2.
Llegado
este momento hay un hecho importante que hay que sacar a relucir, y
es la relación del compositor con el poder, por un lado, y con la
comunidad, por otro. El poder y la comunidad son dos polos de
atracción que, en el contexto de la materia psíquica de Lupasco, se
dan en un plano de igualdad y se condensan en la figura del
compositor. Así, cuando vemos al compositor desde el punto de vista
del poder, aparecerá como un simple artesano, mientras que cuando lo
vemos desde el punto de vista de la comunidad, aparece como un genio
creador. Estas dos facetas no pueden ser entendidas como maneras
concretas de ser, sino como reflejos de las tendencias que se traman
en el sujeto creador, el que está sometido tanto a una legalidad
socio-cultural objetivada, como a otras legalidades, psíquicas,
orgánicas e incluso inorgánicas. El compositor, como compositor de
carne y hueso, es a la vez artesano y a la vez genio creador. El
músico, como músico de carne y hueso, es a la vez ejecutante y a la
vez intérprete.
Siguiendo
con esta realidad contradictoria, podemos distinguir dos tipos de
apropiación, la que se desarrolla dentro del punto de vista del
artesano y la que se desarrolla dentro del punto de vista del genio
creador. Debemos insistir en que estos tipos de apropiación no son
excluyentes, sino que se dan, al igual que los puntos de vista de los
que surgen, en un mismo sujeto creador.
Podemos
decir que esa faceta de “artesano”, y la de ejecutante, es con la
que se apropia el poder, el Amo. El poder, ya sea la corte o
institución eclesiástica, o el inversor en espectáculos musicales
en el mundo capitalista, se apropia de ese plusvalor,
de ese contenido sedimentado, que se encuentra en la propia creación
musical y lo acumula en forma de más poder político, social o
cultural, como se quiera llamar.
A
lo largo de la historia la tendencia artesanal del compositor ha
variado sustancialmente. Antes de la modernidad, la relación entre
el compositor y el poder era más exclusiva, el papel de la comunidad
era menos importante en cuanto a que no disfrutaba, en cierto modo,
de la música culta tal como hoy en día sucede. En cualquier caso,
ese plusvalor que obtenía la aristocracia, el poder, a partir del
trabajo de la comunidad, lo invertía en los músicos, como obreros
que trabajaban en una determinada institución (corte o iglesia).
Así, en cierto modo, las instituciones que tenían el poder, que se
apropiaban del plusvalor, de los excedentes del pueblo, lo invertía
en cultura, en música. Podemos sugerir que la apropiación del
plusvalor, y el consiguiente “invertir” en ciertos productos
culturales, es necesaria para la consolidación o estabilización
repertorial. A partir del romanticismo, en el que el papel de la
comunidad es más importante, ya como “mercado”, como meros
consumidores de productos musicales, todo fue el sacar el máximo
rendimiento a toda esa repertorialidad conquistada. Con la modernidad
lo que estaba en juego es el uso de toda esa tecnología musical
conquistada en anteriores periodos.
Pero
también hay otro tipo de apropiación que es la que realiza el
compositor, esta vez entendido como “genio creador”, que se
apropia de los contenidos sedimentados de la comunidad, a partir de
los cuales puede crear una obra de arte concreta que pasa a formar
parte del acervo cultural comunitario. ¿De qué manera hace esa
apropiación (uso)? Tomamos como ejemplo la música pop actual. El
compositor hace su trabajo a partir de una serie de elementos, una
base rítmica (que es comunitaria), una base armónica (que también
es comunitaria -es increíble que numerosas canciones que comparten
moda utilizan la misma secuencia de acordes-), una misma
instrumentación (que también es comunitaria). Los únicos aspectos
creativos parecen pertenecer al ámbito de la melodía (y aquí
también hay poca variación debido, evidentemente, a las
limitaciones que imponen una secuencia armónica reiterativa) y en la
letra. El compositor crea algo nuevo que entra a formar parte, si
gusta o colma las necesidades estéticas, los gustos, los anhelos,
etc., de belleza de la comunidad.
En
este contexto hay que interpretar la frase que se atribuye a
Stravinsky, “un buen compositor no imita, roba”. Creo que hay que
entender ese robo como la apropiación de los contenidos sedimentados
comunitarios. El compositor es el aristócrata que sabe sacar todo su
jugo a esos contenidos, los contenidos o vivencias de la comunidad, y
así mejorarlos, elevarlos, sublimarlos. El compositor revierte,
musicalmente hablando, toda esa apropiación del plusvalor en nuevas
maneras, en nuevas sensibilidades, etc.
Por
lo tanto, el compositor, creador, mantiene una doble relación: la
primera, la relación con la comunidad, es una relación
estrictamente musical, artística, en el sentido de que es el
compositor el que se apropia de los contenidos sedimentados
pertenecientes a la comunidad para crear productos musicales que
colmen las expectativas de ésta. Mientras que la relación entre el
compositor y poder, instituciones eclesiásticas, la corte o los
grandes circuitos de alta y baja cultura, es de tipo contractual,
económica, ya que no tiene nada que ver con la música, es una
relación que ya no se sitúa en el ámbito de lo estético, hablamos
de lo económico porque implica la supervivencia, la entrega de su
fuerza de trabajo al poder para asegurarse la propia supervivencia
vital.
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