Escuchemos primero...
¿Qué sucede cuando no nos adaptamos a los repertorios dominantes, hegemónicos? Ese, quizás, sea el tema de los grandes western y películas afines, como las secuelas de Harry "el sucio" o los rescates de Carpenter y su "serpiente pliskien". La soledad es la característica esencial de estos personajes. Podríamos decir que son sujetos desacoplados socialmente, sujetos que no tienen lugar en ningún repertorio instituido no proceso instituyente, no están para cambiar las cosas, y que deambulan, con su tarea y pistola en mano, hacia un lugar llamado ninguna parte. Pero el propio arte es capaz de poner cara amable a ese estado antropológicamente violento, el del desacoplado. En la vida real no hablamos de desacoplados, sino de desheredados.
Aún así, la pregunta que me asalta, ¿cuál es el camino que retoma Clint Eastwood después de dejar en la era al "feo" de Eli Wallach? Imposible de imaginar. A los desheredados les pasa lo mismo, como sujetos, hay algo que se les niega: la ruta, el camino, su propia biografía. Por esto, la vida del pistolero desacoplado es a-biográfica. No tiene pasado, presente ni futuro, no tiene lugar, territorio. Negadas la temporalidad y la territorialidad, nos situamos ante un fantasma, un espectro.
Y ese fantasma ve pasar ante sus ojos el mundo, lo contextual. La circunstancia cosquillea su deambular, y ¿qué importa la guerra? ¿qué importa la ética? ¡Ojalá lo consiga!- son las palabras del Lee van Cleef ante el discurso moral del comandante. La película está llena de estos guiños, como una especie de propiezos en los que los personajes se topan con la realidad, una realidad negada. Pero son sólo eso, tropiezos, cruces de caminos, o más bien, los propios personajes son cruces de caminos.
El arte, así, se convierte en el reflejo de la realidad, sirve como campo de pruebas donde la realidad negada tiene la opción de salir a la luz, de hacerse ver, y esta realidad negada, la aniquilación de la pluralidad repertorial fisiológicamente unida al mundo de la vida, es el tema de nuestro tiempo. Y es que los demás, los que no nos consideramos desheredados, también sentimos, cada vez más, movernos como esos tres lobos solitarios, entre un bien y un mal que no es nuestro bien y mal.
¿Qué sucede cuando no nos adaptamos a los repertorios dominantes, hegemónicos? Ese, quizás, sea el tema de los grandes western y películas afines, como las secuelas de Harry "el sucio" o los rescates de Carpenter y su "serpiente pliskien". La soledad es la característica esencial de estos personajes. Podríamos decir que son sujetos desacoplados socialmente, sujetos que no tienen lugar en ningún repertorio instituido no proceso instituyente, no están para cambiar las cosas, y que deambulan, con su tarea y pistola en mano, hacia un lugar llamado ninguna parte. Pero el propio arte es capaz de poner cara amable a ese estado antropológicamente violento, el del desacoplado. En la vida real no hablamos de desacoplados, sino de desheredados.
Aún así, la pregunta que me asalta, ¿cuál es el camino que retoma Clint Eastwood después de dejar en la era al "feo" de Eli Wallach? Imposible de imaginar. A los desheredados les pasa lo mismo, como sujetos, hay algo que se les niega: la ruta, el camino, su propia biografía. Por esto, la vida del pistolero desacoplado es a-biográfica. No tiene pasado, presente ni futuro, no tiene lugar, territorio. Negadas la temporalidad y la territorialidad, nos situamos ante un fantasma, un espectro.
Y ese fantasma ve pasar ante sus ojos el mundo, lo contextual. La circunstancia cosquillea su deambular, y ¿qué importa la guerra? ¿qué importa la ética? ¡Ojalá lo consiga!- son las palabras del Lee van Cleef ante el discurso moral del comandante. La película está llena de estos guiños, como una especie de propiezos en los que los personajes se topan con la realidad, una realidad negada. Pero son sólo eso, tropiezos, cruces de caminos, o más bien, los propios personajes son cruces de caminos.
El arte, así, se convierte en el reflejo de la realidad, sirve como campo de pruebas donde la realidad negada tiene la opción de salir a la luz, de hacerse ver, y esta realidad negada, la aniquilación de la pluralidad repertorial fisiológicamente unida al mundo de la vida, es el tema de nuestro tiempo. Y es que los demás, los que no nos consideramos desheredados, también sentimos, cada vez más, movernos como esos tres lobos solitarios, entre un bien y un mal que no es nuestro bien y mal.
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