La cuestión es que no queremos renunciar a la autonomía del arte pero vemos como necesariamente la obra de arte no puede permitirse el no intervenir en el contexto socio-cultural en el que estamos inmersos. Pero esa intervención no consiste en decir simplemente lo mal que están las cosas, como hoy en día nuestros "representantes culturales" hacen desde sus cómodas poltronas. El Capital, que todo lo puede, es capaz de dejarles, ¡ah! esos representantes, un lugar propio dentro de la maquinaria propagandística para que ellos protesten y den rienda suelta a sus ideales y todo siga igual. Ciertamente, ante esta situación, la mayoría nos encontramos ante cierta impotancia a la hora de hacer frente a los problemas que nos abruman. Se supone que herramientas como la huelga y otras expresiones al uso son los modos de poder revindicar nuestra autonomía artística cuando vemos que está siendo acosada o neutralizada por estamentos ajenos. Quizás convenga seguir la reflexión por esto, por...
Y mi amor fue tomando forma, igual que una sonrisa tímida.