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En torno a... "España: la quiebra de 1898" de Tuñón de Lara... 2


Pero antes de seguir con el regeneracionismo, quizás sea interesante aclarar un poco en qué consiste una crisis ideológica. En general, una crisis ideológica es una crisis de hegemonía en la que cualquier concepto ideológico que tiene un carácter universal es desenmascarado y saca al descubierto el contenido particular que lo sustenta. Quizás el mayor ejemplo de este tipo de uso ideológico es en relación al “sufragio censitario”. Un concepto de carácter universal como el que el voto debe ser emitido por sujetos capaces para ese cometido, es “sostenido” por el interés de una clase en particular, la “oligarquía terrateniente”, en seguir manteniendo sus posesiones. Quiero decir, que detrás de esa idea universal hay un contenido particular que la sustenta, el interés particular de una clase concreta, el de la aristocracia y alta burguesía terrateniente. El “sufragio censitario”, si por un lado, para el bloque en el poder, daba estabilidad al sistema -precisamente era eso lo que necesitaba la aristocracia y la alta burguesía, una transición pacífica hacia el modelo capitalista-, y por eso “toda” la burguesía lo asumió con más o menos beneplácito, por otro lado, al negar el voto a los menos –que eran los más-, a la clase obrera y campesinos, evitaba que la clase burguesa no acomodada y la pequeña burguesía pudieran encontrar un aliado para sus reivindicaciones contra la aristocracia y alta burguesía.

Por tanto, la crisis ideológica consiste en descubrir que esa universalidad ya no es tal universalidad, que hay detrás de ella el interés particular de clase. Evidentemente, la crisis ideológica va de la mano de cualquier tipo de crisis, ya sea social, política, económica, espiritual, religiosa, estética, que hace que esos universales se cuestionen de alguna manera. En este contexto, en lo que Tuñón de Lara parece centrarse en este libro es en ese preciso momento en el que España se enfrentó a una de las crisis ideológicas más importantes de la mano de dos autores que el propio Tuñón de Lara considera paradigmáticos, Joaquín Costa y Miguel de Unamuno; “ambos serán debeladores no sólo de la Restauración, sino de la revolución frustrada (por lo de frustrada, que no por lo de revolución) del 68”1.

Una vez situado el regeneracionismo en lo que ha llamado Tuñón de Lara en un contexto de crisis ideológica, es importante ver que esa crítica ideológica tuvo un carácter plural. Y así fue y así debía ser, porque una vez destapada la caja de Pandora, es decir, una vez que el universal deja de ser universal, todas las fuerzas particulares se avienen a tomar ese universal para instaurar de nuevo el orden, el “nuevo orden”. En cualquier caso, como bien dice Tuñón de Lara, “la idea genérica del regeneracionismo es la negación de un sistema socio-económico precapitalista, de su sistema político, de sus valores y representaciones conceptuales aferrados al pasado”2, y esa crítica parte de la pequeña y media burguesía. Así que no puede ser extraño que el Partido Socialista, partido de la clase obrera, con su líder a la cabeza, negara la propia idea de regeneración, sin duda, por seguir siendo “burguesa”. En este sentido, el regeneracionismo no sería más que “un reformismo de quienes se quejan (…) de que no se hizo la revolución burguesa en 1868 (…) pero que en 1868 no deciden hacerla porque desesperan por anticipado de la participación popular”3.

Para poner de relieve ese carácter plural de la ofensiva regeneracionista, el autor pasa a caracterizar las propuestas más destacadas de la época. Así que antes de centrarme en los desarrollos de Costa y Unamuno, voy a tratar de hacer un breve resumen de esto.
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Sin duda, el objetivo de todas las clases es intentar imponer su ideología de clase como solución a todos los males. Por un lado tendríamos al “pseudo-regeneracionismo”, que no tardó en poner marcha el mecanismo de defensa ante el ataque ideológico de las otras fuerzas. Y para eso no hay mejor defensa que un buen ataque, el apropiarse de ese término tan subversivo, el de “regeneración”. Para ello no hay como sacar a la luz términos comodines, términos de difícil definición, por novedosos, como “regeneración de la patria”, “clases neutras”, “clases mercantiles”. Efectivamente, como afirma Tuñón de Lara, “aquello parecía un lenguaje nuevo y existía, en efecto, la intención de neutralizar a buena parte de las clases medias”4. Pero de nuevo, las medidas económicas reales afectaban a las industrias y a la media y baja burguesía, “el gobierno buscaba colmar el déficit, buscaba los 300 millones de pesetas que necesitaba, en la burguesía y clases medias y de ninguna manera en los propietarios agrarios”5.

Por otro lado, la línea burguesa de la regeneración es asumida por Mallada y Picavea, entre otros. Fundamentalmente se centran en una crítica al carácter nacional, al “quijotismo”, a la ignorancia, a la pereza. Y para esos males no hay nada como la eficacia pragmática, la educación y la exaltación del trabajo.

Además, se encontraba el frente catalán que representaba las soluciones de su burguesía industrial. No cabe duda de que la burguesía industrial catalana del siglo XIX, a raíz de la pérdida paulatina de las colonias -lo que significó la merma de gran parte de su mercado-, mantuvo una lucha activa con respecto al poder estatal a la hora de exigir, por un lado, una mejora del mercado interior y, por otro, una apertura a Europa. Esta lucha, a finales de siglo XIX, adquirió tintes nacionalistas. Lo que nos interesa es destacar, como bien apunta Tuñón de Lara, es que, a diferencia de las protestas pequeño-burguesas o de una burguesía discriminada que se dieron en el resto de España, el regeneracionismo catalán es el propugnado por “una burguesía empresarial que continúa acumulando beneficios y aspiraciones de Poder” y, como no, “que pide su puesto al sol en el poder político y que coyunturalmente hegemoniza ideológicamente a toda una minoría nacional” 6.
1 Ibíd. Pág. 59.
2 Ibíd. Pág. 63.
3 Ibíd. Pág. 64-65.
4 Ibíd. Pág. 67.
5 Ibíd. Pág. 68.
6 Ibíd. Pág. 108.

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