La relación entre los distintos repertorios nunca puede ser de comunicación. El ideal del lenguaje como medio de comunicación se muestra refutado en la actualidad. Hoy en día, el lenguaje comunicativo, eje fundamental de los medios de comunicación de masas, no es más un arma poderosa mediante la cual los menos, las élites económicas, someten a los más. Así, bajo la metáfora de la libertad aderezada con la comunicación global se esconden básicamente dos estrategias de dominio:
- El cercamiento psicológico: al sujeto se le desvincula de su circunstancia y entorno más próximo en los cuales era operativo su propio repertorio a través de la promesa de un mundo mejor y la vana ilusión de ser algo más. !Tú puedes¡ -se nos dice, o la versión más nacionalista: ¡Podemos! Esta arenga es utilizada en todos los niveles y ámbitos de la vida del sujeto, es el macabro soniquete: ¡tú puedes salvar al tercer mundo!, ¡tú puedes ser olímpico!... En los momentos de crisis estas muletillas dialécticas mutan hacia una especie de pesimismo: ¡tú eres el culpable! ¡qué bajeza moral la de la sociedad! ¡faltan valores! Así pues, con el cercamiento psicológico el repertorio propio se deshace entre nuestras manos limitando nuestro acceso y reactualización a lo circunstancial de nuestras vidas.
- Y con el cercamiento, la ruptura de los canales nutricionales: pasamos a consumir información por sonda. En los hilos que actúan como conexiones entre los diferentes repertorios no circula ni información ni datos. Quizá sería más idóneo llamarlos canales nutricionales. Así, los distintos repertorios se nutren de otros repertorios, de otras configuraciones. Además, la relación entre los repertorios no es unidireccional, es decir, un mismo repertorio actúa como alimento para otros y se alimenta, a la vez, de otros. Esta dependencia recíproca, fundamento de la vida biológica, trata de ser anulada mediante la ruptura de los canales nutricionales forjados durante el ciclo vital. Se impone un modelo de comunicación, el hegemónico, y con él se inicia un crecimiento desmedido de unos pocos repertorios, los dominantes, que tienden a extenderse a la manera de un proceso cancerígeno deshaciendo la pluri-diversidad repertorial de la vida humana y, por tanto, queda devaluada la capacidad del sujeto para hacerse cargo de su circunstancia. Ese sería el clima de impotencia que nos engloba. ¿Qué hacer?

Ciertamente, sin repertorio propio o, cuanto menos, con sus migajas, nos las tenemos que apañar. Ya lo decía serpiente Plissken: bienvenidos a la raza humana.
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