Pero
antes de seguir con el regeneracionismo, quizás sea interesante
aclarar un poco en qué consiste una crisis ideológica. En general,
una crisis ideológica es una crisis de hegemonía en la que
cualquier concepto ideológico que tiene un carácter universal es
desenmascarado y saca al descubierto el contenido particular que lo
sustenta. Quizás el mayor ejemplo de este tipo de uso ideológico es
en relación al “sufragio
censitario”.
Un concepto de carácter universal como el que el voto debe ser
emitido por sujetos capaces para ese cometido, es “sostenido” por
el interés de una clase en particular, la “oligarquía
terrateniente”, en seguir manteniendo sus posesiones. Quiero decir,
que detrás de esa idea universal hay un contenido particular que la
sustenta, el interés particular de una clase concreta, el de la
aristocracia y alta burguesía terrateniente. El “sufragio
censitario”, si por un lado, para el bloque en el poder, daba
estabilidad al sistema -precisamente era eso lo que necesitaba la
aristocracia y la alta burguesía, una transición pacífica hacia el
modelo capitalista-, y por eso “toda” la burguesía lo asumió
con más o menos beneplácito, por otro lado, al negar el voto a los
menos –que eran los más-, a la clase obrera y campesinos, evitaba
que la clase burguesa no acomodada y la pequeña burguesía pudieran
encontrar un aliado para sus reivindicaciones contra la aristocracia
y alta burguesía.
Por
tanto, la crisis ideológica consiste en descubrir que esa
universalidad ya no es tal universalidad, que hay detrás de ella el
interés particular de clase. Evidentemente, la crisis ideológica va
de la mano de cualquier tipo de crisis, ya sea social, política,
económica, espiritual, religiosa, estética, que hace que esos
universales se cuestionen de alguna manera. En este contexto, en lo
que Tuñón de Lara parece centrarse en este libro es en ese preciso
momento en el que España se enfrentó a una de las crisis
ideológicas más importantes de la mano de dos autores que el propio
Tuñón de Lara considera paradigmáticos, Joaquín Costa y Miguel de
Unamuno; “ambos serán debeladores no sólo de la Restauración,
sino de la revolución frustrada (por lo de frustrada, que no por lo
de revolución) del 68”1.
Una
vez situado el regeneracionismo en lo que ha llamado Tuñón de Lara
en un contexto de crisis ideológica, es importante ver que esa
crítica ideológica tuvo un carácter plural. Y así fue y así
debía ser, porque una vez destapada la caja de Pandora, es decir,
una vez que el universal deja de ser universal, todas las fuerzas
particulares se avienen a tomar ese universal para instaurar de nuevo
el orden, el “nuevo orden”. En cualquier caso, como bien dice
Tuñón de Lara, “la idea genérica del regeneracionismo es la
negación de un sistema socio-económico precapitalista, de su
sistema político, de sus valores y representaciones conceptuales
aferrados al pasado”2,
y esa crítica parte de la pequeña y media burguesía. Así que no
puede ser extraño que el Partido Socialista, partido de la clase
obrera, con su líder a la cabeza, negara la propia idea de
regeneración, sin duda, por seguir siendo “burguesa”. En este
sentido, el regeneracionismo no sería más que “un reformismo de
quienes se quejan (…) de que no se hizo la revolución burguesa en
1868 (…) pero que en 1868 no deciden hacerla porque desesperan por
anticipado de la participación popular”3.
Para
poner de relieve ese carácter plural de la ofensiva
regeneracionista, el autor pasa a caracterizar las propuestas más
destacadas de la época. Así que antes de centrarme en los
desarrollos de Costa y Unamuno, voy a tratar de hacer un breve
resumen de esto.
…………………………………………………………………………………………………….
Sin
duda, el objetivo de todas las clases es intentar imponer su
ideología de clase como solución a todos los males. Por un lado
tendríamos al “pseudo-regeneracionismo”, que no tardó en poner
marcha el mecanismo de defensa ante el ataque ideológico de las
otras fuerzas. Y para eso no hay mejor defensa que un buen ataque, el
apropiarse de ese término tan subversivo, el de “regeneración”.
Para ello no hay como sacar a la luz términos comodines, términos
de difícil definición, por novedosos, como “regeneración de la
patria”, “clases neutras”, “clases mercantiles”.
Efectivamente, como afirma Tuñón de Lara, “aquello parecía un
lenguaje nuevo y existía, en efecto, la intención de neutralizar a
buena parte de las clases medias”4.
Pero de nuevo, las medidas económicas reales afectaban a las
industrias y a la media y baja burguesía, “el gobierno buscaba
colmar el déficit, buscaba los 300 millones de pesetas que
necesitaba, en la burguesía y clases medias y de ninguna manera en
los propietarios agrarios”5.
Por
otro lado, la línea burguesa de la regeneración es asumida por
Mallada y Picavea, entre otros. Fundamentalmente se centran en una
crítica al carácter nacional, al “quijotismo”, a la ignorancia,
a la pereza. Y para esos males no hay nada como la eficacia
pragmática, la educación y la exaltación del trabajo.
Además,
se encontraba el frente catalán que representaba las soluciones de
su burguesía industrial. No cabe duda de que la burguesía
industrial catalana del siglo XIX, a raíz de la pérdida paulatina
de las colonias -lo que significó la merma de gran parte de su
mercado-, mantuvo una lucha activa con respecto al poder estatal a la
hora de exigir, por un lado, una mejora del mercado interior y, por
otro, una apertura a Europa. Esta lucha, a finales de siglo XIX,
adquirió tintes nacionalistas. Lo que nos interesa es destacar, como
bien apunta Tuñón de Lara, es que, a diferencia de las protestas
pequeño-burguesas o de una burguesía discriminada que se dieron en
el resto de España, el regeneracionismo catalán es el propugnado
por “una burguesía empresarial que continúa acumulando beneficios
y aspiraciones de Poder” y, como no, “que pide su puesto
al sol en el poder político y que coyunturalmente hegemoniza
ideológicamente a toda una minoría nacional”
6.
2
Ibíd. Pág. 63.
3
Ibíd.
Pág. 64-65.
4
Ibíd.
Pág. 67.
5
Ibíd.
Pág. 68.
6
Ibíd.
Pág. 108.
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