5.
Variación III
A
pesar de lo anterior, hay un hecho incuestionable en la “fase
expresionista”, es el de que “con la liberación del material ha
aumentado la posibilidad de dominarlo técnicamente”1.
El compositor se libera de las servidumbres a las que es sometido por
el propio material. Esta liberación, evidentemente, tiene como punto
de partida la desvinculación de los contenidos musicales de la vida
del hombre. El comienzo se sitúa, sobre todo, en Beethoven. Fue el
primer compositor, según Adorno, en el que las fuerzas productivas
musicales se empezaron a desarrollar más allá de la vida del propio
hombre. Hablamos de ese intento de transponer más allá, de llegar a
lo más profundo, a la subjetividad misma del hombre2:
Las
convenciones hoy destruidas no siempre fueron tan externas a la
música. Como en ellas se volcaban experiencias vivas, mal que bien,
cumplieron una función antaño. Era la organizativa. Sin embargo, de
ella las privó precisamente la subjetividad estética autónoma, que
aspira a organizar por sí las obras de arte en libertad3.
Vemos
como la liberación de los materiales no es más que la separación
entre el compositor y los contenidos sedimentados. El compositor ya
no se apropia de esos contenidos como vividos, sino desde fuera. La
subjetividad, desgajada de toda objetividad, instaura un nuevo tipo
de libertad, la propiamente subjetiva que elimina, en cierto modo,
los límites de todo creación. Esta liberación abre dos caminos:
- La necesidad imperiosa de ser constantemente creativo, crear mucha repertorialidad -que es apropiada por el poder económico- para crear la sensación, en el sujeto creador, y en el consumidor, de que verdaderamente tiene libertad creativa y de elección. Cuantas más cosas haya en el mercado, más sensación subjetiva de que uno es libre de poder elegir lo que desee. Como vemos, es una libertad meramente disposicional, que aleja al compositor del dominio de lo repertorial, de lo objetivo, desde el punto de vista interno. Esta deriva culmina en lo que podríamos llamar circuitos de alta cultura.
- La necesidad, a la vez, ya no de manera creativa, sino mecánica, de crear muchos productos, de sacar muchos productos al mercado. Esta deriva culmina en lo que llamamos circuitos de baja cultura.
Frente
a esta situación, y en un intento de escapar de ella, no le queda
más remedio al sujeto que autoimponerse unos límites. Y aquí, como
diría es castizo, “salimos de Málaga y nos metemos en Malagón”:
De
las operaciones que quebraron el ciego dominio de la materia de los
sonidos resulta, a través del sistema de reglas, una segunda, ciega
naturaleza. El sujeto se subordina a ésta y busca protección y
seguridad porque desespera de la posibilidad de crear música a
partir de sí4.
Como
resultado, una “obra de arte técnica”, donde la técnica pasa a
ser un fin, y no un medio. Hablamos de dodecafonismo.
1Ibíd.
Pág. 53.
2Esta
subjetivación se refleja muy claramente en la importancia cada vez
más decisiva del desarrollo temático. Como dice Adorno, “con
Beethoven el desarrollo, la reflexión subjetiva sobre el tema que
decide el destino de éste, se convierte en el centro de toda la
forma” (Op. Cit. Pág.55)
3Ibíd.
Pág. 54-5.
4Ibíd.
Pág. 66.
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