Pasamos
a ocuparnos de Joaquín Costa, uno de los grandes protagonistas de
este libro. Para Tuñón de Lara, Costa representaría el modelo de
regeneración desde arriba. Esa regeneración desde arriba trae
aparejada el miedo a las revueltas de las clases obreras y populares.
No en vano Costa considera al pueblo como menor de edad y necesitado
de tutores. (Sin
duda aquí se muestra muy claramente la influencia del kraussismo y
el institucionismo, que le aportaría una importante fuerza
ideológica de tipo burguesía liberal no oligárquica).
Siguiendo
la línea del
institucionismo, receloso del pueblo, acentúa que el problema de
España es educativo, y no económico o político. Por lo tanto, sólo
es posible la regeneración desde arriba, empezando por la educación
del pueblo. En este sentido, tal como apunta Tuñon de Lara, “piensa
Costa que los viajes de profesores y alumnos al extranjero serían
-->la
materialización del punto de partida para la nueva era intelectual
de España
Pero
concretando, Tuñón de Lara hace hincapié en varias
ideas costianas que resultan, en cierto modo, anacrónicas. En su
obra Colectivismo
Agrario, “pretende
que el Estado imponga a los grandes propietarios de la tierra las
leyes del interés general, utilizando desde las más antiguas
tradiciones comunales hasta las modernas cooperativas”3.
Costa es consciente de la repercusión tan negativa que tuvo las
desamortizaciones entre los campesinos. Ya hemos comentado antes que
las desamortizaciones tuvieron lugar en el contexto de las
revoluciones burguesas, por lo cual, estaban directamente
relacionadas con la instauración del modo de producción capitalista
basado en el propiedad privada burguesa. Antes, dentro del modo de
producción feudal, aunque las tierras tenían su dueño, el rey, la
iglesia, en cierto modo, pertenecían al pueblo, eran comunales. En
términos marxistas, los mismos campesinos eran dueños de los medios
de producción aunque, evidentemente, tuvieran que pagar sus
“impuestos” a sus legítimos dueños. Este sistema “feudal”,
si me permitís la expresión, tenía sus ventajas y sus
inconvenientes. Las ventajas, ya lo hemos dicho, el campesino era
dueño de los medios de producción, pero los inconvenientes eran que
ese sistema no era muy apto para mejorar la producción. Y esta fue
la gran innovación del capitalismo, el ser un sistema que mejora la
producción a cambio de que la clase obrera y el campesinado deje de
ser dueño de los medios de producción, de sus tierras.
En
este sentido, Costa parece no darse cuenta de esto, ya que aboga por
un modo de producción fundamentalmente comunitarista en el momento
en el que las tierras, los procomunes, están organizadas según las
reglas de capitalismo. Es por ello la necesidad de incorporar al
Estado como agente que obligue a los dueños de las tierras, a los
terratenientes, a que adopten un sistema concreto, pero -y esto se
preguntaría un latifundista o minifundista-, ¿por qué tengo que
hacer con “mi” tierra lo que el Estado diga? ¿Qué ventajas saco
con ello cuando mis tierras me producen más beneficios gracias, por
poner un ejemplo, a la especulación del suelo urbano que comenzaba a
crecer ya en aquel tiempo?
En
cualquier caso, en este contexto se añade otro de los puntos flacos
del ideario costiano. Costa miraba principalmente a la España
agraria, y por extensión, no podía representar a la burguesía
industrial. El problema de la industria, que la hubo en España,
estuvo principalmente en la endeblez del mercado nacional, bastante
atrasado. En este contexto, sólo los grandes capitales, la banca,
fueron los grandes beneficiados en el contexto de la revolución
industrial al poder invertir en la industria modernizada, la gran
industria, que necesitaba de cuantiosos capitales, mientras que la
pequeña y mediana industria, se venía a pique por falta de capital.
El modelo económico al que terminó abocado España es el
capitalismo financiero, el de una banca cada vez más poderosa,
mientras que la industria, la producción, quedaba en un segundo
plano y dependía, evidentemente, de ese poder financiero. A esto se
añade que el Estado poco podía aportar debido al despilfarro y una
serie encadenada de gobiernos desastrosos.
Pero
centrándose en la obra Oligarquía
y caciquismo de
Costa, Tuñón de Lara considera que simplifica demasiado al meter en
el mismo saco a “notables, caciques, partidos de turno, altos
funcionarios”. Según él, hoy vemos la oligarquía de aquella
época -y en esto aflora el sesgo marxista del autor- “como un
conjunto instrumental de las clases dominantes y, más concretamente,
instrumento de la verdadera oligarquía, del bloque oligárquico
formado por los grandes terratenientes y la alta burguesía”4,
es decir, que hoy tendemos a distinguir entre quién detenta el poder
económico, el cómo influye en el poder político, y el cómo
intervienen las instituciones. Sin duda, el meter a todos estos
elementos en el mismo saco tiene unas consecuencias tácticas
evidentes, ya que cualquier tipo de regeneracionismo que pase por una
visión de la realidad tan tosca termina siendo cómplice del sistema
hegemónico, ese que se quiere regenerar. Y más aún, “Costa
confunde las causas (estructura agraria atrasada, poder de una
oligarquía ideológicamente precapitalista, etc.) con las
consecuencias (caciquismo, pseudoparlamentarismo, comités de
notables en lugar de partidos). Producto de esa confusión es su
ilusión, su espejismo: la revolución desde arriba”. Y termina
preguntándose Tuñón de Lara: “Si no hay un problema de clase y
de antagonismo social, si no hay instrumentalización de
instituciones al servicio de una dominación de clase, ¿por qué no
se realizaría el milagro de transformar la sociedad
desde el Poder sin tranformar el Poder mismo?”5.
La
causa que hacía que Costa abogara por una revolución desde arriba
sería, en definitiva, la de prevenir los riesgos que acarrea el
cambio de un modo de producción antiguo por otro moderno. Sin duda,
todo cambio de modo de producción es un proceso traumático donde
afloran multitud de contradicciones. Pero, en cierto modo, intentar
obviar, o cuanto menos, suavizar esas contradicciones, puede llevar
a que esas mismas contradicciones se acentúen. En este caso, nos
encontramos con unas fuerzas populares cada vez más inestables, y lo
que es peor, cada vez más organizadas -piénsese en el Partido
socialista, los sindicatos UGT y CNT, y un poder económico, en el
caso de España el poder de la banca, cada vez más asentado. La
burguesía media queda “bloqueada” sin el poder al que aspiraba y
en un contexto cada vez menos a su favor. El propio Costa, tal como
apunta Tuñón de Lara, a veces intuye, en un acceso de impotencia,
esa necesidad de que el pueblo inicie la revolución, pero el
pueblo... el pueblo ya tiene a sus líderes.
1Ibíd.
Pág. 91.
2Ibíd.
Pág. 183.
3Ibíd.
Pág. 77.
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