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En torno a... "España: la quiebra de 1898" de Tuñón de Lara... 3


Pasamos a ocuparnos de Joaquín Costa, uno de los grandes protagonistas de este libro. Para Tuñón de Lara, Costa representaría el modelo de regeneración desde arriba. Esa regeneración desde arriba trae aparejada el miedo a las revueltas de las clases obreras y populares. No en vano Costa considera al pueblo como menor de edad y necesitado de tutores. (Sin duda aquí se muestra muy claramente la influencia del kraussismo y el institucionismo, que le aportaría una importante fuerza ideológica de tipo burguesía liberal no oligárquica). Siguiendo la línea del institucionismo, receloso del pueblo, acentúa que el problema de España es educativo, y no económico o político. Por lo tanto, sólo es posible la regeneración desde arriba, empezando por la educación del pueblo. En este sentido, tal como apunta Tuñon de Lara, “piensa Costa que los viajes de profesores y alumnos al extranjero serían
-->la materialización del punto de partida para la nueva era intelectual de España1. Esto supone la creación de una élite intelectual, ya europeizada, o sea, puesta al día en cuanto a los desarrollos sociales, políticos y económicos de las grandes potencias hegemónicas europeas, que inicie el proceso de regeneración del país. Como Ortega y Gasset, Costa aspiraba a la creación de un partido de intelectuales, aunque si bien es cierto, y podemos empezar con la tradición que inicia Platón, esta no será una idea nueva. Pero, aunque Costa “cree en la aristocracia universitaria, [...] sus intentos serán vanos y, como es bien sabido, terminará por adherirse en 1903 a la gran corriente que se aglutina aquel año (y no por mucho tiempo) en la llamada Unión Republicana”2.
Pero concretando, Tuñón de Lara hace hincapié en varias ideas costianas que resultan, en cierto modo, anacrónicas. En su obra Colectivismo Agrario, “pretende que el Estado imponga a los grandes propietarios de la tierra las leyes del interés general, utilizando desde las más antiguas tradiciones comunales hasta las modernas cooperativas”3. Costa es consciente de la repercusión tan negativa que tuvo las desamortizaciones entre los campesinos. Ya hemos comentado antes que las desamortizaciones tuvieron lugar en el contexto de las revoluciones burguesas, por lo cual, estaban directamente relacionadas con la instauración del modo de producción capitalista basado en el propiedad privada burguesa. Antes, dentro del modo de producción feudal, aunque las tierras tenían su dueño, el rey, la iglesia, en cierto modo, pertenecían al pueblo, eran comunales. En términos marxistas, los mismos campesinos eran dueños de los medios de producción aunque, evidentemente, tuvieran que pagar sus “impuestos” a sus legítimos dueños. Este sistema “feudal”, si me permitís la expresión, tenía sus ventajas y sus inconvenientes. Las ventajas, ya lo hemos dicho, el campesino era dueño de los medios de producción, pero los inconvenientes eran que ese sistema no era muy apto para mejorar la producción. Y esta fue la gran innovación del capitalismo, el ser un sistema que mejora la producción a cambio de que la clase obrera y el campesinado deje de ser dueño de los medios de producción, de sus tierras.
En este sentido, Costa parece no darse cuenta de esto, ya que aboga por un modo de producción fundamentalmente comunitarista en el momento en el que las tierras, los procomunes, están organizadas según las reglas de capitalismo. Es por ello la necesidad de incorporar al Estado como agente que obligue a los dueños de las tierras, a los terratenientes, a que adopten un sistema concreto, pero -y esto se preguntaría un latifundista o minifundista-, ¿por qué tengo que hacer con “mi” tierra lo que el Estado diga? ¿Qué ventajas saco con ello cuando mis tierras me producen más beneficios gracias, por poner un ejemplo, a la especulación del suelo urbano que comenzaba a crecer ya en aquel tiempo?
 
En cualquier caso, en este contexto se añade otro de los puntos flacos del ideario costiano. Costa miraba principalmente a la España agraria, y por extensión, no podía representar a la burguesía industrial. El problema de la industria, que la hubo en España, estuvo principalmente en la endeblez del mercado nacional, bastante atrasado. En este contexto, sólo los grandes capitales, la banca, fueron los grandes beneficiados en el contexto de la revolución industrial al poder invertir en la industria modernizada, la gran industria, que necesitaba de cuantiosos capitales, mientras que la pequeña y mediana industria, se venía a pique por falta de capital. El modelo económico al que terminó abocado España es el capitalismo financiero, el de una banca cada vez más poderosa, mientras que la industria, la producción, quedaba en un segundo plano y dependía, evidentemente, de ese poder financiero. A esto se añade que el Estado poco podía aportar debido al despilfarro y una serie encadenada de gobiernos desastrosos.
Pero centrándose en la obra Oligarquía y caciquismo de Costa, Tuñón de Lara considera que simplifica demasiado al meter en el mismo saco a “notables, caciques, partidos de turno, altos funcionarios”. Según él, hoy vemos la oligarquía de aquella época -y en esto aflora el sesgo marxista del autor- “como un conjunto instrumental de las clases dominantes y, más concretamente, instrumento de la verdadera oligarquía, del bloque oligárquico formado por los grandes terratenientes y la alta burguesía”4, es decir, que hoy tendemos a distinguir entre quién detenta el poder económico, el cómo influye en el poder político, y el cómo intervienen las instituciones. Sin duda, el meter a todos estos elementos en el mismo saco tiene unas consecuencias tácticas evidentes, ya que cualquier tipo de regeneracionismo que pase por una visión de la realidad tan tosca termina siendo cómplice del sistema hegemónico, ese que se quiere regenerar. Y más aún, “Costa confunde las causas (estructura agraria atrasada, poder de una oligarquía ideológicamente precapitalista, etc.) con las consecuencias (caciquismo, pseudoparlamentarismo, comités de notables en lugar de partidos). Producto de esa confusión es su ilusión, su espejismo: la revolución desde arriba”. Y termina preguntándose Tuñón de Lara: “Si no hay un problema de clase y de antagonismo social, si no hay instrumentalización de instituciones al servicio de una dominación de clase, ¿por qué no se realizaría el milagro de transformar la sociedad desde el Poder sin tranformar el Poder mismo?”5.
La causa que hacía que Costa abogara por una revolución desde arriba sería, en definitiva, la de prevenir los riesgos que acarrea el cambio de un modo de producción antiguo por otro moderno. Sin duda, todo cambio de modo de producción es un proceso traumático donde afloran multitud de contradicciones. Pero, en cierto modo, intentar obviar, o cuanto menos, suavizar esas contradicciones, puede llevar a que esas mismas contradicciones se acentúen. En este caso, nos encontramos con unas fuerzas populares cada vez más inestables, y lo que es peor, cada vez más organizadas -piénsese en el Partido socialista, los sindicatos UGT y CNT, y un poder económico, en el caso de España el poder de la banca, cada vez más asentado. La burguesía media queda “bloqueada” sin el poder al que aspiraba y en un contexto cada vez menos a su favor. El propio Costa, tal como apunta Tuñón de Lara, a veces intuye, en un acceso de impotencia, esa necesidad de que el pueblo inicie la revolución, pero el pueblo... el pueblo ya tiene a sus líderes.
1Ibíd. Pág. 91.
2Ibíd. Pág. 183.
3Ibíd. Pág. 77.
4Ibíd. Pág. 186. 
5Ibíd. Pág. 187.

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