Ante la famosa frase: "máxime ante la convenida decadencia de la denominada clase política", el CP (ver entrada anterior) se ha puesto en marcha. Objetivo: salvar el ND. Y es que los tertulianos y políticos de uno y otro signo, tanto los que se sientan a la izquierda, como los que se sientan a la derecha, parecen convenir en que el "pijipi" ha metido la pata. Cierto que, y ahí comienzan los matices, cada cual interpreta esa metedura de pata a su manera, del mismo modo que cada uno se toma el café con leche cortado, sólo, sin azúcar, manchada, etc... Pero café con leche para todos. Por tanto, los hay bravucones -¡pijo ácrata!-, los hay buenazos -a mi no me molestan sus palabras, pero desde mi modesta opinión no ha estado acertado el chaval- y los hay, y eso me temo que son los más peligrosos, encantadores de serpientes, o sea, pedagogos.
No hay nada como una buena dosis de educación jurídica para el vulgo edulcorada con una pizca de moralina: al "pijipi" no le pagan para hacer sociología. Y lo vuelve a repetir a la manera de sentencia: Que le expliquen, sencillamente, que no le pagan para eso. Insidioso soniquete. O "no me pagan para hacer eso". En este caso hablamos de eludir la responsabilidad con respecto a la circunstancia que me encuentro. En el otro, de tratar de hacer ver al otro que debe de eludir su responsabilidad con respecto a la circunstancia que le atrapa. Así es como actúa el CP y como queda intacto del ND.
En todo este trajín subyace la dialéctica entre lo sagrado y lo profano. Hay ciertas cosas que no se pueden decir, son sagradas. Sólo el bufón, que en el caso de la sociedad actual es el vulgo, puede reírse del rey delante del rey. Pero ya sabemos la credibilidad que tiene la palabra del bufón, y por extensión, la del pueblo. Es por ello que el bufón es un ser apolítico. Esa ha sido la tarea de la modernidad con respecto al vulgo. Por un lado, de acuerdo con los tiempo, le iba dando más cultura, saber, y por otro, le iba enseñando como ese saber no debía ser utilizado para acabar con hegemónico reparto de poderes. El pueblo educado como político debe renunciar a la política: "No mezcles con la política", que dicen. El problema aparece cuando hay alguien que, inserto dentro del engranaje del estado, un político profesional que participa de ese estado de sacralidad, rompa con ella. Y eso se llama profanar.
E. Inda sabe lo peligroso que es profanar. Su solución: el destierro. En el último especial de Al Rojo Vivo (ARV), invitaba al "pijipi" a abandonar suelo sagrado y pasar a engrosar las filas del polulacho. Allí, si seguía con ganas de protagonismo, le animaba a que se alistara a un partido. Le aconsejó Izquierda Unida, según él se adaptaba a su ideas.
Pero descifremos ese juego de manos. ¿Qué pretende Inda? Supongo que neutraliar la fuerza subversiva de una afirmación como esa. Para ello nos trata de hacer ver que la idea del "pijipi" pertenece a unos pocos, a los comunistas. Ya sabemos que la mayoría de los votos son para PPsoe. Pero resulta que ¡esa idea no es de unos pocos! El de derechas se encontrará en la encrucijada: ¡cómo voy a estar de acuerdo con un comunista! Con lo que el CP realiza su función. El problema, lejos de llegar al ND, rebota y va perdiendo fuerza hasta perderse, y las aguas, que es lo que interesaba, vuelven a su cauce, el cauce impuesto por unos pocos.
En todo este trajín subyace la dialéctica entre lo sagrado y lo profano. Hay ciertas cosas que no se pueden decir, son sagradas. Sólo el bufón, que en el caso de la sociedad actual es el vulgo, puede reírse del rey delante del rey. Pero ya sabemos la credibilidad que tiene la palabra del bufón, y por extensión, la del pueblo. Es por ello que el bufón es un ser apolítico. Esa ha sido la tarea de la modernidad con respecto al vulgo. Por un lado, de acuerdo con los tiempo, le iba dando más cultura, saber, y por otro, le iba enseñando como ese saber no debía ser utilizado para acabar con hegemónico reparto de poderes. El pueblo educado como político debe renunciar a la política: "No mezcles con la política", que dicen. El problema aparece cuando hay alguien que, inserto dentro del engranaje del estado, un político profesional que participa de ese estado de sacralidad, rompa con ella. Y eso se llama profanar.
E. Inda sabe lo peligroso que es profanar. Su solución: el destierro. En el último especial de Al Rojo Vivo (ARV), invitaba al "pijipi" a abandonar suelo sagrado y pasar a engrosar las filas del polulacho. Allí, si seguía con ganas de protagonismo, le animaba a que se alistara a un partido. Le aconsejó Izquierda Unida, según él se adaptaba a su ideas.
Pero descifremos ese juego de manos. ¿Qué pretende Inda? Supongo que neutraliar la fuerza subversiva de una afirmación como esa. Para ello nos trata de hacer ver que la idea del "pijipi" pertenece a unos pocos, a los comunistas. Ya sabemos que la mayoría de los votos son para PPsoe. Pero resulta que ¡esa idea no es de unos pocos! El de derechas se encontrará en la encrucijada: ¡cómo voy a estar de acuerdo con un comunista! Con lo que el CP realiza su función. El problema, lejos de llegar al ND, rebota y va perdiendo fuerza hasta perderse, y las aguas, que es lo que interesaba, vuelven a su cauce, el cauce impuesto por unos pocos.
Comentarios
Creo que hubiese redactado exactamente lo mismo "la clase política está en decadencia".
Un análisis más detallado nos llevaría a valorar en que porcentaje está en decadencia, por ejemplo un 90%, un 95% ó un 97% de los políticos son decadentes?