El origen de la música orquestal podemos situarlo en el siglo XVII, en el Barroco musical. La música orquestal estaba vinculada claramente a la música escénica, a la ópera. Ésta, junto a la orquesta, se adaptaban bien a los ideales barrocos de grandiosidad y espectacularidad. En cierto modo era una manera de hacer ver al pueblo la grandeza y la divinidad del poder absoluto del monarca.
El astuto Lully, grangeándose los favores de Luis XIV, el Rey Sol, ha pasado a la historia por sus espectaculares óperas y ballets y, a nivel orquestal, por los famosos 24 violons du roi que se supone que marcaron el inicio del nacimiento de la orquesta tal como ahora la conocemos. Lo que más llamaba la atención de esta formación era la gran perfección técnica que llegó a conseguir fruto de una rígida disciplina.
Por esta misma época, las ideas ilustradas asumian que el Estado, representado y tutelado por el rey, era el garante del bienestar de su pueblo pero, eso sí, sin hacerlo participar en sus soluciones ya que, como decía Hobbes, el pueblo sufría una minoría de edad permanente.
La orquesta, sin querer, parece plasmar estas ideas. Un director trata de poner orden a una amplia masa de músicos que por si sólos no son capaces de organizarse. El propio Lully, en su intento por dominar a sus músicos, murió por una gangrena a consecuencia de una herida que se hizo en el pie con su bastón de director, que en aquel tiempo era una pesada barra de hierro que servía para llevar el compás golpeando el suelo con ella.
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