(En capilla)
(Por fin en meta)
7 de la mañana, salida. No tardó en caer el primer chapetón, no será el primero, ni el último. ¿Qué pasará por esas cabezas? -pienso mientras me refugio en el bar en busca de un café calentito.
Primera vuelta, 49´02´´, sale tranquilo, pero pronto coge el ritmo crucero de 4´35´´ el km. Parece un reloj. Suelto, sin un mal gesto, pasa los kilómetros. Ni la lluvia parece turbar su marcha regular. Verás,- pienso- va a dar el pichazo. Km 50, ya es sexto.
Yo caliento, toca salir en la media. En mis adentros, vaya mariconada. Decido salir rápido, por debajo de los 4 minutos, pero no mucho. Pronto descubro que el circuito es jodido. Otro hándicap para los del 100. Contacto con mi hermano en el km 64 (mi 15). ¡Con cabeza! -le digo. Viene lo peor.
LLego a meta: 1 h 26´02´´. Al final se me atragantó la carrera. Justo pasa el 5º del 100, es el km 70. Mi hermano va por detrás, a 2 ó 3 minutos. Así es, sigue sexto y tiene a tiro de piedra no sólo del 5º, sino al 3º y al 4º.
Km 75, la cosa cambia, comienzan los problemas, las piernas se agarrotan, no responden. Los chapetones son cada vez más intensos, no hay tregua, las articulaciones se resienten. Queda lo peor, 2 vueltas, 20 km.
Penúltima vuelta. No llega. Pasan los minutos. Ha cogido una pájara de las que hacen época -pienso. Decido ir en su busca, tiene que estar cerca. Ando un km. No asoma. Sigo andando. Lo veo. ¿Cómo estás?-le pregunto.
Está cabreado, el último chapetón le ha hinchado las piernas. ¡Vengo dando cojetás 10 kms!- me dice indignado. Mira al cielo, parece que sale el sol. Ah, el Sol, ese que tanto le ha castigado este verano en los duros entrenamientos en el Sur. Ahora parece ser su aliado. Las piernas se calientan, parece que puede. Sólo le quedan 10 km.
Primera vuelta, 49´02´´, sale tranquilo, pero pronto coge el ritmo crucero de 4´35´´ el km. Parece un reloj. Suelto, sin un mal gesto, pasa los kilómetros. Ni la lluvia parece turbar su marcha regular. Verás,- pienso- va a dar el pichazo. Km 50, ya es sexto.
Yo caliento, toca salir en la media. En mis adentros, vaya mariconada. Decido salir rápido, por debajo de los 4 minutos, pero no mucho. Pronto descubro que el circuito es jodido. Otro hándicap para los del 100. Contacto con mi hermano en el km 64 (mi 15). ¡Con cabeza! -le digo. Viene lo peor.
LLego a meta: 1 h 26´02´´. Al final se me atragantó la carrera. Justo pasa el 5º del 100, es el km 70. Mi hermano va por detrás, a 2 ó 3 minutos. Así es, sigue sexto y tiene a tiro de piedra no sólo del 5º, sino al 3º y al 4º.
Km 75, la cosa cambia, comienzan los problemas, las piernas se agarrotan, no responden. Los chapetones son cada vez más intensos, no hay tregua, las articulaciones se resienten. Queda lo peor, 2 vueltas, 20 km.
Penúltima vuelta. No llega. Pasan los minutos. Ha cogido una pájara de las que hacen época -pienso. Decido ir en su busca, tiene que estar cerca. Ando un km. No asoma. Sigo andando. Lo veo. ¿Cómo estás?-le pregunto.
Está cabreado, el último chapetón le ha hinchado las piernas. ¡Vengo dando cojetás 10 kms!- me dice indignado. Mira al cielo, parece que sale el sol. Ah, el Sol, ese que tanto le ha castigado este verano en los duros entrenamientos en el Sur. Ahora parece ser su aliado. Las piernas se calientan, parece que puede. Sólo le quedan 10 km.
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