Hace tiempo que los ateos han dejado de ser un problema para la iglesia. Las críticas a la religión de los Feuerbach o Marx, entre otros, parecen haber pasado de moda o, cuanto menos, han dejado de ser tan relevantes como en su día. En cualquier caso, como muestra el ¿descubridor? o ¿inventor? del bosón -no me queda claro esto-, parece que el ataque a lo sagrado, a la religiosidad de la vida, viene por otro lado: la secularización, en la forma políticamente correcta de no mezclar las churras con las merinas.
La ciencia actual, como el arte, parece asumir a pies puntillas la tesis de Yukuhama del fin de la historia, o sea, del fin de las ideologías. Y es que, una vez muerto Dios y finiquitada la versión teosófica para "comunistillas" del socialismo realmente existente, los diferentes ámbitos de la vida humana parecen renegar de ese plus de religiosidad o metafísica. Es lógico que Higgs se sienta ruborizado ante el paso por la pila bautismal de su bosón. Pero ese gesto, ese interés de la propia ciencia en eliminar todo residuo metafísico, se muestra como un acto de impotencia, la impotencia de tener que actuar religiosamente, idiológicamente, religiosamente, por muy científico que uno sea. Y es que el propio lenguaje no se puede sustraer de esa religiosidad de la vida, en definitiva, de la fe. Porque, a saber, ¿no actuó el mismísimo Higgs metafísicamente, o en términos más vulgares, en un arranque de fe, de fe en la posibilidad de encontrar esa partícula? ¿No actúa el creyente a través de una fe inquebrantable en Dios? ¿No actúa el ateo de la misma manera, a través de una profunda fe en la no existencia de Dios?
Nos adentramos, por tanto, en la versión científica de L'art pour l'art, esa forma aparentemente no ideológica, no metafísica, secularizada, de actuar. ¿De verdad seguimos creyendo en l'art pour l'art? ¿O hablamos de una nueva metafísica, de una nueva fe donde ni el ateo ni el creyente tienen cabida, nuestro no es el reino de los cielos, sino sólo la especie de los agnósticos? Si no lo veo, no lo creo, que dice el agnóstico. Al ateo, o el creyente, no nos hace falta ver para creer.
Todo lo anterior lo resume de una manera magistral nuestro Agustín García Calvo, del cual rescato uno de sus últimos artículos: Tampoco el bosón era verdad. En cualquier caso, si sigue uno indagando, se da cuenta de que la trampa tarde o temprano asoma. Eso es lo que tiene el lenguaje. Ciertamente, como de una secta se tratase, si tienes que hablar de ciencia, o bien tienes que amoldarte al lenguaje científico, o bien, si no sabes hablar científicamente, asumir lo que dicen los expertos en la materia. Con esto, ese mundo, el de la ciencia, o el del arte que es más de lo mismo, se cierra en banda y perdemos la posibilidad de poder intervenir, o discutir, sobre la idoneidad de esta o aquella cuestión científica que pueda resultarnos, al vulgo me refiero, sospechosa por su poca o nula utilidad. Porque, todos no sabremos de ciencia, pero tampoco nos caímos ayer del guindo. Pero, sobre todo, cuando la ciencia llama a nuestra puerta y pregunta: ¿Qué es de lo mío?, un frío te recorre por el cuerpo que te deja paralizado. El mismo frío que me entró cuando me enteré de esto: Un Rothko vendido por 66,7 millones. Lo mismo de transcendente que la partícula de Dios. En fin, solo me queda decir: que venga Dios y lo vea.
Nos adentramos, por tanto, en la versión científica de L'art pour l'art, esa forma aparentemente no ideológica, no metafísica, secularizada, de actuar. ¿De verdad seguimos creyendo en l'art pour l'art? ¿O hablamos de una nueva metafísica, de una nueva fe donde ni el ateo ni el creyente tienen cabida, nuestro no es el reino de los cielos, sino sólo la especie de los agnósticos? Si no lo veo, no lo creo, que dice el agnóstico. Al ateo, o el creyente, no nos hace falta ver para creer.
Todo lo anterior lo resume de una manera magistral nuestro Agustín García Calvo, del cual rescato uno de sus últimos artículos: Tampoco el bosón era verdad. En cualquier caso, si sigue uno indagando, se da cuenta de que la trampa tarde o temprano asoma. Eso es lo que tiene el lenguaje. Ciertamente, como de una secta se tratase, si tienes que hablar de ciencia, o bien tienes que amoldarte al lenguaje científico, o bien, si no sabes hablar científicamente, asumir lo que dicen los expertos en la materia. Con esto, ese mundo, el de la ciencia, o el del arte que es más de lo mismo, se cierra en banda y perdemos la posibilidad de poder intervenir, o discutir, sobre la idoneidad de esta o aquella cuestión científica que pueda resultarnos, al vulgo me refiero, sospechosa por su poca o nula utilidad. Porque, todos no sabremos de ciencia, pero tampoco nos caímos ayer del guindo. Pero, sobre todo, cuando la ciencia llama a nuestra puerta y pregunta: ¿Qué es de lo mío?, un frío te recorre por el cuerpo que te deja paralizado. El mismo frío que me entró cuando me enteré de esto: Un Rothko vendido por 66,7 millones. Lo mismo de transcendente que la partícula de Dios. En fin, solo me queda decir: que venga Dios y lo vea.
Comentarios
Un abrazo.
Un abrazo.
Yo si soy creyente, soy artista plastico tambien, incluso pensionista temporal, solo quería que conocieras el dato, quizás te de un punto de vista mas completo o ampliado.
Por cierto es un articulo interesante.
Un saludo.