Querido
amigo:
Hace
algún tiempo de una viñeta de Caín en La Razón en la que un mono decía lo siguiente: "Que ustedes descienden de nosotros y la democracia de la legalidad lo sé hasta yo". Perdona que no
recuerde la fecha. Sólo se que escribí unas líneas a propósito,
líneas que ahora te hago llegar.
Desde
el punto de vista diacrónico1,
que el hombre descienda de los monos es algo que parece evidente,
pero hoy en día, a pesar de esa evidencia, debemos preguntarnos si
ese mono del que procedemos tiene algo que ver con el mono que hoy
somos capaces de encontrar tanto en ambientes naturales como
artificiales. Por lo tanto, es lícito preguntarnos si nuestra
evolución debe ser pareja a la evolución de cualquier otro animal
con el que nos encontremos en un mismo ambiente compartido, vamos, el
plantearse es el mono actual no es el mismo mono del que procedemos,
sino otra variante, como lo somos nosotros, de un mismo o distinto
antecesor. Es por ello que la expresión “el hombre desciende del
mono” sólo es posible entenderla desde el punto de vista
metafórico, y digo metafórico por la sencilla razón de que, si
bien el hombre desciende de algo, ese algo estamos lejos de saber
claramente lo que es. Es así que el mono, al que suponemos con las
mismas cualidades que el mono actual, y me refiero a las cualidades
animales que les distinguen del hombre actual, actuaría como la
imagen que se antepone a esa “real duda”, la de saber nuestro
origen, nuestra causa, para así poder, en cierto modo, contar
nuestra vida, relatarla, que es la característica primordial del
hombre, de su humanidad, vamos, su carácter biográfico.
Desde
el punto de vista sincrónico2,
parece también evidente que el hombre comparte con el mono su
animalidad. El hombre, a pesar de que se diferencia de los demás
animales por su carácter racional, sigue siendo animal, al igual que
ellos. La razón, por tanto, no es algo que se nos haya entregado por
obra y gracia de Dios, sino que la hemos trabajado, es la herramienta
que poseemos los hombres para poder sobrevivir en este mundo
inhóspito. Así que podemos decir que nuestra racionalidad no es más
que nuestra animalidad trascendida, sobrepuesta, de tal manera que
antes que racionales somos animales, y, más aún, que antes de
animales somos células orgánicas, y, todavía más aún, que más
que células orgánicas somos materia inorgánica. En cualquier caso,
todo eso se nos da en el hombre de manera traspuesta y sincrónica en
lo que podríamos llamar como lo típicamente humano. En este
sentido, desde la sincronía, el ámbito de lo necesario, de lo que
es y no puede ser de otra manera, pertenece al estrato inferior, el
de la animalidad. Ya sabemos que el animal está determinado
genéticamente. Él, al contrario que el hombre, nace con las
herramientas necesarias para poder sobrevivir –otro cantar es que
las circunstancias hagan viable esa determinación, es decir, que el
animal se encuentre en un medio en el que sus disposiciones genéticas
no se acoplen. El hombre, y de ahí su capacidad para adaptarse al
medio ambiente, pierde esa determinación genética animal, que sin
duda a primera vista puede resultar negativa para la supervivencia
del grupo, pero que a la larga ha mostrado, como podemos observar,
ser lo contrario.
Un
análisis similar se puede hacer de la expresión “la democracia
desciende de la legalidad”. Desde el punto de vista diacrónico, si
bien es obvio que la democracia se sostiene por algo, por unos
principios, estamos muy lejos de saber si ese algo, esa legalidad es
realmente la que nosotros, hoy en día, creemos defender.
La legalidad que creemos suponer que hace posible la democracia
sería la imagen que ocuparía la “real duda” que posee el propio
hombre en relación nuestro sistema llamado democracia.
Desde
el punto de vista sincrónico, la legalidad que sostiene todo el
entramado democrático, es decir, lo que el hombre tiene de
irracional, de afán de supervivencia, o sea, de la imperiosa
necesidad de sucumbir a una ley heterónoma, que vete a saber quién
la impuesto –y esto es ya tarea de la crítica ideológica, aunque
ya sabemos por donde pueden ir los tiros-, no es más que la
democracia traspuesta. De modo necesario, el hombre usa la
democracia, o cualquier sistema político, para poder sobrevivir, o
sea, que el sistema político tiene como cometido primordial el de
hacer viable a un grupo humano concreto, no hacer que el hombre, en
el caso de la democracia, haga uso de la razón que Dios le ha dado
en el sentido de los típicos malabarismos lógicos o verborreas
dialécticas. Este momento, de carácter necesario, es fundamental y
es, ante todo, irracional, en el sentido de es anterior a todo uso de
la razón. La razón viene después desplegando categorías y valores
mediante los cuales poder dar cuenta de nuestro carácter racional.
Es así que los principios de toda organización política tienen un
carácter imperativo, obligado, formal. Hoy en día esos principios,
principios que la crítica marxista y libertaria han puesto en duda a
lo largo de estos dos siglos, y que la ideología burguesa llama
“naturales”, parecen tambalearse, porque ni son tan naturales, ni
son tan principios, y nos referimos sobre todo al de la propiedad
privada. Pero una cosa es que los principios puedan cambiar de una
época a otra, que tengan periodos de esplendor y de decadencia, y
otra muy distinta es el necesidad de someterse unos principios. Lo
primero es contingente, lo segundo es necesario.
En
cualquier caso, desde mi punto de vista, lo que resume el texto de la anterior
viñeta es lo que Zizek llama “la elección forzada”, es decir,
eres libre de elegir, siempre y cuando elijas lo correcto. En
términos democráticos, en la democracia eres libre de elegir, de
autodeterminarte, pero no te equivoques eligiendo otras reglas que no
sean las que impone la democracia, esta democracia concreta. Es en
este momento cuando vemos el desplazamiento. La propia “democracia”
es utilizada en dos planos distintos, por un lado, desde un punto de
vista de la forma, donde los rasgos positivos que se le asignan,
igualdad, libertad, etcétera, ocupan el lugar vacío del
significante democracia, es decir, que sabemos muy bien que en la
democracia ni hay igualdad, ni hay libertad, pero asumimos como si
así fuera. Desde el punto de vista del contenido, los rasgos
positivos, mecanismo electoral, leyes soberanas, etcétera,
constituyen una magnitud positiva, concreta y real, en la que
participamos con más o menos entusiasmo y entrega. Conviene, pues, poner en claro esto.
2
Sincronía
(del
griego syn-
"con, juntamente, a la vez" y
χρόνος, tiempo) es el estudio de un fenómeno social
atendiendo a los hechos o fenómenos que coinciden en el tiempo.
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