La degeneración de nuestras orquestas sinfónicas pasa, inevitablemente, por la elección del repertorio. Con relación a Shostakovich, en su empeño en interpretar su 5ª Sinfonía, no hay más que una cierta predisposición a darle la razón a Stalin. Con ella, Shostakovich se vió obligado a abandonar sus principios como compositor. (No quiero ser reiterativo en referencia a las circunstancias de esta sinfonía, y por eso remito a una entrada posterior, http://ballesterror.blogspot.com/2010/10/shostakovich-contra-stalin.html). Hay, por lo tanto, un infeliz interés en destacar lo más oscuro, lo más infame, de las personas, cierta grotesca miseria a la que dar pábulo con todos los medios, incluidos los de nuestra industria cultural.
Recuerdo unos párrafos de un libro ya citado por mí varias veces, el Shostakovich de Krzysztof Meyer que transcribe las palabras de I. Glikman, amigo de Shostakovich, en el momento de la decisión de que su Sinfonía nº 4 no se iba a estrenar hasta vete tu a saber cuando. Antes, ya se oían rumores, entre los músicos y no tan músicos, de que la nueva sinfonía de Shostakovich era especialmente difícil y, sobre todo, "formalista". Un buen día, el secretario de la Unión de compositores y un representante del Gobierno acudieron a los ensayos de la sinfonía. A continuación, el director de la orquesta llamó a Shostakovich al despacho. A la salida, un largo silencio de éste. Su sinfonía no se iba a interpretar. La versión oficial: el director, un tal Stiedry, no podía con ella.
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