Vengo
insistiendo últimamente en la necesidad de posicionarse, de sumarse
a la tendencia. Esta idea parte de un presupuesto ideológico claro:
entiendo que no existe un punto de vista neutro sobre el cual poder
examinar, pensar, reflexionar, de forma imparcial sobre cualquier
asunto de la vida cotidiana. Todo punto de vista implica un sesgo,
una forma de mirar, una forma de enfrentarse a los problemas que nos
brinda la vida cotidiana, más aún, un estar en a favor o en contra
de los compañeros con los que compartimos trinchera, o sea,
compartimos una misma realidad. Por ello, y antes de saber en
contenido de la entrevista que mañana noche realizará el Évole a
Evo Morales, me voy a posicionar. Y es que, este Évole, debajo de
esa cara de periodista “comprometido con la verdad” parece que
esconde algo. Incluso Evo Morales le ha captado el tufillo, “esa
mentalidad colonialista” le llama.
Sea
lo que sea, “mentalidad colonialista” o lo que viene a ser
“eurocentrismo” para las mentes más avispadas del Occidente
crítico, lo que no cabe duda es que lo que está en juego, a modo de
bandera, es el término “populismo”, porque mucho de lo que
consigamos entender con esa palabra marcará sobremanera el sentido
de lo que queramos buscar, el cómo y el porqué. Pero, por lo que
sea, el “populismo” hoy se nos aparece como la falsa moneda, que
de mano en mano va y ninguno se la queda. Todo el mundo, en el
momento que le llega, trata de desembarazarse del él, “endiñárselo”
a otro, casi siempre enemigo, por supuesto, sin pararse a pensar que
puede puede ser otra moneda, un término que cumple su función en
una modalidad del ser distinta a la que se nos impone.
Si
aplicamos la terminología de Lupasco, el “populismo” haría
referencia al proceso de homogeneización de una sociedad, es decir,
al proceso de nivelación donde lo aristocrático poco a poco va
sucumbiendo al poder tiránico de lo plebeyo, de lo vulgar. Según el
idealismo más obsceno, ese tipo de proceso viene dado por factores
subjetivos como la envidia al más excelso, la pobreza intelectual, y
demás detalles. Desde nuestro punto de vista, sin tratar de negar la
existencia de las anteriores realidades subjetivas -no negamos la
envidia, no negamos la pobreza intelectual-, consideramos que no son
factores decisivos en ese proceso de nivelación de la sociedad. Como
en el hombre, toda la sociedad lleva inscrita su propia decadencia,
en el que el proceso de popularización tiene un lugar muy importante
como síntoma de esa decadencia. Y como síntoma, por un lado, tiene
un carácter negativo, como pórtico a la enfermedad, pero también
hay que destacar el carácter positivo, como apremio para la
curación. Por tanto, el fenómeno de la popularización puede ser
visto desde el punto de vista negativo, como enfermedad de un cuerpo
social, y como positivo, como necesidad de una nueva vida, de una
nueva forma de hacer las cosas.
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Humor de Morgan,
http://www.canarias7.es/morgan.cfm?v=140919
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Ya
podemos, por tanto, insinuar cual es la tendencia del propio término.
Lo que en un primer momento lleva inscrito la enfermedad se convierte
en vehículo para la curación. En este sentido, el “populismo”
no es más que el campo de batalla en el que finalmente unas fuerzas
decadentes se rinden ante las fuerzas emergentes. Así, Jordi Évole,
desde esa mentalidad colonialista, es parte del proceso de
descomposición, de decadencia, que se muestra en su corrosiva
crítica que se manifiesta en sus programas, y por ello se muestra incapaz de atender al hecho de que
ese proceso de descomposición es necesariamente el punto de partida
desde donde el que se parte para construir algo nuevo, y para ver ese
algo nuevo hay que subirse al carro, hay que ser populista.
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