realismo que no
participa de la verdadera esencia de ésta, o sea, de su ¿de dónde?
y su ¿adónde? No existe, pues, un mundo, una realidad, una
condición humana eterna, intemporal o supra-histórica. Todo lo
contrario, de lo que se trata es de las potencialidades humanas, de
ese poder del hombre para transformar la naturaleza con su fuerza de
trabajo, ese, como diría Marx, hacer del objeto de la naturaleza un
objeto humano que implica la adopción de una direccionalidad, de una
perspectiva.
Por
tanto, para Lukács, la pregunta sobre el arte en este contexto no
tiene que ver con asuntos formales o de contenido, sino que va
dirigida a la conducta del hombre hacia la vida13,
que se manifiesta en
toda creación artística.
Es así que el
realismo socialista, entendido como superación del realismo crítico,
busca en las cualidades del hombre todo lo que hay de voluntad y
capacidad para crear una sociedad mejor y lo más justa posible. La
protesta contra el capitalismo, aspectos comunes en los dos
realismos, adquiere concreción con el realismo socialista al definir
claramente cuál es el camino. Para Lukács, el realismo socialista
sería como una actualización del realismo crítico ante los nuevos
ojos marxistas que ven el camino del socialismo como el curso mismo
de la realidad social. Así que para Lukács no habría más camino
que la descripción de una imagen auténtica de la realidad y
reflejar, lo quiera o no el autor, un apoyo real a la crítica
marxista del mundo capitalista y que contribuya a la construcción
del socialismo. En este sentido, es difícil llevar a cabo las ideas
del realismo socialista sin asumir en primera instancia el realismo
crítico. Este sería, según Lukács, el gran problema del
estalinismo, que creyó superado el realismo crítico por la sencilla
razón de que el socialismo se creía sólidamente asumido por el
pueblo soviético, circunstancia nada más alejada de la realidad.
Con sus palabras:
La instauración de la dictadura del proletariado no puede crear inmediatamente, salvo en determinados campos, formas expresas de existencia socialista; (…) las formas de existencia socialista, estatales y sociales, funcionarán largo tiempo de tal modo que los hombres que en ella vivan cumplirán ciertamente con sus preceptos, pero lo harán todavía, en gran medida, con una conciencia que en muchos casos seguirá siendo burguesa14.
Si
el socialismo realmente no está instaurado en las complejas
relaciones de la sociedad y si obviamos la única fuerza crítica que
desentraña la verdad de la existencia de un momento concreto, es
fácil que las fuerzas subjetivas afloren irremisiblemente en las
formas de dogmatismo y practicismo. Es por ello que Lukács mantenga
cierta predilección por las formas del realismo crítico del pasado
a las que considera como un vehículo todavía necesario para superar
la problemática burguesa y tome como modelos a seguir a los grandes
representantes de la literatura realista como Thomas Mann, Goethe o
Tolstoi.
1
Vinay, Gianfranco, Op. Cit. Pg. 135
4
Ibid. Pg. 21-22.
5
Ibid. Pg. 23.
6
Ibid. Pg, 37
7
Ibid. Pg, 43-44
8
Ibid. Pg, 61.
9
Ibid. Pg 63.
10
Ibid. Pg 63.
11
Ibid. Pg. 80.
12
Ibid. Pg. 88.
13
Ibid. Pg. 105.
14
Ibid. Pg. 144.
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