Desde
nuestra perspectiva, insistimos en la necesidad, ante cualquier
momento de crisis, de posicionarse. Esto supone, como medida primera
y de carácter profiláctico, negar cualquier receta basada en el
“regeneracionismo”, venga de donde venga, de los propios o de los
extraños. El “regeneracionismo” se sostiene sobre la base de una
idea concreta de la historia entendida como “un curso de
acontecimientos homogéneo”. Para Benjamin, esa idea no es más que
la mirada de los que han vencido, en nuestro caso, la mirada de El
Capital. Esta
visión descarta,
deja fuera lo que fracasó en la historia, lo que se ha de negar para
que la continuidad de “lo que sucedió en la realidad” pudiera
establecerse1.
Así,
para Benjamin, los bienes de la cultura de los vencedores no es más
que su botín. La actitud del materialista histórico es la de
distanciamiento ante esos documentos culturales, “ya que los
bienes culturales que abarca con la mirada, tienen todos y cada uno
un origen que no podrá considerar sin horror. Deben su existencia no
sólo al esfuerzo de los grandes genios que los han creado, sino
también a la servidumbre anónima de sus contemporáneos” (tesis
VII)2.
Pero,
¿qué es lo que tiene que hacer un materialista histórico?, ¿dónde
y cómo cavar esas trincheras? -me pregunta Juan Antonio. Hay que
apropiarse, en cierto modo, del pasado en la medida de que está
abierto, que no es algo cerrado, hecho, sino que en él actúan
ocultas las fuerzas, los anhelos de redención de los oprimidos. Eses
anhelos, a pesar de que aparezcan en forma de fracasos, siguen
estando ahí. En definitiva,“el
pasado trae consigo un índice temporal mediante el cual queda
remitido a la redención” (tesis II)3.
Y
para realizar esa apropiación del pasado es necesario sustraerse del
continuo flujo del desarrollo histórico y dar “un
salto de tigre al pasado” (tesis XIV)4.
¿Qué
quiere decir esto del salto del tigre? El no ver el proceso histórico
como una transición, como un procedimiento aditivo en el que
acumulamos hechos para llenar el tiempo homogéneo y vacío. (Aquí
conviene ponerse en guardia cuando se nos insta a aprender
continuamente, al reciclaje en términos postmodernos. En este
sentido, un fracaso nunca es un motivo para la mejora, sino una
excusa para cambiar las cosas). Un salto de tigre es situarse
justamente en el límite, en la fractura, es una cuestión puramente
formal, entendida la forma como principio instituyente. Es por ello
que, como dice Benjamin, “no sólo el movimiento de las ideas,
sino también su detención forma parte del pensamiento”,
o sea, que la tarea del pensar no es sólo un asunto de contenido,
sino, además, de conformación de contenido, de apropiación de
contenido a través de una forma, de lo que venimos refiriendo de
manera vulgar como a través de una trinchera.
Es
por ello que Benjamin sigue diciendo que “el materialista
histórico se acerca a un asunto de historia únicamente, solamente
cuando dicho asunto se le presenta como mónada. En esta estructura
reconoce el signo de una detención mesiánica del acaecer, o dicho
de otra manera: de una coyuntura revolucionaria en la lucha a favor
del pasado oprimido”(tesis XVII)5.
Desde
el punto de vista de la lucha de clases todo esto tiene una
importancia decisiva porque pone de manifiesto la inviabilidad del
método de conectar un acontecimiento pasado con otro presente desde
el punto de vista diacrónico (de esto ya hablábamos
ayer). Debemos buscar en la ruptura misma, en el “cortocircuito
del tiempo lineal mismo”, hablamos, pues, de sincronía, de
acontencimiento. Ese acontecimiento no sería más que una suerte de
poder o fuerza instituyente de sentido, el único momento en el que
lo que ha quedado desplazado, anulado, en anteriores luchas, en
anteriores acontecimientos, pueda aspirar a la redención. Es así
que la tarea del poder instituido sea la de anular esos momentos,
descargarlos de toda potencia emancipatoria, y para ello no hay nada
como considerar todas las cuestiones espirituales, todos los logros
del hombre, como el fruto de un trabajo en equipo. Todo lo contrario,
la técnica, las ideas, que se dan en una época concreta sirven a
los intereses de la clase hegemónica. Por ello la advertencia del
propio Benjamin, la
lucha de clases, que no puede escapársele de vista a un historiador
educado en Marx, es una lucha por las cosas ásperas y materiales sin
las que no existen las finas y espirituales. A pesar de ello estas
últimas están presentes en la lucha de clases de otra manera a como
nos representaríamos un botín que le cabe en suerte al vencedor
(tesis IV)6.
Efectivamente,
lo espiritual en el hombre está presente en la lucha de clases como
herramienta para la lucha, como armamento.
1Zizek,
Slavoj, El sublime objeto de la ideología. México, Siglo XXI,
1992. Pág. 184.
2Benjamin,
Walter, Discursos Interrumpidos y filosofía del arte, Argentina:
Taurus, 1989. Pág. 182.
3Ibíd.
Pág. 178.
4Ibíd.
Pág. 188.
5Ibíd.
Pág. 190.
6Ibíd.
Pág. 179.
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