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Carta a un amigo... 2


Querido amigo:

Hace algún tiempo de una viñeta de Caín en La Razón en la que un mono decía lo siguiente: "Que ustedes descienden de nosotros y la democracia de la legalidad lo sé hasta yo".  Perdona que no recuerde la fecha. Sólo se que escribí unas líneas a propósito, líneas que ahora te hago llegar.

Desde el punto de vista diacrónico1, que el hombre descienda de los monos es algo que parece evidente, pero hoy en día, a pesar de esa evidencia, debemos preguntarnos si ese mono del que procedemos tiene algo que ver con el mono que hoy somos capaces de encontrar tanto en ambientes naturales como artificiales. Por lo tanto, es lícito preguntarnos si nuestra evolución debe ser pareja a la evolución de cualquier otro animal con el que nos encontremos en un mismo ambiente compartido, vamos, el plantearse es el mono actual no es el mismo mono del que procedemos, sino otra variante, como lo somos nosotros, de un mismo o distinto antecesor. Es por ello que la expresión “el hombre desciende del mono” sólo es posible entenderla desde el punto de vista metafórico, y digo metafórico por la sencilla razón de que, si bien el hombre desciende de algo, ese algo estamos lejos de saber claramente lo que es. Es así que el mono, al que suponemos con las mismas cualidades que el mono actual, y me refiero a las cualidades animales que les distinguen del hombre actual, actuaría como la imagen que se antepone a esa “real duda”, la de saber nuestro origen, nuestra causa, para así poder, en cierto modo, contar nuestra vida, relatarla, que es la característica primordial del hombre, de su humanidad, vamos, su carácter biográfico.

Desde el punto de vista sincrónico2, parece también evidente que el hombre comparte con el mono su animalidad. El hombre, a pesar de que se diferencia de los demás animales por su carácter racional, sigue siendo animal, al igual que ellos. La razón, por tanto, no es algo que se nos haya entregado por obra y gracia de Dios, sino que la hemos trabajado, es la herramienta que poseemos los hombres para poder sobrevivir en este mundo inhóspito. Así que podemos decir que nuestra racionalidad no es más que nuestra animalidad trascendida, sobrepuesta, de tal manera que antes que racionales somos animales, y, más aún, que antes de animales somos células orgánicas, y, todavía más aún, que más que células orgánicas somos materia inorgánica. En cualquier caso, todo eso se nos da en el hombre de manera traspuesta y sincrónica en lo que podríamos llamar como lo típicamente humano. En este sentido, desde la sincronía, el ámbito de lo necesario, de lo que es y no puede ser de otra manera, pertenece al estrato inferior, el de la animalidad. Ya sabemos que el animal está determinado genéticamente. Él, al contrario que el hombre, nace con las herramientas necesarias para poder sobrevivir –otro cantar es que las circunstancias hagan viable esa determinación, es decir, que el animal se encuentre en un medio en el que sus disposiciones genéticas no se acoplen. El hombre, y de ahí su capacidad para adaptarse al medio ambiente, pierde esa determinación genética animal, que sin duda a primera vista puede resultar negativa para la supervivencia del grupo, pero que a la larga ha mostrado, como podemos observar, ser lo contrario. 
 
Un análisis similar se puede hacer de la expresión “la democracia desciende de la legalidad”. Desde el punto de vista diacrónico, si bien es obvio que la democracia se sostiene por algo, por unos principios, estamos muy lejos de saber si ese algo, esa legalidad es realmente la que nosotros, hoy en día, creemos defender. La legalidad que creemos suponer que hace posible la democracia sería la imagen que ocuparía la “real duda” que posee el propio hombre en relación nuestro sistema llamado democracia.
 
Desde el punto de vista sincrónico, la legalidad que sostiene todo el entramado democrático, es decir, lo que el hombre tiene de irracional, de afán de supervivencia, o sea, de la imperiosa necesidad de sucumbir a una ley heterónoma, que vete a saber quién la impuesto –y esto es ya tarea de la crítica ideológica, aunque ya sabemos por donde pueden ir los tiros-, no es más que la democracia traspuesta. De modo necesario, el hombre usa la democracia, o cualquier sistema político, para poder sobrevivir, o sea, que el sistema político tiene como cometido primordial el de hacer viable a un grupo humano concreto, no hacer que el hombre, en el caso de la democracia, haga uso de la razón que Dios le ha dado en el sentido de los típicos malabarismos lógicos o verborreas dialécticas. Este momento, de carácter necesario, es fundamental y es, ante todo, irracional, en el sentido de es anterior a todo uso de la razón. La razón viene después desplegando categorías y valores mediante los cuales poder dar cuenta de nuestro carácter racional. Es así que los principios de toda organización política tienen un carácter imperativo, obligado, formal. Hoy en día esos principios, principios que la crítica marxista y libertaria han puesto en duda a lo largo de estos dos siglos, y que la ideología burguesa llama “naturales”, parecen tambalearse, porque ni son tan naturales, ni son tan principios, y nos referimos sobre todo al de la propiedad privada. Pero una cosa es que los principios puedan cambiar de una época a otra, que tengan periodos de esplendor y de decadencia, y otra muy distinta es el necesidad de someterse unos principios. Lo primero es contingente, lo segundo es necesario.

En cualquier caso, desde mi punto de vista, lo que resume el texto de la anterior viñeta es lo que Zizek llama “la elección forzada”, es decir, eres libre de elegir, siempre y cuando elijas lo correcto. En términos democráticos, en la democracia eres libre de elegir, de autodeterminarte, pero no te equivoques eligiendo otras reglas que no sean las que impone la democracia, esta democracia concreta. Es en este momento cuando vemos el desplazamiento. La propia “democracia” es utilizada en dos planos distintos, por un lado, desde un punto de vista de la forma, donde los rasgos positivos que se le asignan, igualdad, libertad, etcétera, ocupan el lugar vacío del significante democracia, es decir, que sabemos muy bien que en la democracia ni hay igualdad, ni hay libertad, pero asumimos como si así fuera. Desde el punto de vista del contenido, los rasgos positivos, mecanismo electoral, leyes soberanas, etcétera, constituyen una magnitud positiva, concreta y real, en la que participamos con más o menos entusiasmo y entrega. Conviene, pues, poner en claro esto.
 
1 Diacronía (del griego día- 'a través de' y Χρόνος khrónos 'tiempo') es el estudio de un fenómeno social a lo largo de diversas fases históricas atendiendo a su desarrollo histórico y la sucesión cronológica de los hechos relevantes a lo largo del tiempo.
2 Sincronía (del griego syn- "con, juntamente, a la vez" y χρόνος, tiempo) es el estudio de un fenómeno social atendiendo a los hechos o fenómenos que coinciden en el tiempo.

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