El Renacimiento musical trajo consigo el encumbramiento de la armonía. Bien es cierto que aún le quedará algún tiempo hasta que tome la fisonomía de una estructura perfecta, plenamente articulada bajo una reglas racionalmente conseguidas, tanto en lo teórico como en lo práctico. En cualquier caso, la tarea del teórico renacentista Gioseffo Zarlino fue la de dar sustento teórico a algo que ya estaba plenamente asumido por los oídos y plumas de aquella época, la nueva armonía basada en dos modos, el mayor y el menor.
En este sentido, el acorde tríada, aunque no existía como entidad teórica, emergía en el fluir de las distintas voces que integraban el entremado polifónico. Zarlino, como buen renacentista, encontró su sustento racional en el mundo griego, cuna de nuestra racionalidad. En concreto, en el pitagorismo y en las relaciones numericas de la música mundana, aquella música producida por los astros que giran en el cosmos conforme a unas leyes numéricas y a proporciones armónicas y que el hombre, por su finitud e imperfección, no puede escuchar. Y es que en el Renacimiento, en el intento de superar la escisión platónica entre el mundo inmutable de las ideas y el perecedero terrenal, y en consonancia con el nuevo optimismo del hombre sobre sus propias capacidades racionales, se desarrolla una necesidad imperiosa de tratar de ver en los objetos del mundo las propias leyes divinas, en otras palabras, la fusión entre teoría y práctica. Es así que pasamos de la descripción medieval a la explicación moderna.
Con todo, para Zarlino el fenómeno de los armónicos (ampliamente tratado por los pitagóricos) proporciona la demostración de la existencia natural del acorde perfecto mayor, y es que los seis primeros armónicos dan este acorde, base de toda la música que se estaba imponiendo en su época. ¿Y el acorde menor? Para ese se sacó de la manga un argumento ad hoc: se obtiene por división aritmética.
En este sentido, el acorde tríada, aunque no existía como entidad teórica, emergía en el fluir de las distintas voces que integraban el entremado polifónico. Zarlino, como buen renacentista, encontró su sustento racional en el mundo griego, cuna de nuestra racionalidad. En concreto, en el pitagorismo y en las relaciones numericas de la música mundana, aquella música producida por los astros que giran en el cosmos conforme a unas leyes numéricas y a proporciones armónicas y que el hombre, por su finitud e imperfección, no puede escuchar. Y es que en el Renacimiento, en el intento de superar la escisión platónica entre el mundo inmutable de las ideas y el perecedero terrenal, y en consonancia con el nuevo optimismo del hombre sobre sus propias capacidades racionales, se desarrolla una necesidad imperiosa de tratar de ver en los objetos del mundo las propias leyes divinas, en otras palabras, la fusión entre teoría y práctica. Es así que pasamos de la descripción medieval a la explicación moderna.
Con todo, para Zarlino el fenómeno de los armónicos (ampliamente tratado por los pitagóricos) proporciona la demostración de la existencia natural del acorde perfecto mayor, y es que los seis primeros armónicos dan este acorde, base de toda la música que se estaba imponiendo en su época. ¿Y el acorde menor? Para ese se sacó de la manga un argumento ad hoc: se obtiene por división aritmética.
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Un abrazo.