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Aproximación estética a la teoría del plusvalor... 1


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Se llama plusvalor a la cantidad de valor que el trabajador crea de la nada en el capital y que no es pagado en el salario. El poseedor del dinero paga la fuerza del trabajo, pero además usa parte de la actividad del sujeto sujeto humano o del trabajo vivo mismo que no recibe pago alguno por ese plus-trabajo ejercido en el plus-tiempo. En este sentido, el poseedor del dinero se apropia de ese plusvalor generado por el trabajador.

Pero el plusvalor sólo es posible en la medida de que todos nuestros modos de hacer, nuestras formas, no son más que “contenidos sedimentados”. El saber del hombre no está ahí, en nuestra razón, esperando a ser sacado a la luz. Tampoco está ahí fuera, en la naturaleza, esperando a ser aprehendido por el hombre. En los dos casos se sobredimensiona el papel de la razón, de la subjetividad. En el primer caso, como si ya estuviera llena de sabiduría -¿quién nos ha dado tanto saber?-, en el segundo, como si nuestro cerebro, por el hecho de serlo, le venga dada la tarea de llenarse de contenidos que se hayan dispersos en la naturaleza -¿quién nos ha dado ese órgano tan perfecto?

El saber del hombre, por tanto, es algo que se ha ido acumulando día tras día, siglo tras siglo, y es fruto del hombre como especie. Todo ese saber acumulado, que tiene una forma objetiva en un momento histórico determinado, implica unos modos concretos de hacer, de actuar, en unas condiciones materiales concretas. En términos musicales, no son los mismos procederes a la hora de componer los de Perotín y los de Juan Sabastián Bach. Incluso aunque consideremos que los dos hacían “contrapunto”, la diferencia entre un contrapunto y otro contrapunto son abismales.

El plusvalor, por tanto, no es más que contenido sedimentado que se haya condensado en el “trabajo vivo”, es decir, como posibilidad de hacer, como posibilidad concreta de actuar. Ese trabajo vivo se convierte en “trabajo objetivo” en el momento en el que un sujeto, Shostakovich por ejemplo, se dispone ha componer una sinfonía. En esa sinfonía se tramarán todos los elementos y formas que pueden ser utilizados de acuerdo a las circunstancias materiales en las que se inscribe el compositor.

La obra de arte resultante, digamos la sinfonía nº 7 “Leningrado”, como trabajo objetivo, pasa a formar parte de ese conjunto de objetos que denominamos “productos culturales”, por llamarlo de alguna manera, que, por surgir en un medio concreto, pertenecen a ese medio. Una vez que ese producto musical está en el “mercado”, el capitalista, el que contrata la mano de obra de nuestro compositor, se apropia de ese plusvalor y lo pone a su servicio para generar más riqueza. En el caso de la Unión Soviética, es el Estado el que se apropiaba de ese plusvalor para utilizarlo propagandísticamente. En el caso de los circuitos de alta y baja cultura actuales -me refiero a la música clásica, pop y secuelas-, siempre hay detrás un sello discográfico, vamos, una gran empresa con sus directivos.

Pero, como vemos, el problema parece estar en el momento que ese plusvalor es apropiado por unos pocos, por unas pocas élites, y lo más importante, es gestionado de manera ilegítima. Aquí conviene recurrir a Enrique Dussel. Éste distingue dos tipos de economías: las equivalenciales y las no equivalenciales. En las segundas, es la propia comunidad la que gestiona todo ese plusvalor, que es revertido en la misma comunidad. En la primera, son unos pocos los que se encargan de gestionar ese plusvalor, de apropiárselo, para luego revertirlo en la comunidad. Cuando, en este último caso, las élites no revierten ese plusvalor en la comunidad, se exacerban las desigualdades, etc., y se recrudecen los conflictos entre clases.


Por tanto, desde el punto de vista estético, podemos denominar plusvalor a todo ese contenido sedimentado que, como hemos dicho, pertenece a toda una comunidad y que, en las circunstancias actuales, es apropiado por unas élites que son las que los gestionan. Es impensable que, dentro de una comunidad concreta, un compositor pudiese elaborar una obra totalmente nueva, nueva en el sentido de que no utilizase parte del contenido sedimentado de esa misma sociedad. Este hecho, el no utilizar esa parte comunal, que nos pertenece a todos y que, por tanto, hace que podamos entendernos, comunicarnos, etc., les lleva a callejones sin salida, a la incomprensión total.

¿Cuáles son esos contenidos sedimentados que pertenecen a la órbita del trabajo vivo, es decir, las herramientas que posee un determinado cuerpo social en un momento histórico concreto y que son apropiados por el compositor para crear nuevos productos, musicales en nuestro caso, que colmen las necesidades de los miembros de cada cuerpo social?Hablamos de los contenidos musicales que se desarrollan en categorías como el ritmo, la melodía, la armonía, el timbre, etc. Por ahora no pretendemos ser exhaustivos, pero si nos aplicamos al ritmo, podemos ver cómo el ritmo binario o ternario, y sus subdivisiones, son aspectos que remiten a la sedimentación, objetivación, de contenidos humanos concretos (ver: Sobre el ritmo).

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